Relatos cortos sin recortar (Dos pequeños relatos volatineros) (31-10-2014)
Dos pequeños relatos volatineros
Aquel presidente con rostro de asceta, altura corporal de abad mitrado y hechuras de un político que solo es un gañan de vacas lecheras, alzó su rostro enjuto y barbudo al nítido cielo azul que a todos no nos cubre por igual en un país de miserias absolutas y tristes y para solicitar un perdón que no convencía ni a las bestias políticas corruptas de aquella selva intrincada ni a las criaturas humanas que también allí vivían estafadas a diario por las bestias políticas que eran corruptas. El presidente pedigüeño de perdones negados, se llamaba Maximiliano Rodríguez. Y poseía un corral de flacas vacas lecheras a las que todos los días ordeñaba. Era un gañan. Un lechero que contaba cuentos. Un ser como los curas de misa y olla que predican en el desierto. Una meiga macho que vuela en escoba. Y aunque nadie le perdonó, penó en la selva intrincada porque no volvió a ser presidente.
La presidenta tenía la faz como la misma cara del mulo del Portal de Belén. Aunque su belleza residía en su gran interior de mujer amante de su marido y abnegada madre de sus hijos. Era la presidenta de otro corral de vacas lecheras, aunque este más meridional y autonómico. Aunque con la misma o más corrupción de las bestias políticas salvajes que allí vivían, esas bestezuelas que expoliaban sin piedad lo público desde los albores de la supuesta civilización democrática de un país con forma de piel de toro o de vaca. La presidenta era feliz en su matrimonio y también por los hijos que había concebido, pero no pedía perdón por las hazañas de las bestias políticas corruptas a las que también ordeñaba en el corral de vacas lecheras famélicas de un Sur que en aquel país corrupto se confundía con el Norte corrupto, el Este corrupto y el Oeste corrupto. Pobre presidenta.
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