sábado 11 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González LII) (2-10-2015)

El ciudadano perruno Igor González (LII)

 

En la vida actual del ciudadano perruno Igor González, las visitas a la casa de su padre forman parte de su quehacer diario. Y ya que el  progenitor del perruno le proporciona el material suficiente para desarrollar y terminar el proyecto de novela que ahora tiene entre manos el ciudadano Igor González. Y que son esos relatos tan especiales que le cuenta al perruno su padre. Hay también en la vida del perruno ciudadano su labor en el periodismo, y tanto en el digital como en el televisivo. Hoy es un día que ha amanecido lloviendo a cántaros, pero que con transcurso de las horas los cielos se han abierto y la lluvia se ha marchado con viento fresco al Arco Mediterráneo. Y ya están padre e hijo con el relato de este día que ya no es tan desagradable, y que el progenitor del perruno lo expresa de esta manera…

 

“El día amaneció radiante. Las nubes estaban huidas. El ruiseñor que vive en el limonero del huerto, estuvo toda la noche cantando. Y yo dormí muy poco en esa noche anterior, las pesadillas que me produjo el spot televisivo del partido progresista, denunciando al conservador, me hizo no pegar ojo. Me levanté muy mosqueado, y con dolores de estómago. Me dije a mí mismo, observando el vuelo de una mosca, yo estaba muy mosqueado, que Europa no merece los políticos que tiene. Me refería a mí mismo, obvio, a los de mi país. A los de los otros países europeos los conozco menos, o nada. Una campaña electoral es lo más coñazo que existe en las democracias, en las europeas y en las de todos aquellos países que tienen como modelo de Estado una democracia parlamentaria. La mosca seguía revoloteando, y yo le lancé una maldición deífica. Debió de ser efectiva, y ya que la mosca a poco rato cayó al suelo como fulminada por un rayo invisible. La recogí, y la tiré al cubo de la basura. Esto es lo que yo haría con las campañas electorales. La pegada de carteles: ¡Joder!

 

Una vez que terminé de ducharme, me preparé un desayuno pantagruélico. Café con leche, naranja exprimida, bocadillo con mantequilla y embutidos, y un vaso de agua. Estuvo delicioso. Me fumé un cigarrillo, y eructé con eco a salchichón. Como no aprecié ninguna mosca más, a la que le lancé la maldición deífica era la única, por los visto, me puse a pensar en eso de votar.

 

-¿Y a quién voto?- me pregunté. -Yo no tengo obligación de votar a nadie en concreto. Voy por libre. Yo soy simpatizante, pero no militante de ningún partido político. No tengo enchufe, y porque no le paso la mano por el lomo a nadie. No tengo que agradecer a nadie lo que digiere mi estómago. ¡Coño! Parece que “nadie” es mi mejor amigo. ¿Y si el voto lo dejo para otra vez? No. Hay que votar para después poder exigir. Y no nos hacen ni puto caso a los votantes. ¿Para qué voy a votar? Sí hay que votar, es un derecho y una obligación para chillar, y que me aporreen la espalda. No voto. Sí voto. A la mierda con mis dudas. No voto. Sí voto- me volví a decir a mí mismo.

 

Ha ganado la abstención y el partido conservador. Y yo fui a votar. Y a sabiendas de que ganaban los conservadores las elecciones. Ahora Europa es como más europea. Han ganados unos tipos que van de la mano de Dios, los conservadores que van a subir los impuestos. Y también van a propiciar el despido libre y la jornada laboral de sesenta y cinco horas. Ahora, no tienen excusa para que todo sea privado. Han ganado las elecciones, y van a potenciar al infinito el libre mercado. Europa se va a parecer al corral de mi vecina: Pollos de plumas azules por todos los lados y rincones, y cacareando que a los pollos rojos ya se les ha visto demasiadas veces el plumero y los espolones. Menos mal que yo vivo en lo rústico y muy lejos de la ciudad, allí en la ciudad sí que se va a notar el cacareo de los pollos con las plumas azules. En el campo somos como perdices, más montaraces y agrícolas.

 

Ha dejado de cantar el ruiseñor del huerto, el que vive en el limonero. Y lo echo de menos. Se ha marchado sin despedirse. Y los pollos de plumas azules del corral de mi vecina están insoportables. Y cacarean como cotorras. ¡A la mierda el aborto! ¡Que le den por el culo a los matrimonios gay! ¡El despido libre ya es un hecho! ¡A trabajar sesenta y cinco horas semanales con el mismo sueldo de las cuarenta horas! ¡Privatización de todo, hasta la Bandera y el Himno Nacional! ¡Los curas a dirigir la enseñanza! ¡Y los rojos al paredón!! Tampoco veo moscas, y eso que el verano ya está llegando con paso firme y marcial. A los gorriones lo he observado en asambleas populares para decidir si se van o se quedan. Las cosas están muy azulonas, y como se enteren que he votado al progreso me van a despedir. No podré tocar más las campanas de la iglesia. Y tampoco podré asistir al señor cura párroco en la misa. Estoy seguro, que me van a hacer que dimita de sacristán. Los conservadores son muy pellejos con los que votamos al progreso.

 

-Se me ha acabado el vino gratis. También las tazas de chocolate con churros de la hermana del párroco. Y Pepi, la Chocholoco, ¡con el culo que tiene!, no va querer que se lo consuele más con mis encantos rollizos y beatos. ¿Cómo coño se me habrá ocurrido a mí votar por el progreso? Yo que soy totalmente conservador y de unas ideas muy cristianas. ¡Joder! Me han engañado los progresistas. Hijos de puta. Y con eso de decirme que me iban a ascender a obispo de un plumazo- volví a decirme a mí mismo lloroso, y mientras me bebía la última botella de vino tinto en la sacristía de la iglesia parroquial de mi pueblo y sopesaba que iba a hacer con el cartel firmado por el líder de los progresistas.

 

-¡El sacristán rojo! Esto me van a decir- suspiré, y mientras me limpiaba con las manos los mocos espesos y la baba fluida que me caían barbilla abajo revuelto todo con tinto manchego”.

 

El perruno se ha partido de risa con el relato paternal. Las ternillas se le han aflojado. Le ha dado ganas de mearse. La risa tonta que lo ha aflojado se debe a que a su padre no le gustan los curas, las monjas, los obispos y nada de lo que esté relacionado con la iglesia. Es increíble, pero el progenitor del perruno es casi ateo. Y con lo conservador que es. O por lo menos, es un católico al que no le gustan los religiosos que sirven y que mandan en la Iglesia Católica. Al padre del perruno ciudadano solo le gusta el ejército español, el vino tinto bueno, el cante hondo, las folklóricas españolas y mujeres en general y el queso manchego y el jamón alpujarreño. El ciudadano perruno Igor González, ya está en el esplendoroso solaz y disfrute de su apartamento de alquiler en el Valle de Lecrín. Ya ha anochecido. Y el perruno ciudadano se está tomando una estupenda sopa de pollo con picadillo de jamón y huevo duro que también lleva fideos finos. Está sentado a la mesa viendo y oyendo los servicios informativos de TVE, y sin atragantarse a pesar de que la primera cadena dice cosas increíbles sobre el “malo” oficial en la actualidad, el señor Más, don Arturo. Ese político catalán que no hace mucho era antinacionalista y antiindependentista porque consideraba que ambas actitudes políticas estaban oxidadas.

 

El ciudadano perruno también se parte de la risa con el independentismo catalán, y cree que si los catalanes desean ser independientes, que lo sean. El perruno ciudadano Igor González, al revés que su padre tan conservador que sostiene a ultranza que España debe de ser una nación intocable e inviolable en su unidad nacional, cree en un Estado Federal que esté integrado por varias repúblicas, e incluida la de Portugal. Y con este modelo de estado, se acabaron las estupideces independentistas. Y también a lo que hay que converger es a una Europa unida en fiscalidad y en leyes. Y seguramente en muchas más cuestiones. Son tiempos universalistas y no en viejos modelos ya superados.

 

El perruno suspira y se toma un buen trago de coca-cola. Está cenando y viendo en la televisión un partido de tenis muy entretenido, y que se celebra en una ciudad china de muy difícil pronunciación. Están jugando dos jugadoras, una noruega y otra rusa. Las dos son rubias como el trigo en el mes de Junio. Aunque una de ellas es más alta que la otra. Tienen dos cuerpos espléndidos con unas piernas muy largas. Aunque sus pechos no son como los de una molinera sonrosada. El perruno devora una ensalada de atún con tomate fresco y mahonesa. Después dará cuenta de una pera, un melocotón y una ciruela Claudia. Y rematará con un yogur sin azúcar. Las cenas cortas nunca llenan las sepulturas, esto lo decía el glotón del abuelo del ciudadano perruno con una sonrisa y mientras cenaba con un plato enorme que estaba repleto de perdiz en escabeche.

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