sábado 11 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XXIX) (22-6-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XXIX)

 

El padre del ciudadano perruno Igor González, le comenta jocoso al perruno que hoy le va volver a contar otro relato de yankis. Son las cinco de la tarde, y el calor y las moscas buyen. Es una hora muy torera. Un brasero encendido. El calor ya ha llegado a la ciudad de Granada. El mercurio ha subido como si estuviese bajo los efectos caloríficos de una gigantesca estufa de hierro colado en la que arde bestial un carbón negro con alto poder de calor. El canícula de la ciudad de Granada, es tan seca como la boca de un náufrago que ha naufragado en un desierto poderoso. El padre del ciudadano perruno se atusa su gigantesco bigote de militar austriaco. Y se rasca los pocos pelos de su pelambrera. La que perdió, se supone, por llevar durante tantos años una gorra de plato militar. Se está bebiendo un buen vaso de vinazo. Y el palto de jamón y queso es sempiterno a diario. Y sigue sonriéndole al perruno con cara de ser un diablo mayor. Aunque el perruno ya está acostumbrado a las cosas de su padre. Y para sus adentros también sonríe sin mover un solo músculo de su boca. Hoy al ciudadano perruno le ha apetecido tomar jamón y queso del plato de su padre. El enorme plato. Y constata que tanto el jamón como el queso están fantásticos al paladar. Su padre le comenta que este nuevo relato es muy similar al que ya le contó sobre los norteamericanos. Aunque no tiene truculencias y asesinatos. Es puro amor de un idiota que se ha enamorado de una tía hermosa y que está como un tren de buena. Una mujer esplendorosa. El perruno ciudadano entra en curiosidad con lo que le a prometido su padre sobre el nuevo relato. Al perruno le mola el amor. Siempre ha sido un enamoradizo pertinaz. Le dan regusto los elatos amorosos. Disfruta con ellos. Y su padre comienza su exposición verbal…

 

“Durkalville es un pequeño pueblo que linda con la Gran Aérea Metropolitana de Kansas City. Están censados allí, seis mil novecientos setenta y nueve habitantes. Y entre los censados, veintidós son ciudadanos de raza negra, once asiáticos -chinos concretamente-, cuarenta y tres norteafricanos, -marroquíes  para ser concreto-, diecinueve latinoamericanos de diversos países de América del Sur y Central y tres ciudadanos más de raza blanca como la nieve, uno de Coqwijar que es un empresario, otro de Nigüelands que dirige las Pompas Fúnebres, y el tercero profesional del periodismo, y que trabaja y es nacido en Kansas City. Todos los demás que viven en Durkalville, son ciudadanos y ciudadanas que han nacido allí. Autóctonos se este pequeño pueblo rodeado de bosques, montañas, osos y lobos.

 

Yo viajo todos los días en el bus de Durkalville a Kansas City. Y que recoge también a los usuarios de Phadulville. Phadulville es otro pueblo que linda con la Gran Área Metropolitana de Kansas City, pero algo más grande que Durkalville. Las viajeras de Phadulville, ellas, las mujeres, son muy simpáticas y muy bellas. Mujeres de gran atractivo físico. Y que hablan, al igual que las gentes de Durkalville, con un acento y un deje de reconocido prestigio lingüístico. Hablan un inglés cheli muy chulo y sonoro. Hablan como si fueran pájaros que cantan hablando y piando.

 

Sharon Damon es morena de cabellos. Toma el bus en Phadulville. Posee unos ojos oscuros bellísimos, y su piel es del color tostado como el de las almendras tostadas sin achicharrarlas. Es atractiva hasta la extenuación. Y su voz es casi ronca, pero de unos tonos muy femeninos. Sharon Damon está físicamente de hermosa, como esos árboles inhiestos, duros de ramas, frondosos y verdes que han nacido al amparo de las lagunas de agua dulce que están situadas en Phadulville. Sólo posee Sharon Damon un defecto remediable, si ella alguna vez lo decide, esta felizmente casada con Dustin Hormes, un hombre del que según ella confiesa está enamorada y es muy feliz con él. Sharon Damon, que de pequeña fue muy traviesa, es una mujer de esas que un hombre en su sano juicio no se cansa de vocear a gritos que tiene un cuerpo espléndido acompañado de unos rasgos faciales muy exóticos. Es muy simpática Sharon Damon. Y casi siempre lleva la voz cantante cuando habla de sus variadas cosas con sus compañeras de viaje. Sus comentarios son elocuentes, ingeniosos, y denotan una inteligencia natural bastante desarrollada. Hablan muy alto en el bus, casi a voces, y cuando van camino de sus trabajos diarios en Kansas City, la gran ciudad que es cabecera y que forma el núcleo principal del Gran Área Metropolitana de Kansas City.

 

Me gusta Sharon Damon, es de ese tipo de mujeres con las que un hombre jamás se debe de aburrir ni dejar de amarla. Debe de ser como una guerrillera del amor. Una mujer para morir junto a ella, y cuando la ancianidad ya se haya consumado. Sharon Damon me gusta, sí me gusta bastante, pero ella es feliz junto a Dustin Hormes. Y eso es para respetarlo con sumo cuidado y con la deferencia y consideración que siempre merecen todas las mujeres casadas y solteras. Sharon Damon es maravillosa, y se peina con un frequillo muy rebelde, un mechón de pelo negro que le cae ordenado sobre su frente. Cuánto y de qué manera debe de amar Sharon Damon a su marido Dustin Hormes. Yo no envidio a Dustin Hormes, pero me gustaría ser él cuando ambos están amordazados en el tálamo conyugal y amándose con la pasión que irradia Sharon Damon. Sharon Damon debe de ser muy pasional.

 

Como yo soy tímido por naturaleza, no miro a Sharon Damon ni a sus compañeras cuando viajamos en el bus de Durkalville, el que pasa por Phadulville y recoge a los viajeros de este pueblo con lagunas y una porción grande de territorio enclavado en un Parque Nacional. Pero reconozco, que me gustaría poder conocer a Sharon Damon hablando con ella. Y mirarla todo lo que fuese preciso sin molestarla, y sin que ella se sintiera agobiada por mis miradas. Hablar con Sharon Damon debe de ser como conversar con una bella y seductora diosa aborigen de una remota parte del planeta. Tiene los labios gordezuelos, y su sonrisa es pícara y llena de sana intención. Usa pantalones vaqueros ajustados que afianzan su figura dándole esbeltez y prestancia a las piernas y a los muslos prietos. Y que también redondean esa parte de la mujer que tantos nos gustan a los hombres de las mujeres. A los glúteos redondos en forma de pera, a esa es a la parte que me refiero. Y sus pechos son como pedernal, supongo. Me gusta Sharon Damon, pero jamás le diré que me gusta. A las mujeres casadas que son felices o que no lo son, no hay que importunarlas con halagos ni cucamonas. A los tímidos que somos respetuosos, sólo nos queda imaginar a las mujeres que nos gustan en estado salvaje, y amándonos a nosotros que somos introvertidos. Pero debe de quedar muy diáfano y muy claro, que no somos ni idiotas ni apocados vergonzosos.

 

Hoy está lloviendo intensamente, la Gran Área Metropolitana de Kansas City está en alerta naranja por fuertes lluvias y vientos huracanados. Aunque nosotros viajamos en el bus de Durkalville, y en pos de otro día laboral. Sharon Damon no trabaja los viernes en Kansas City, y por tanto hoy no viaja ni coge el bus de vuelta a su casa. Echaré de menos sus risas, sus comentarios y sus ojos negros. Me acordaré de ella todo el viaje de vuelta a mi casa, y esperaré al lunes de la semana siguiente para volver a verla con sus vaqueros ajustados y sus mohines de mujer joven que se sabe admirada por mí. Y porque estoy seguro, que Sharon Damon percibe con nitidez absoluta que me gusta. Que me gusta mucho. ¿Y alguna vez hablaré con Sharon Damon y conoceré sus maravillosos encantos? -me pregunto a mí mismo ensimismado. El frenazo del bus ha impedido atropellar a un perro que vagaba por la carretera. Este frenazo en seco me ha llevado a la realidad, y la realidad me dice que a Sharon Damon yo no le gusto en absoluto. Que quizá algún día hable con ella, pero que lo de probar sus encantos es algo totalmente irreal y nada concreto a ningún plazo de tiempo. Sigue lloviendo. Me mojaré. Eso hará que mis calenturientos pensamientos se alineen a la realidad. Una realidad sin que Sharon Damon y yo tengamos nada amoroso y de un excitante sexual tan enorme que raye en la locura de hacer el amor simplemente.

 

Está amaneciendo, se hace el día, clarea, y la lluvia arrecia con la violencia naranja de la alerta decretada por el Instituto de Meteorología de la Gran Área Metropolitana de Kansas City. Otro día igual sin Sharon Damon, otro día de jodidas entrevistas y reportajes y artículos de opinión para el periódico en el que trabajo. Me gustaría escribir sólo poesía, y aunque casi me muriera de hambre. El mundo político, social, económico y cultural es una fábrica diaria de crear noticias interesadas. Hay que trabajar para sobrevivir. Tengo sed porque hace mucho calor en el bus con toda la calefacción a tope. La música es fondo en el bus, pero sin atronar. Echo de menos a Sharon Damon. Me mira de reojo cuando volvemos a casa del trabajo, y cuando ella cree que yo no me doy cuenta de ello.

 

Phadulville es un pueblo más cosmopolita que Durkalville, pero tiene menos bares y cafeterías. No tiene sala de cine. Las fiestas conmemorativas de su creación como pueblo son mayúsculas. Su aire es sano como una manzana roja con vetas verdes. Y el agua cristalina que beben sus gentes, es estupenda para lavarse con desparpajo las legañas por las mañanas y por las noches las ojeras antes de dormir caliente en la cama de nuestras soledades. Y si uno es soltero, como yo lo soy. Otro día más de trabajo, y el bus repleto de criaturas todas somnolientas.

 

Me gustaría vivir en Phadulville, y ver pasear a Sharon Damon por sus calles y por sus plazas. Una delicia observar a Sharon Damon caminando con sus vaqueros ajustados y su jersey azul celeste de cuello alto. Le sienta muy bien a Sharon Damon. Y es de lana muy gruesa. Tengo un hambre canina semejante a la que siempre tiene mi perro turco de negro pelaje. Hoy voy a comer, a las horas que ya no se estila, patatas cocidas con carne en salsa. Me comeré también, de postre, unas ciruelas oscuras muy dulces. Y que me ha regalado mi casera, la dueña de la casa campesina en donde vivo de alquiler. Después me echaré una siesta de sillón con la televisión local encendida y con uno de esos programas tan estúpidos como la reordenación novedosa del tráfico de Durkalville. Me gusta mucho Sharon Damon. Es una flor salvaje”.

 

El ciudadano perruno está tirado, cuan largo es, acostado y silencioso, en su tálamo de soledades. A él también le aconteció, años atrás, una aventura parecida a la que hoy le ha relatado su padre. Se enamoró, se encaprichó es más veraz, de una tonta que tenía los cabellos rubios tintados, los ojos azules como un trozo de cielo andaluz y un culo de los que jamás se puede pasar de él. Obvio que era un culo cartaginés. Pero la tonta de turno era muy idiota y la cosa no llegó a nada digno de mención. No obstante, el perruno se acuerda de ella y de su culo tan poderoso como los elefantes de Áníbal. Un sueño lo va invadiendo. El día ha sido feroz en lo relativo al trabajo. Y los parpados del perruno se van cerrando… La rubia tintada desaparece y se diluye… El perruno suspira guerreo.

 

 

 

 

 

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