Sobran árboles
Esta semana, querido lector, quiero que sepas que arrancas la lectura de esta modesta columna en una ciudad que, de repente, ha perdido 60 árboles en menos de una semana. Y no, no ha sido una catástrofe natural. Granada no ha sido víctima de ningún tornado, ni la tierra se ha abierto por la mitad tragándose todo lo que estuviera en su camino. El desastre que ha provocado este desastre (valga la redundancia), se llama Carazo Villalonga, nació en Valladolid y es alcaldesa de Granada. Y lo ha hecho sin despeinarse, sin apenas mostrar interés alguno, como todo lo que está pasando estos diez meses de (des)gestión municipal en la que, si algo nos va dejando claro a quienes la sufrimos, es que Granada está peor que nunca.
A los 60 árboles que me refiero son: un par de naranjos en la Plaza de la Universidad y 58 chopos en la residencia municipal Fernando de los Ríos, que gestiona GEGSA y que está en el distrito Norte (que hay que ver la que tiene con unos barrios a los que castiga y sanciona constantemente y para el que uno de sus concejales tuvo unos lamentables comentarios, de un profundo racismo y cargados de clasismo nada más arrancar el mandato).
En el caso de los naranjos, Carazo ha sido cómplice necesaria de un capricho del Delegado de Cultura de la Junta de Andalucía, Fernando Egea que, desde su posición, ha querido hacer uso de las instituciones para satisfacer un deseo más bien personal. La excusa dada para justificar la desaparición de los naranjos en cuestión ha sido la de que dichos árboles impiden la visión de una fachada BIC, algo que era, al parecer, intolerable. Pues cuando se den cuenta de que el bosque de la Alhambra impide la visión del monumento nazarí en algunas zonas, se van a poner finos con la taladora.
Por lo que se refiere a los chopos, la razón es que como hubo cuatro que se cayeron por estar en mal estado hace unas semanas, para impedir una solidaria caída por simpatía del resto y, ya que los árboles enfermarían tarde o temprano, lo mejor era proceder a realizar una tala preventiva y eutanásica. Todo para evitar sufrimientos innecesarios. Se me ocurre pensar, llegados a este punto que, si nuestro irreversible destino es enfermar y morir más tarde que pronto, acabemos por lo sano y pongamos fin con nuestro discurrir por este valle de lágrimas de manera preventiva.
Sarcasmos al margen, el arboricidio de estos días auspiciado por Carazo es una plasmación gráfica de un modelo de ciudad que la derecha lleva impreso en su ADN. No es una casualidad. Hace unos meses ya se taló un ciprés enorme y viejo que había en la puerta de San Cecilio, en el Realejo y, al arrancar el mandato, más de media docena de cedros fueron mandados al otro barrio, en la Avenida de Andalucía, porque a la señora Carazo no le apeteció salvarlos (y podía haberlo hecho). Sigamos sumando. En los presupuestos recientemente aprobados para la ciudad no se ha incrementado la partida destinada al contrato de jardines, a pesar de que en los últimos cinco años, con un gobierno socialista en la Plaza del Carmen, el incremento de zonas verdes ha sido más que notorio. Y a nadie se le escapa el evidente inmovilismo del gobierno municipal ante los episodios de pésima calidad del aire que Granada suele protagonizar para desgracia de nuestra salud. Ha desaparecido de los planes municipales la conversión de plazas duras en blandas y los árboles han dejado de ser instrumentos útiles para convertirse en piezas subordinadas al capricho político irresponsable o a la belleza de un determinado monumento. Y todo esto en una decena de meses. Qué no pasará en los próximos 4 años. Eso sí, mientras todo esto pasa, Carazo ha cerrado un albergue para personas sin hogar, el precio de la Vivienda de Protección Oficial ha sido incrementado y la protección de buena parte del suelo de la vega ha desaparecido. La derecha tiene sus prioridades muy claras.
