martes 19 marzo
Opinión  |   |

Tengo esperanza

No tengo por más que decir que me siento satisfecho por el acuerdo que se ha configurado en la Unión Europea. La verdad es que se la jugaba si, finalmente, hubiera salido algo similar a lo que ya tuvimos que sufrir (seguimos sufriendo) con la crisis económica provocada por la especulación financiera, a cuyo resultado, a los de abajo se nos vino el mundo encima. La precarización y el endeudamiento de nuestras vidas, en su más amplio sentido, fue la forma elegida por la derecha española (algo tuvo que ver también el partido socialista) para el rescate bancario provocado, en buena medida, por el ansia de inversión de agiotaje inmobiliario al que se entregaron las ya extintas cajas de ahorro (engullidas por los bancos) de la mano de los Ayuntamientos, en las que primaba la gestión política más que la gestión del buen empresario.

Ese modelo de rescate fue el que el partido popular aprovechó para dilapidar buena parte de los servicios públicos esenciales como la Sanidad, de lo que el COVID se ha aprovechado, y la Educación y de camino arramblar con todo el dinero público que pudieron, enriqueciéndose casi todas las personas que participaban en la estructura de poder de ese partido, cuya larga mano, se extendía por Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, además de en el Gobierno de España. La sentencia conocida como “Gürtel” así lo determino, de tal manera que el partido popular fue condenado por beneficiarse de dicha trama organizada de corrupción.

Ahora, el partido popular lo ha vuelto a intentar y ha hecho todo lo posible para que el acuerdo de solidaridad fracasara, así hemos presenciado atónitos como los parlamentarios populares españoles europeos no apoyaban la mutualización de la deuda originada por la pandemia o se posicionó al lado de las posturas que más perjudicaban a España, como cuando los llamados “países frugales” condicionaban las ayudas a España a la aplicación de recortes en los servicios públicos y al mantenimiento de la reforma laboral, por cierto, que sin tan buena es podrían aplicarla tal cual en sus respectivos países.

Pues sí, cuando andaban los populares muy ocupados con su intento de hacer fracasar el acuerdo de solidaridad en Europa buscado por el Gobierno de España, al que en plena negociación reclamaban reformas liberales (privatizar), muy en la línea del gobierno del paraíso fiscal holandés, de pronto, en giro copernicano, que ni los grandes trapecistas y acróbatas del Circo del Sol, dicho con todos los respetos para estos, manifiestan a los cuatro vientos y sin despeinarse que celebran el acuerdo alcanzado en el Consejo Europeo, que están muy satisfechos con el trabajo de su partido que es el que ha hecho más por España para alcanzar ese acuerdo histórico. Así, sin sonrojarse y con una cara dura de cemento armado, obviando el boicoteo que organizaron a sabiendas de que el gobierno español, junto a los gobiernos de Alemania, Francia e Italia impulsaban una salida solidaria y distinta a la que se impuso por la crisis financiera de 2008 (la burbuja inmobiliaria).

¿Se imaginan ustedes el resultado en Granada si el acuerdo hubiera sido el querido por el Partido Popular? La respuesta es fácil y la vuelta de tuerca estaba clara: la privatización total de los servicios municipales (venta a precio de saldo), más construcción especulativa destruyendo calidad de vida, bajar los impuestos a los más ricos como medida estrella de impulso económico local en la forma ya conocida, o sea más deuda municipal y convertir el Ayuntamiento en una oficina de recaudación de multas y sanciones, de algún lado hay que sacar el dinero y, por supuesto, precarizar las relaciones laborales en el Ayuntamiento, si no que se lo pregunten al personal de servicios sociales. Eso, al tiempo de seguir pagando los know how a las corporaciones (controladas por los fondos buitre) por gestionar servicios como el del agua.  De eso van los “nuevos presupuestos municipales”, del  naufragio de las personas. Y no es que esté exagerando, desgraciadamente es la realidad de Granada, donde casi el 40% de la población no llega a final de mes. Ni pensar quiero en los miles de negocios familiares, de autónomos, de pequeñas empresas, abandonados a su suerte. No, no quiero ni pensarlo. Ahora, tengo esperanza.

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Columnista
Salvador Soler

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