Hadas como musas para tallar por placer
Llegado desde el otro lado del 'charco', Jesús Peralta se ha convertido en uno de esos personajes que hacen pueblo día a día en Monachil
Jesús Peralta, durante la práctica de su hobbie en el taller. Foto: Álex Cámara
Llegado hace más de 20 años desde Latinoamérica, Jesús Peralta se instaló en la localidad granadina de Monachil y aún no sabe muy bien por qué. Se lo preguntan sus contactos, sus amistades. Y él solo hace alusión a la magia que tiene Granada que desempeña con su afición: tallar.
Instalado en un pequeño espacio ubicado en la calle Don Luis de este municipio metropolitano, dedica unas ocho horas diarias a su pasión que plasma no solo en la madera, sino en los huesos, mármol... Todo lo que pueda ser manipulado o moldeado a base de paciencia, mucha paciencia.
Desde que era un niño jugaba con madera y con barro, con las que se dedicaba a hacer "cosillas" que a día de hoy se han transformado en un hobbie, aunque nunca en una profesión.
Las hadas funcionan como musas para Jesús Peralta, quien regala a los niños las piezas que prepara con cariño: "Pasan por la puerta y me las piden, yo se las doy". Pero nunca cobrando, porque a su juicio el llevarse una remuneración implica una contrapartida que no siempre está dispuesto a asumir.
"Una vez intenté vender, le pedí 20 euros a uno por una pieza. Empezó a sacarle defectos y le dije que no quería venderla. Hay que apreciar las piezas así, como son", asegura con una sonrisa en su relato, recordando además que no hace nada por encargo sino "por diversión".
Jesús Peralta considera que lo que él hace no es un trabajo. Foto: Álex Cámara
Pero no da para vivir. A su juicio el noble oficio de tallar, aunque quisiera, tiene unos requerimientos que no siempre están al alcance de cualquiera. Menos aún cuando las nuevas tecnologías se van colando, como es el caso de las impresoras '3D': "La gente prefiere las copias, con las que se puede hacer de todo".
Proceso lento y minucioso, el de tallar lleva a Jesús Peralta en su día a día a parar para "no estropear" los trabajos con los que se entretiene. Deja uno y coge otro para descansar entre cada uno de ellos.
La madera es un juguete que le permite plasmar las ideas que se le ocurren. La dibuja, la piensa, la medita e incluso a veces le cuesta conciliar el sueño, pero para tallarla "no hay secreto". Solo tiempo, paciencia "y sobre todo pasión".
La amabilidad de Peralta la que además le ha hecho ganarse a gran parte de la población de Monachil después de muchos años. Incluso, aunque no quiere reconocerlos, es consciente de que tiene varios apodos "buenos y malos".
Pero él se siente monachilero de alma y corazón porque la gente lo quiere y le ha "acogido" bien hasta ahora, para convertirlo en un personaje singular de los que hacen vida de pueblo como el de Monachil.
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