lunes 6 mayo
Opinión  |   |

¿A qué estamos jugando?

Son muchas las personas que no entienden que aún no haya acuerdo para conformar una candidatura unitaria para las elecciones municipales que aúne la pluralidad que habita en el espacio del cambio o la autodenominada izquierda transformadora. Más aún cuando la realidad es la que es y el futuro se presenta lleno de incertidumbres. Me ha gustado lo que ha dicho Yolanda Díaz en una entrevista: No se trata de llamar a votar a la gente porque viene la derecha, o la extrema derecha. El miedo paraliza, no moviliza. Lo necesario es construir esperanza y generar ilusión.

La gente que se identifica con este espacio no comprende cómo es posible que ante una realidad tan exigente y problemática los dirigentes no sean capaces de ponerse de acuerdo. Cualquier persona con dos dedos de luces sabe que la unidad es imprescindible y que la desunión sólo conduce al fracaso y al desánimo.

Ante esta evidencia chirría el hecho de que anden enzarzados en unas largas y procelosas negociaciones, de incierta salida y claro desgaste y pérdida de credibilidad. Es cierto que todos los partidos tienen este tipo de problemas, o incluso peores. Ahora vuelven los casos de corrupción, incluso cutre, tan propios del bipartidismo.

Granada ha sido ejemplo de graves conflictos en la derecha durante estos cuatro años. Peleas y rupturas dentro de Ciudadanos, del PP y finalmente de ambos partidos entre sí. Hasta el punto de llevarlos a la oposición, destruyendo el gobierno bipartito. Pero también es verdad que el desgaste entre el electorado de unos y otros no es ni muchísimo menos del mismo nivel. El electorado progresista y de izquierda suele ser mucho más exigente y no tolera ni perdona del mismo modo los errores de sus representantes.

Siempre he tenido claro que para llegar a acuerdos en un espacio tan plural es necesaria la negociación. Lo que nunca he comprendido son las formas en que ésta se suele afrontar y desarrollar. Entiendo que deba haber debate y propuestas diversas y que no resulte fácil encontrar un punto de encuentro que satisfaga a todas las partes. Pero me cuesta pensar que no se puedan resolver en un mínimo clima de lealtad. Más aún cuando todo el mundo es consciente, o debería serlo, de que juntos todos ganan y divididos todos pierden. No soy ningún ingenuo. Ya sé que la política, como cantaba Carlos Cano, es más que “esaboría”. También hacia dentro, desgraciadamente.

Cualquier persona sensata pensaría que para conformar una candidatura de unidad lo principal debería ser pensar en definir un proyecto político común, luego un programa y finalmente señalar a las personas más cabales y capaces de llevar ese proyecto político al éxito, primero electoral y luego de gestión. Nada de esto estoy viendo. Si me remito a lo que leo en la prensa percibo tiras y aflojas y críticas, más o menos veladas, o directamente acusaciones a las otras partes. Da la impresión de que hay quien piensa que lanzando órdagos luego se pueden recoger beneficios o que tensando la cuerda se puede conseguir que la otra parte se vea impelida a ceder. No entiendo así la política. Y menos aún la que se dice destinada a resolver los problemas de la gente.

¿Quién ha llevado este problema a la prensa? ¿quién pretende negociar a base de órdagos? Cabe seguir la pista. No puedo entender que una parte rompa las negociaciones y se vaya a la prensa a acusar a la otra parte de querer imponer sus criterios y y ser culpable de todo. Pero al mismo tiempo, y de forma contradictoria, termine diciendo que sigue abierta la posibilidad de un acuerdo y que quedan a la espera de que la parte acusada les presente la aceptación de sus propias exigencias, porque mientras tanto no mueven ficha.

En Granada tenemos un proyecto político de confluencia que, bajo el nombre de Granada se Encuentra, ha dado soporte al excelente trabajo del grupo municipal de Unidas Podemos por Granada durante estos cuatro años. Un proyecto pionero que se inició en 2018, a iniciativa conjunta de Podemos e IU, con el apoyo explícito de los máximos dirigentes andaluces de ambas organizaciones, que entendieron que los partidos debían acompañar a la sociedad civil, abrirse a ella y generar espacios de participación directa que sumaran esfuerzos, con generosidad e inteligencia.

Durante este mandato municipal se ha demostrado que era posible conjugar un efectivo trabajo en el Ayuntamiento bajo el paraguas de un instrumento de democracia abierta y participativa, basado en una asamblea conjunta y soberana donde se toman las decisiones importantes y basada en el principio de una persona un voto, con independencia de la adscripción o no a partidos.

En su funcionamiento nunca ha habido problemas importantes. Y han sido notorios y positivos el trabajo y la imagen del grupo municipal, donde estaba representada toda la pluralidad de la confluencia, con un portavoz independiente y una Concejalía de cada partido, Podemos e IU. A pesar de no participar en el gobierno se ha logrado tener el mayor porcentaje de mociones aprobadas en el Pleno, la mayoría de ellas por unanimidad, así como marcar buena parte del debate y la agenda municipal. Siempre a través de propuestas constructivas y solventes, orientadas a mejorar la ciudad y la vida de su gente.

Sería absurdo cambiar lo que ha demostrado que funciona. Por supuesto que cabe mejorarlo, pero no su eliminación. Difícil entender que IU abandonara en septiembre la confluencia y se afanara en construir una coalición paralela, sin contar con sus socios, Podemos, Alianza Verde y el sector de independientes. Complicado que después del fracaso electoral de “Por Andalucía” se empeñara en repetir la experiencia, ahora en Granada. Inexplicable la voluntad de disolver una experiencia de participación abierta para sustituirla por una sopa de siglas en la que se mencionan algún partido que no existe en Granada o se cuenta doble lo que es una misma organización. O que se elija como socio preferente a un partido que a nivel andaluz saltó de coalición en coalición, que un día anuncia que está, al otro que abandona y después dice que vuelve, como si estuviera jugando al ahora me ves, ahora no me ves. El mismo partido que en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, donde es mayoritario, niega toda posibilidad de confluencia con nadie.

Insisto, la negociación debería centrarse en el proyecto político. Decidir si la unidad que se pretende es una opción estratégica o simplemente un movimiento táctico para la propia supervivencia. En el primer caso implica trabajar con la vista larga, reforzando el proyecto común, pensando únicamente en competir contra la abstención y con espacios políticos ajenos. En el segundo la unidad sería una mera etapa para buscar el propio reforzamiento y conlleva, inevitablemente, a la competencia interna entre los socios buscando mejorar sus propias posiciones.

Tras el 15M es impensable pensar que la candidatura no se elija a través de primarias abiertas. Como lo es incumplir los propios principios éticos, incluida la no profesionalización de la política. Porque si al electorado se le ofrece un código ético y un compromiso político de honestidad, éstos deben cumplirse, no porque lo exija la ley, que no lo hace, sino por pura coherencia y credibilidad. Todo lo demás solo conduce a acrecentar la desafección política.

Sería inexplicable que tras cuatro años trabajando juntos, con una experiencia satisfactoria, se acabe tirando todo por la borda en el momento en el que toca capitalizar y consolidar ese trabajo y llamar a más gente a participar en el proyecto, para aumentar la confianza del electorado y poder acceder a participar en el gobierno de la ciudad.
Sería imperdonable. ¿A qué se está jugando?.

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

Portavoz de Podemos Granada

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