Casos y Cosas de finales de año (III)
El ciudadano pobre, con la cara del indigente que ha sido inducido a menesteroso por el capitalismo tan feroz e inhumano, levantó la vista y miró al reloj que estaba ubicado en el frontis institucional del edificio municipal. -Son las once horas y 59 minutos- se dijo a sí mismo y al tiempo que se tiraba un pedo que no olía porque no había cenado nada de nada, pero que retumbó como un glorioso cohete con los bellos colores de la enseña nacional. Y cuando el reloj dejó de dar las doce campanadas, el pobre volvió a levantar la vista y contemplo los fuegos artificiales que resonaban en el cielo como una sinfonía de explosiones multicolores que demostraban fehacientes el enorme poderío económico del gobierno conservador que gobernaba y administraba en aquella monumental ciudad de pocos ricos y demasiados pobres. -Estos políticos hueros, con su cohetería pagada con los impuestos de la ciudadanía, son capaces de no dejarme dormir en un rato largo. Y porque después también comenzará machacona la música, las felicitaciones, el beber champán, los bailes con gorros, el sonido de los matasuegras, los besos y abrazos y todas las demás fanfarrias, parafernalias y lujos de los ricos que celebran la salida del Año Viejo y la llegada del Año Nuevo- se volvió a decir el pobre a sí mismo y mientras se cagaba por la diarrea en los pantalones al apretar para volver a tirarse otro pedo no oloroso. En España existen muchos millones de pobres y muy pocos millones de ricos, pero la Nochevieja es una tradición que hay que celebrarla aunque falte para el pan del día siguiente. No sé, lo escribo con sinceridad, si debo de felicitarles a ustedes el Año Nuevo que llega triunfal, según los que mandan. Y debido a que se pueden cabrear los ricos. O quizá los pobres. No obstante, eso, solo voy a felicitar a los pobres. Y porque no es de ellos el Reino de la Tierra. Es preferible ser dueño en la Tierra que en el Cielo.
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