martes 19 marzo
Opinión  |   |

El bien común

Han pasado las dos primeras semanas de confinamiento. Cada cual lo estamos viviendo con emociones y comportamientos diferentes. Hay quienes dedican su tiempo a los demás. Hay personas que temen al contagio. Hay otras muchas que ya están contagiadas o que, desgraciadamente, han pasado por el peor escenario posible y están sumidas en un dolor difícil de imaginar para quienes no lo hemos vivido de cerca.

También hay otras realidades en el ámbito de lo económico y de lo social: familias afectadas por la falta de ingresos, no ya solo por tener que hacer frente a una serie de pagos, sino también para sostener su propia economía doméstica; familiares dependientes; jóvenes sin acceso a internet que no pueden seguir el ritmo de la escuela a distancia; personas sin hogar… Son a quienes la crisis del coronavirus les penaliza doblemente, siendo más vulnerables a cualquiera de las situaciones imaginables.

Maslow desarrolla una teoría psicológica basada en una pirámide de necesidades, en la que en la base se hayan las más básicas relacionadas con la supervivencia como, por ejemplo, la alimentación. Quienes la tienen cubierta aspiran a la seguridad como segundo nivel, en el que se incluye la salud y el empleo. En los niveles superiores se encuentran la amistad, el reconocimiento social, el éxito o la autorrealización. El ser humano va escalando en la pirámide conforme sus necesidades se van cubriendo. Y para mi, aquí radican las diferentes visiones de una misma realidad, estereotipando comportamientos. Si analizamos la situación actual con lo propuesto por Maslow, quien tiene asegurada la alimentación y el empleo, centra su preocupación en la crisis sanitaria, incluso cuestionando la tardanza en algunas decisiones por parte del gobierno. Quien no tiene asegurado el empleo, prioriza esta necesidad a su propia salud, lo que le hace cuestionar el propio confinamiento. Quien tiene garantizada la su seguridad en todos los ámbitos, busca el éxito ayudando o, a costa del COVID-19, infundiendo temores como formas de reconocimiento. Son ejemplos de diferentes visiones y versiones de una misma realidad, entre las que también se incluyen quienes su compromiso ético no sigue patrones y se tiran al barro con todas las consecuencias.

Si diéramos por bueno el anterior diagnóstico, cada cual alumbra una parte de la realidad. Es deber de quien toma las decisiones considerar todos los factores, ver todo el espacio iluminado y valorar las consecuencias, intentando garantizar el máximo beneficio con el menor daño posible. Es evidente que quien observa la realidad desde su único foco, sin ver el todo, difícilmente comprenderá y aceptará decisiones que se salgan de su visión.

Vivimos un momento donde la amplitud de miras es clave. Es de buen o buena gobernante analizar la actual situación desde una triple visión sanitaria, económica y social; con el mayor compromiso ético posible y sin fisuras; y, por supuesto, con la máxima lealtad institucional y social que exige una realidad como la que estamos viviendo. Tengo la suerte de formar parte de un grupo humano donde militantes, cargos públicos locales y provinciales estamos arrimando el hombro en esa dirección. Con una actitud absolutamente propositiva, afrontando cada día con el compromiso y la obligación de estar con las personas más vulnerables sanitaria, económica y socialmente; con las que no tienen ingresos; con trabajadoras y trabajadores que ahora están en una situación extrema; con las autónomas y los autónomos o con quienes tienen alguna pequeña o mediana empresa y no pueden afrontar pagos. En definitiva, compromiso con una realidad poliédrica que nos exige el máximo de cada una y de cada uno.

En el ámbito estrictamente local, estamos solicitando las medidas de seguridad del personal municipal y contratado que está trabajando: ayuda a domicilio, mantenimiento, jardines, policía local, bomberos y transporte público; vigilantes de que sus puestos no se vean afectados cuando esta crisis finalice. Pidiendo la logística necesaria para que las personas sin hogar estén bien atendidas. Instando a ocuparse de los cortes de luz en la Zona Norte o Haza Grande, así como en la desinfección de los barrios. Canalizando algunos de los muchos movimientos solidarios y de ayuda al personal sanitario. Dando un servicio público para informar a la ciudadanía de sus principales dudas e inquietudes. Y, en paralelo, trabajando, ya, en cómo minimizar el impacto de la crisis en la ciudad a partir del día uno post Covid-19, con propuestas de un amplio calado social y económico.

Es vocación socialista ser parte de la solución a los problemas. No vamos a estar del lado de quienes ven a esta crisis como una oportunidad de escalar a la búsqueda de su éxito personal a costa del horror de los demás, sin filtros a la hora de difundir bulos o medias verdades que, tarde o temprano, se están demostrando que son mentiras completas. Nuestras energías no están ahí. Sí en la gente y con la gente, con humildad, discreción y máximo apoyo. Numerosos artículos han recogido en los últimos años que corrían malos tiempos para el bien común. Tenemos ante sí una oportunidad de refutar esta idea.

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Columnista
Jacobo Calvo

Secretario de Organización del PSOE de Granada capital y docente

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