martes 19 marzo
Opinión  |   |

El dilema del prisionero

La teoría de juegos es una forma que utiliza la economía para explicar una decisión con la finalidad de obtener un buen resultado teniendo en cuenta las decisiones que toman el resto de intervinientes en una situación concreta. Dicha teoría, además, permite diseñar una estrategia económico-política para salir bien de un problema determinado.

El mejor ejemplo que explica dicha teoría es el que se conoce como “el dilema del prisionero” y parte de la hipótesis que dos personas son detenidas por un delito menos grave que supondría a cada uno de ellos dos años de prisión, pero se sabe que han cometido un delito más grave, si bien, no hay pruebas suficientes. Ese delito acarrearía una pena de diez años de cárcel.

Para averiguar la verdad, la estrategia se sustenta en interrogar por separado a los prisioneros, proponiéndoles previamente, dos opciones. Guardar silencio o acusar al otro. Si los dos confiesan el delito, la pena de diez años se repartiría entre ambos (cinco cada uno), dado que no se sabría quién de los dos ha cometido el delito grave. Si guardan silencio, seguiría sin saberse cuál de ellos habría cometido el delito, por tanto, a cada prisionero, se le condenaría a dos años de privación de libertad, pues en un derecho penal democrático no cabe condenar sin prueba. Ahora, si uno acusa al otro y este se calla, al segundo se le impondrían los diez años de prisión. El primero quedaría libre.

Así las cosas, si ambos no hablan, solo podrían ser condenados a dos años y pronto alcanzarían la libertad. Es la opción más óptima. Estando en este punto, los prisioneros se encuentran en el patio de la prisión preventiva y acuerdan guardar silencio. Seguidamente, cuando ya vuelven a su celda cada uno piensa que el otro lo va a traicionar y entonces apechugará con los diez años. Llegado el día del juicio, los dos se acusan mutuamente, motivo por el que son condenados a cinco años de prisión cada uno.

Está claro, que desde el punto de vista de la economía el resultado descrito es el peor de los escenarios, porque cada agente económico ha pensado en sí mismo y en su exclusivo interés, provocando un pernicioso desequilibrio en detrimento de lo que podríamos llamar un óptimo de conjunto y/o global. Es a esto a lo que se llama “el dilema del prisionero”.

Poniendo en relación economía y COVID19, resulta que si cada uno protegemos nuestro propio interés, se obtendrá como resultado que la recesión económica originada por la pandemia se convertirá en estructural (cierre de empresas, despidos masivos y caída del consumo), para evitar esto, es fundamental intercambiar y compartir información y abrir el camino de la colaboración y la cooperación, para obtener el beneficio común. Todos ganamos aunque perdamos un poco.

Pongamos un ejemplo cercano. La restauración/hostelería de nuestra ciudad está muy disgustada, con razón, por la ausencia de soluciones complementarias. La gran mayoría de los establecimientos son pequeños, que reduzcan, sin más, el espacio de su actividad al 30% es, literalmente, llevarlos al precipicio, por eso, una parte de la solución, mientras dure el estado de alarma y la restricción de movilidad y horaria, sería que pudieran mantener, con las debidas prevenciones de seguridad, terrazas abiertas sin carga alguna para ellos y que el coste del servicio de basura se les redujera al 30% y/o el 50%, según el volumen del establecimiento. Esto se podría ampliar al pequeño comercio. De esta colaboración y cooperación, más el apoyo del presupuesto público local (hasta ahora ausente), que debe ser acompañado por el autonómico y el estatal, con la colaboración común de las empresas, no despidiendo a sus trabajadores y conjugando los ERTE, lo que actuaría a favor del consumo, la situación, aunque no idónea, sí puede ser soportable, porque sabemos que la pandemia tiene fecha de caducidad y su control será absoluto a partir de la vacunación de la población y, por supuesto, del fortalecimiento de la Sanidad Pública. Es cuestión de tiempo la derrota definitiva de la Covid, lo que es una diferencia muy notable respecto de la crisis de la especulación financiera, que sus efectos continúan y nadie es capaz de ponerle fecha de finalización. Solo la deuda por intereses es de vértigo.

Se trata, también, de una decisión política y de ejercer un liderazgo político y ponerse a trabajar todos en colaboración. No hablo del bien común, sino del beneficio común. No es tan complicado Sr. Alcalde, salga del dilema del prisionero.

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Columnista
Salvador Soler

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