martes 19 marzo
Opinión  |   |

La doctrina del shock

La doctrina del shock (liberalismo económico radical y desenfrenado) apareció allá por los años setenta, esto es, aprovechar las crisis para imponer cambios drásticos en la economía de los países en base a recortes y cambios brutales en los modelos productivos, mercantilizando cruelmente toda la relación productiva. Hemos conocido varias reconversiones industriales cuya finalidad ha sido desmantelar la industria en países como España en favor, primero, de la globalización y la deslocalización y ahora, la concentración en las grandes corporaciones de las economías nacionales.

Para conseguir esto es fundamental el adelgazamiento de la inversión pública a tal extremo que sea irreconocible, en el objetivo de asegurar la dependencia de políticas económicas que se dictan por las grandes compañías sin el debido control público. Para llegar a la situación idónea de desmantelamiento señalada, se idea por la doctrina del Shock un periodo transitorio (de amortiguación) en el que se establecen subvenciones públicas que se financian por instituciones públicas nacionales y comunitarias que tienen su fundamento en un supuesto apoyo al sector de que se trate.

Es el caso del sector agrícola del que se llega a decir en la actualidad que sobrevive solo por esas subvenciones (es la situación idónea de total dependencia que se quiere) que ahora se ven comprometidas por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Shock), momento de crisis que se utiliza para producir los cambios recortando esas ayudas que provocaran la quiebra de gran número de lo que podemos llamar la cadena productiva agroalimentaria, que en su origen ya sufre la dictadura del bajo precio que se le impone, lo que traerá consigo otro Shock, que no es otro que el desmoronamiento de una actividad estrategia que supone el 10% del PIB andaluz y el 10% del empleo total de Andalucía que es lo que genera la agricultura, la ganadería y la pesca de nuestra Comunidad, que aporta al Estado Español el 25% del valor de la producción nacional agraria y el 33% del valor añadido, superando los 10.000 millones de euros las exportaciones andaluzas. Este es el buen trozo de tarta que se persigue por quienes controlan el mercado desregulado.

Estamos, por tanto, ante un sector productivo potente que aporta sostén a la economía andaluza y española, pero que también es transcendental que al ser desarrollado por una agricultura y ganadería familiar es vital para la ordenación y cohesión de los pueblos andaluces, el mantenimiento de la biodiversidad y de nuestro paisaje, que sirve, entre otras cosas, para atajar el furtivismo y los vertidos ilegales.

Entre las medidas que se muestran muy urgentes para combatir el Shock se encuentra la regulación de los mercados y de los precios, siendo imperativo acabar con la especulación y la competencia desleal, modificando la Ley de la Cadena, que debe incluir medidas sancionadoras rápidas y efectivas contra las prácticas prohibidas como la venta a pérdidas o la figura del mediador en la negociación de los contratos, como de forma muy solvente proponen las organizaciones agrarias y ganaderas. Es del todo inaceptable e injusto que se impongan unos precios en origen a la baja, irrisorios, a la vez que los costes por energía, fertilizantes, piensos y los productos fito y/o zoosanitarios se incrementan desproporcionadamente al alza, generando, por un lado, un coste de producción insoportable y por otro, favoreciendo los ataques especulativos organizados contra la economía productiva general del campo. El gobierno español debe empujar en el sentido correcto y defender un sector tan estratégico para la economía española como la agricultura.

Andalucía es uno de los territorios más afectados por el cambio climático, cuyo impacto en la agricultura y la ganadería traerá graves consecuencias, conclusión a la que podemos llegar fácilmente por el área geográfica en la que nos encontramos, motivo por el que es de extrema urgencia la reducción de emisión de gases de efecto invernadero, a lo que puede contribuir un modelo agrícola que aplica medidas de adaptación a ese cambio climático, de lo contrario debemos prepararnos para lo peor y las consecuencias pueden ser demoledoras y no es alarmismo, es un hecho que avanza lento pero con paso muy firme y devastador, siendo inaplazable la aprobación de una Ley de cambio climático y transición energética, donde la agricultura familiar debe verse reflejada por ser, así mismo, un factor esencial de conservación y regeneración climática.

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Columnista
Salvador Soler

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