martes 19 marzo
Opinión  |   |

Política histórica

Muchas cosas han pasado desde el pasado 28 de mayo, día en el que se materializó con una firma entre los tres portavoces de los grupos políticos PSOE, PP y Cs, el Pacto de los Presupuestos, a través del cuál se lograba, dotar a la ciudad de Granada de unos presupuestos que superasen, al fin, la etapa del 2015, año en el que unos nuevos presupuestos vieron la luz en la Plaza del Carmen por última vez.

En aquellas fechas no pocos fueron los medios que usaron la muy manida palabra ‘histórico’ para definir ese momento. No creo sinceramente que fuese para tanto, y no pretendo negar ni mucho menos el valor que aquel acuerdo tuvo, que no es poco, sino que la política debe ser siempre el ejercicio de una negociación encaminada a lograr la satisfacción de un interés superior y general. Eso no debe ser histórico. Desgraciadamente, PP y Cs, también Izquierda Unida, rechazaron la oportunidad de alcanzar ese fin durante el mandato anterior, negando el pan y la sal al gobierno de Paco Cuenca, más preocupados de sus cuentas electorales que de satisfacer la necesidad de un Ayuntamiento que precisaba de un plan ‘renove’ en sus cuentas con urgencia. Curiosamente, a esas tres fuerzas políticas les fue muy mal en las elecciones municipales de mayo del 19. El PSOE, por el contrario, fue el gran triunfador de aquella jornada, por mucho que la aritmética electoral dibujase caprichosamente otro escenario, legítimo, sin duda, aunque estrepitoso.

Tal vez aquel resultado, o quizás la imperiosa necesidad generada por la crisis del Covid, la realidad es que desde el 28 de mayo se sabe que Granada contará con unos nuevos presupuestos, algo que ha sido posible gracias a la generosidad de un PSOE que, lejos de pagar con la misma moneda, ha mostrado a sus rivales en el pleno del Ayuntamiento que ni en política todo vale, ni que toda la política es igual, ni que todos los representantes públicos son iguales.

Dicho esto, hemos llegado a la última semana de julio con una situación extraña, pues a pesar de que el PSOE ha hecho todo lo posible para la viabilidad de los presupuestos, en el bipartito poco o nada se ha movido. Desde el pasado 28 de mayo, el Grupo Municipal Socialista ha exigido, ha negociado, ha reclamado, ha demandado, ha ofrecido soluciones. Pareciera como si para estos dos partidos de la derecha les hubiese bastado con la foto del 28 de mayo. Esto no deja de ser una evidencia más de la incapacidad y de la parálisis de este equipo de gobierno, superado por las circunstancias e incapaz de rematar a meta vacía un balón franco puesto por la defensa rival. Y así hemos llegado unos días antes del pleno ordinario de julio, último del presente curso, llegando con un proyecto de modificación presupuestaria en el que se recogen todas las demandas socialistas para favorecer a las familias, a los comerciantes, a los autónomos, a los hosteleros, al funcionariado municipal, que se ha trabajado en una comisión extraordinaria que llega sobre la bocina. Todo parece recordar a esos malos estudiantes que prefieren estar ociosos durante el curso, que dejan todo para el final y que luego presentan sus trabajos tarde y mal. Pero esa es su responsabilidad, no la nuestra, y a ellos habrá que exigirles las razones de su mal proceder.

El caso es que este mes de julio, de manera literal, va a terminar con la aprobación definitiva de las cuentas públicas para la ciudad de Granada, las cuales han sido definidas como “socialistas” por Vox, el partido que tanto ladra y que tan poco hace, y de apocalipsis infernal por el portavoz de Adelante Andalucía, más preocupado de otras cuestiones que de arrimar el hombro con postulados progresistas. En honor a la verdad, entre los dos extremos dibujados por las dos formaciones que están en los extremos, hay un trecho muy amplio que recorren unas cuentas públicas que, a nadie se le escape, nacen con la vocación de convertirse en el flotador inmediato de cientos de familias que, a día de hoy se van a pique por culpa de todas las derivadas que nos ha impuesto la pandemia sanitaria. Cuentas que, como ya se ha dicho, quieren poner en el bolsillo de esas familias, de manera directa e indirecta, ayudas económicas y financieras para encarar esta primera parte de la crisis. Si eso es un presupuesto “socialista”, no seré yo quien le niegue el valor a esa palabra, cargada de historia y ataviada de valores tan constructivos como la solidaridad o la justicia social; si eso es un presupuesto apocalíptico, quizás haya que explicar a quien eso afirma que el apocalipsis está en el hogar de miles de personas que, en estos momentos lo han perdido todo.

Lo que unos y otros parecen olvidar es que el gesto del PSOE obedece a una máxima que en política muchas personas han olvidado y que, al menos en nuestras filas tenemos muy presente. Ha sido la sociedad granadina la que nos exigió, nos ordenó alcanzar un acuerdo. Granada fue taxativa, “aparquen sus diferencias y trabajen por Granada”. Eso, que no es más que escuchar (la escucha es la gasolina de la política), fue lo que el PSOE hizo, siendo muy conscientes de que, incluso haciéndolo, el propio gobierno ha puesto en peligro todo por incapaz. Quien critique eso, dicho con todo el respeto, parece no entender nada de lo que sucede en esta compleja y extraña realidad. Y quizás, lo histórico sea que, al fin, se puede comprobar que desde la oposición se puede ser también útil a la ciudadanía.

Después del verano, se abrirá un nuevo curso y otra nueva etapa.

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Columnista
José María Corpas

Concejal del Grupo Municipal Socialista y Secretario de Política Municipal del PSOE de Granada capital

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