domingo 5 mayo
Opinión  |   |

Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González LV) (13-10-2015)

El ciudadano perruno Igor González (LV)

El ciudadano perruno Igor González, discurre infeliz por las calles granadinas como si fuese un político al que lo han dejado en la famosa cuneta de no ir en una lista electoral. Y porque el político en cuestión es honrado. Un político que mientras lo fue, trabajó a favor del pueblo soberano y no para los intereses partidistas de su formación política. A estos políticos, normalmente, los mandamás de los sótanos del poder los dejan en esas cunetas llenas a rebozar de muertos públicos. El perruno ciudadano, siempre despistado, camina ladrando para sus adentros por calles y plazas. Va a recoger su maná con forma de relato, ese que su señor padre todos los días le cuenta para que él después lo agregue a esa novela insignificante que está escribiendo y publicando, los lunes y viernes, en un diario digital que no es invisible por mucho que se empeñen de que lo sea esos que son los culturetas oficiales y oficiosos de esta Granada. Una Granada que solo es una ergástula porque está dirigida culturalmente por unos envidiosos que se creen en posesión de todas las verdades culturales. Y que no son más que unos zurupetos que solo luchan, como fenicios insaciables, por el vil metal que los hace poderosos. Aunque también los convierte en unos mercachifles con el culo en pompa. Demasiados culos en pompa que se creen estar tocados por el sobaco de los ángeles custodios. Demasiados mercaderes de las letras y de los vocequibles. Y lo que falta en esta ciudad son esos campesinos que cultivan las letras para solaz y cultura del pueblo soberano y no de pequeñas élites de macatruques que siempre aspiran a los dorados pesebres económicos que regalan, a cambio de la lealtad incondicional, los partidos políticos del bipartidismo.

-Que me chupen un huevo y la yema del otro. Que les vayan dando por mitad de sus culos culturetas. La inteligencia y la creatividad y el academicismo no se miden por los puestos de trabajo a los que algunos han accedido de forma que había que investigarlos. Esta ciudad está manejada por demasiadas seseras hueras- le comenta a su señor padre el ciudadano perruno Igor González.
-Querido hijo. ¿Y cómo todavía no estás curado de esos esperpentos culiculturetas que han puesto su oscuro ano, sus escasas ideas y sus politiqueos al servicio de ascender en el puto escalafón, en sus vertientes sociales, económicas y culturales, que manejan los políticos? Pasa olímpicamente de ellos. Ser un invisible cultural te da la ventaja de no estar etiquetado ni de ser un servidor gregario de esos políticos, muchos tan corruptos, y que de demócratas tienen lo que yo de democrático. Yo soy un fascista y no lo escondo. Y voy a empezar a relatarte el relato de hoy, pero antes nos vamos a beber una botella de Vega Sicilia y nos vamos a poner ciegos de jamón alpujarreño y de queso manchego- le contesta el progenitor del perruno, un militar ya retirado para bien de España y porque fue uno de los ganadores de la cainita guerra civil española, esa que se llevó por delante a tantos españoles demócratas y republicanos que murieron porque amaban la libertad, algo democrático como lo que ahora realiza el perruno ciudadano.

“Soy prostituto. Y lo soy porque todavía no he encontrado un trabajo que esté relacionado con la disciplina académica que cursé. Y que realicé licenciándome en la universidad. Yo estudié Matemáticas, como mis padres me indicaron por obligación, pero aún no he encontrado un puesto de trabajo que esté relacionado con mi licenciatura ya realizada, y que terminé con un excelente expediente académico. Y también he realizado el doctorado. Y soy poeta invisible. Aunque es muy frustrante lo de estudiar como un loco y no encontrar trabajo al terminar la carrera cursada. Y empecé a prostituirme. Y cuando ya estaba totalmente cansado y desesperado de ir de puerta en puerta, de empresa en empresa y de oposición en oposición y no encontrar la salida que deseaba para ingresar en el mundo laboral. No tenía experiencia laboral. Y no fui capaz de aprobar unas oposiciones para enchufados de antemano. Yo no tengo enchufes. Mi padre fue guardia civil. Y mi madre estuvo siempre al servicio de sus labores. Así, de esta forma, nadie accede a un puesto de trabajo por oposición. Y la mujer con la que convivo, también licenciada en Matemáticas y en Física, al tener la misma suerte que yo, es una mendiga que pide todos los días algo de limosna en las calles de la ciudad. Y sin molestar a nadie en absoluto. Mi compañera se apoya en una esquina y extiende su mano con cuarenta y tres sobresalientes en sus dos carreras. Y sin hablar una sola palabra. Yo también saqué en mi disciplina académica unos cuantos sobresalientes. No los recuerdo bien, quizá más de veinte.

-Hasta luego cariño. Me voy a la Carretera de Jaén. Y a ver cómo se da el día. Hoy viernes, espero que las clientas sean más numerosas. Los viernes, como es ya fin de semana, las damas con palidez y desconsoladas se tiran a la calle con ganas de pasar un buen rato. El otro día, además de copular, le enseñé a una dama de alto copete como va lo de los logaritmos neperianos. Me dio propina. Y me dijo que quizá podría darle clase de matemáticas a su hija de diecinueve años que va harto lenta con los problemas matemáticos, pero que de follar con ella nada de nada. Me puso una cara... Que no lo pases muy mal, cariño- le dije a mi compañera.

-No sé cómo me irá. Espero que no me digan muchas barbaridades los viandantes, sobre todo los masculinos que se pasan un montón de pueblos con eso de `con tu cuerpo nena, yo era una tía montada en el euro. Y con un apartamento puesto a mi nombre por un marqués’. Las paseantes, damas muy bien vestidas y educadas y religiosas, supongo, lo que suelen decirme es ‘pobrecilla, una chica tan mona y pidiendo en medio de la calle’. Un día de estos me cago en sus muertos. Y les saco los ojos. Ten cuidado cariño, ya sabes como están las cosas, que uses condón. Un beso, y hasta luego- me contestó mi compañera.

La ciudad rompía de bella. Y acaramelaba, con puestas y salidas de sol, los ojos de los extraños viajeros y de los ciudadanos que allí residían hechizados y felices. Era una ciudad mediana y solapada a tientas con la inmovilidad carpetovetónica. Ciudad de extraños hechizos espectaculares. Una ciudad de relámpagos con tradiciones tradicionales. El crisol de lo antiguo que es laguna inmaculada en el tiempo. La llama viva de una hoguera que quema con un retintín muy inquisitorio a los incautos que aman la modernidad. Una ciudad para vivir en ella, pero cuando antes los bárbaros la hubieran arrasado a sangre y fuego sin destruir su monumentalidad acrecentada por los siglos coloridos de otros moradores más inteligentes. Era un día espléndido. Yo tenía muchas clientas. Y suponía que a mi compañera la habían socorrido con esplendidez.

Nos encontramos mi compañera y yo en las dependencias muy confortables de la policía local. Mi compañera denunciada por mendiga y yo por prostituto. Ambos reincidentes. Fueron bastante amables los agentes de la policía local. Y nos proporcionaron café”.

Ya de vuelta a su apartamento de alquiler, el ciudadano perruno es un español que es marxista, republicano, culto y aristócrata que está en riesgo severo de exclusión social porque siempre está trabajando en el límite de la pobreza, se dice así mismo que todo aquel que manche el nombre de su padre, equivocado en su tiempo, le saca la yugular a bocados. Y por una razón de simple biología humana, el perruno no pudo elegir a sus padres por razón obvia. Y al igual que tampoco los pueden elegir los nuevos fascistas que son unos corruptos, esos que campan adocenados por sus respetos en la vida pública española actual. El ciudadano perruno está, en estos mismos instantes del reloj, tirado cómodamente en el sillón que es su favorito. Ese que está ubicado en el salón pequeño del apartamento de alquiler, una estancia que se parece a una pequeña república añorada y ordenada. El perruno está escuchando solemne a Mozart. Ahora el oscuro y bello anochecer ya llega mucho más pronto. El otoño de luces tan bellas se ha aposentado como la estación en la que el frío aparece sin mediar palabra alguna. Silencioso. Los ocres amarillentos se han apoderado del verdor de las hojas de los árboles. Las primeras nieves albinas han caído en las altas cumbres de Sierra Nevada. Los pájaros han emigrado a lares más cálidos. Ya se abren paso los guisos potentes que simplemente son pucheros de la dieta mediterránea. Y el ciudadano perruno Igor González, se afianza en la idea fetén de que se la chupen todos los que son culos parlantes políticos, los que son sirvientes fenicios del capital, los que afinan todos los días su gregarismo para poseer un pesebre económico y los que ponen el culo en pompa para escalar como lerdos trepas. El perruno ciudadano es un ser libre que escribe totalmente libre. Es un ciudadano republicano que no esconde su republicanismo. Ni su decencia al ser un luchador por las libertades individuales y colectivas en un país de gentes acobardadas que solo aspiran a llegar a ser unos burdos burgueses tan acomodados como el perro favorito y faldero de un jodedor marqués engominado y cacique que todavía posee el increíble derecho de pernada. Son esos ciudadanos españoles a los que los socialdemócratas les hablaron de lo del café para todos, una mentira política enorme porque solo toman café los elegidos hombres públicos por los mismos ciudadanos españoles. Unos españoles que padecen calamidades sociales y un desempleo feroz. Son ciudadanos que no viven de pie, y ya que se tienen que arrodillar ante los poderosos, como en el asesino franquismo, para poder sobrevivir sin la dignidad necesaria. Una dignidad que debe de ser democrática. Y sigue el perruno escuchando casi amodorrado a Mozart. Y el sueño reparador lo invade.

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