lunes 29 abril
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González IV) (20-3-2015)

El ciudadano perruno Igor González (IV)

 

El perruno ciudadano elevó su ceja izquierda tan despacio y deslumbrante como sale el astro sol todas las mañanas por Oriente. Estaba viendo el informativo televisivo de las ocho de la tarde de una cadena con fama de televisión seria, objetiva e independiente. Aunque su ceja derecha también comenzó a elevarse como un globo sonda que asciende al etéreo buscando datos científicos. E igualmente a la misma vez, el perruno se estaba interesando, le estaba prestando supina atención, por lo que decía la presentadora y los off de los variados protagonistas, esos que en las noticias se dedicaban a decir lo mejor de sus mentiras sin inmutarse, y porque la honorable campaña electoral ahora echaba rayos gruesos, chispas estilizadas y llamaradas interesadas en su recta final. La boca del ciudadano perruno Igor González, hasta esos momentos cerrada a cal y canto, comenzó ha abrirse como la enorme puerta del castillo de un ogro de cuentos infantiles. Un orate candidato, tan serio como una ristra de ajos, acababa de prometer todo lo que otro candidato de su misma formación política ya había prometido antes en las elecciones de cuatro años otrora, y que se refería la promesa a crear tantos puestos de trabajo como arenas tiene un desierto que se precie de ser un glamoroso y eficaz erial arenoso en toda la extensión de la palabra y en bastantes cientos de kilómetros cuadrados. El perruno comenzó a levitar y a reír estruendosamente. Se orinó en la bragueta. Aunque con el suficiente cuidado para que no se le rompiesen las ternillas. Y ya que la presentadora, tan bella y bien ataviada como una diosa menor errática, también tenía una cara de estar riéndose para sus adentros con la promesa del líder que lideraba la cerrada lista electoral del partido conservador y progresista a la misma vez. Y ya que en España, maldita sea camuflar las ideologías políticas o hacer con ellas simbiosis políticas, la vida pública es simplemente un coñeo impresentable que tiene muy poco de democrático y mucho de dictadura democrática. El ciudadano perruno tenía la entrepierna totalmente húmeda por la exuberante meada que le había aflorado por la promesa electoral oída en la televisión. Y mientras el perruno intentaba poner orden en sus pantalones orinados por reír como un loco, su móvil comenzó a sonar como otro demente que delira orate con un hermoso tono vehemente, y vibra suave como una serpiente en el bolsillo y emite una débil señal luminosa que no es faro de veleros que surcan los variados mares con un despiste total.

 

-Dígame- dijo el perruno con la voz de un deán catedralicio que está aburrido y que hace un crucigrama chino en idioma pekinés.

 

-Tío, soy yo.  Soy tu amigo Ricardo. ¿Has visto y oído las noticias de la cadena Pincha y Corta de las ocho de la tarde? Que buena está la presentadora. ¿Y qué te parece la promesa electoral del candidato número uno de la lista de los conservadores que a la misma vez son progresistas, esa que ya habían realizado hace cuatro años y que la han retomado ahora como novedosa promesa electoral estrella en estas flamantes y nuevas elecciones autonómicas?- le dijo al perruno su amigo Ricardo, ese gran amigo fiel que siempre es hermano que no apuñala por la espalda.

 

-Ya. Se creen que somos párvulos de colegio, los votantes, y que no recordamos las promesas anteriores. Y porque en realidad, están seguros de ello, los políticos creen que la política a la ciudadanía le importa tres cojones. Van ahora a crear más puestos de trabajo que en los cuatro años anteriores. No tienen memoria política, los políticos. Aunque los ciudadanos votantes tampoco la tienen. No tienen el mayor recato al decir su palabrería electoral, y nos mienten con un cinismo escalofriante. Son unos hijos de mamás ligeras de entrepierna. Los va a votar su puta madre. Llevo sin votar tres veces- le contesta el perruno a su amigo Ricardo.

 

-Oye tío, haber si quedamos y nos tomamos unas cervezas en los sitios esos, los bares con tanta tapa, a los que van las nenas ancianas de veinte años. Y al mismo tiempo rajamos de las formaciones políticas de ideologías planas y corrupciones múltiples- le vuelve a decir Ricardo al perruno.

 

-Llámame en la semana que viene y nos vemos. Tengo muchas ganas de estar contigo de cháchara. Y también de observar de cerca a las nenas ancianas mayores de edad, esas de dieciocho a veinticinco años. Aunque quedamos solo tú y yo, no tengo ganas de estar con cantamañanas que nos pongan los oídos locos y las neuronas orates. Aunque no creo que se nos aparezca la Virgen con un milagro al intimar con señoritas abuelas de veintitantos- le replica el perruno ciudadano a su amigo Ricardo.

 

Existe una quietud, una paz romana, envidiable adentro del apartamento de alquiler del ciudadano perruno Igor González. Allí el silencio se aprecia en demasía por el perruno. Y no es que al perruno le disloque oír hasta el vuelo de las moscas, y ya que a él lo que le mola es el silencio constructivo porque normalmente está escribiendo y necesita que las moscas volando se hagan notar para mandarlas, abriendo las ventanas, a pasear por los aires. El ciudadano perruno también gusta del silencio cuando escucha ensimismado y atento a Mozart. Aunque tiene la mala suerte de tener como vecinos de arriba a unos verdaderos cafres que predican por calles y domicilios particulares su errática confesión religiosa, según los católicos, y porque también están especializados en hacer terribles  ruidos al mover sin educación cívica los enseres y mobiliario. El ciudadano perruno se parte el pecho  y las ternillas al pensar que semejantes criaturas tengan la osadía de ir a predicar su confesión religiosa cuando no son capaces de tenerle respeto a sus propios convecinos. Es una incongruencia terrible que semejantes energúmenos prediquen sus peregrinas ideas religiosas. Es un día precioso. Una jornada maravillosa en la que el ciudadano perruno Igor González se ha reído a sus anchas con las desventuras políticas de su país. Aunque todavía tiene el pantalón mojado con sus orines  producto de la risa. Existe en el apartamento del perruno ciudadano un olor extremadamente apetitoso, y ya que el perruno ha comenzado a calentar un arroz caldoso que cocinó el día anterior. Y con el que va a almorzar para quitarse esa hambre también perruna que le da siempre a las 3 de la tarde. Es el arroz que le sobró. Un arroz caldoso que levanta a un moribundo.

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