viernes 3 mayo
Opinión  |   |

Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González LIII) (5-10-2015)

El ciudadano perruno Igor González (LIII)

El ciudadano perruno Igor González se ha sacado un moco tan enorme como una liana de las que usaba Tarzán en sus desplazamientos por la selva africana. Y lo ha pegado ufano y democrático en la esquina de una vivienda señorial de la calle por la que transita camino de la mansión de su señor padre. Como todos los días, el ciudadano perruno va esquivando las cámaras instaladas por el ayuntamiento de la ciudad para captar a los pintamonas y a los ciudadanos que pegan mocos porque afean las fachadas. El perruno va a recibir de su padre, de forma oral, el relato de este día. Ese que lo graba con una grabadora japonesa. Hay en el ambiente una cierta crispación. Y porque las elecciones generales ya ha dado a conocer su fecha el presidente del Gobierno. Y dicen que las puede ganar un partido político que está a la derecha de los conservadores que son muy de derechas. El perruno camina despacio y observando cauteloso por si se encuentra una cámara que lo vigila. No gusta el perruno ciudadano de las vigilancias. Tampoco le gustan los churros con anís ni los boquerones fritos con café con leche. Es bastante raro el perruno.

-Hijo mío. Este relato lo escuché ayer cuando me tomaba un café solo con un buen chorreón de brandy jerezano en un bar para gilipollas. Y comienza así…

“Picoflauta paseaba por la ciudad. Y la ciudad lo acompañaba de la mano. Iba Picoflauta feliz cogido de la mano de la ciudad. El día era radiante. Los perros meaban en las esquinas y cagaban en las aceras. Y sus dueños muy felices les daban galletas para chuchos con sabor a hueso. La ciudad prosperaba hacia el infinito. Y los ciudadanos, cada vez estaban más satisfechos con sus gobernantes. Una ciudad cualquiera, es la clara y nítida imagen de sus gobernantes. Picoflauta iba vestido de juglar. E iba cantando canciones de amor y virtud cuando a lo lejos observó a uno de sus gobernantes de la ciudad rodeado de guardaespaldas armados hasta los dientes. Y se encaminó hacia él.

-Señor gobernante, que Dios le guarde y que sus guardaespaldas lo vean. ¿Usted es el concejal de Dimes y Diretes? Mire usted, yo tengo un diretes que comentarle. Resulta, que mi casa tiene unos terribles fantasmas azules que me tiran de los pelos de la cabeza. Y de esos pelos que están algo más abajo y junto a los mismos cojones. Y siempre lo hacen por noche cuando ya estoy dormido como un bendito. ¿Cómo me puede amparar la administración pública?– Picoflauta, le preguntó al hombre público.

-¿Usted quién es? ¡Que lo detengan! Y que lo pongan a disposición de la autoridad competente- le contestó el concejal a Picoflauta y le ordenó a sus guardaespaldas preferido, un policía municipal de dos metros para arriba y tres metros de ancho.

-Soy un ciudadano feliz que paga sus impuestos municipales. Y que gusta de los cánticos de amor y virtud. ¿Cantar por la calle es delito de convivencia? Soy un hombre sencillo que no le hace mal a nadie. Y menos aún con mis cantos de amor y virtud -le replicó Picoflauta al concejal de Dimes y Diretes y mientras esperaba una gran paliza de los guardaespaldas o del policía municipal como un armario.

-Yo soy el concejal de Dimes y Diretes, sí. Y usted debe de seguir el curso reglamentario. O sea: escrito al canto y con las pólizas correspondientes. Yo no estoy para fantasmas azules. Yo estoy para las réplicas a los ciudadanos y ciudadanas. No estoy para historietas de martinicos azules ni duendes celestes. Yo soy un hombre público muy atareado. Ustedes, detengan a este individuo y lo ponen a disposición de la autoridad competente. ¡Me oyen ustedes!- espetó el concejal de Dimes y Diretes a Picoflauta, y volvió a ordenarle a sus guardaespaldas que lo detuviesen.

Sólo puedo decir “socorro” Picoflauta. Y ya que le taparon la boca y lo molieron a palos. Despertó en un lúgubre calabozo con el todo el cuerpo magullado. A los tres meses, llego un funcionario y le dijo que su causa todavía tardaría diez años en ser juzgada. A los nueve años, el mismo funcionario llegó y le dijo a Picoflauta que el concejal de Dimes y Diretes había sido cesado por conducta indecorosa y por sus dimes y diretes. Y que su causa, por tanto, expiraba en ese mismo instante. Que mañana por la tarde lo dejarían libre. Picoflauta bostezó y le dijo al funcionario que se fuera a la puta mierda.

-El dictador Principal ha muerto de muerte natural. Y todos los presos comunes, políticos y sin catalogar como usted van a ser puestos en libertad. Ha llegado la democracia. Y me van a bajar el sueldo. Aunque me han prometido que me podré presentar en las listas del partido conservador cuando se convoquen las Elecciones Generales. A la Concejalía de Dimes y Diretes, ahora la llaman de la Convivencia Ciudadana- le comentó risueño el funcionario a Picoflauta.

-A la mierda el dictador, usted y la Concejalía de la Convivencia Ciudadana. Me han quitado más de nueve años de mi vida por preguntarle a un payaso político que cómo se podían erradicar de mi casa unos fantasmas azules que salían por las noches... ¡A la puta mierda todos! -vociferó Picoflauta.

Ahora, Picoflauta no canta canciones de amor y virtud por las calles y plazas. Es guardia urbano y dirige el tráfico en una céntrica confluencia urbana de la ciudad. Sigue soltero. Bebe anís con batido de chocolate. Sigue comiendo espárragos con mahonesa y crema de anchoas. Se ducha dos veces al día. Coge la pistola con la mano izquierda y el pito de pitar con la derecha. Es hincha del Barça. Y algunas veces fuma porros. Nunca ha tenido novia. Se ha enterado que el famoso déspota y ex concejal de Dimes y Diretes, ahora dirige una sala famosa de alterne VIP en Moscú. Y que éste sigue rodeado de guardaespaldas armados hasta los dientes.

La vida es una constante sorpresa. Aunque Picoflauta se va de señoritas públicas, putas o meretrices que cobran en metálico y bajo abrigo, no en la jodida calle, los lunes y los viernes de todos los meses del año. Hay que ahuyentar a los fantasmas con señoritas casquivanas, parece que le dijeron a Picoflauta en una iglesia del centro de la ciudad. Picoflauta está hecho una flor física y mental, aunque no se le han olvidado los años de prisión fantasmal por los fantasmas azules de su casa. Y es todo feliz, porque vota al partido conservador. Y yo conocí a Picoflauta en un bar para idiotizados. Picoflauta iba de paisano. Bebía anís con chocolate. Y me empezó a contar su azarosa vida. Yo lo recuerdo siempre porque iba de paisano y llevaba un laúd y un gorro de bufón juglaresco. Me dijo ese día, el día que lo conocí en el bar de idiotas, que se llamaba Picoflauta porque su madre tenía un canario belga amarillo encerrado en una preciosa jaula y que trinaba como Dios. Y al que su madre adoraba por sus límpidos y sonoros trinos. No me dijo que su padre fue el canario belga, pero yo deduje que sí”.

El ciudadano perruno Igor González no ha tenido más remedio que ir al bar para idiotas. No se creía que existan bares para gilipollas. Aunque ha cambiado de opinión al poco rato de estar en la barra degustando una cerveza sin alcohol y zampándose una concha de ensaladilla rusa con gambas. Ya está totalmente de acuerdo con su señor padre, el bar en el que está dando cuenta de la cerveza sin alcohol y de la ensaladilla rusa con gambas es para políticos, memos y orates. El perruno ciudadano es de esos que sostiene que son gilipollas todos los que tienen cara de gilipollas y más del sesenta por ciento de los que no la tienen.

Publicidad

Comentarios

©Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta noticia sin autorización expresa de la dirección de ahoraGranada
Publicidad
DÍA A DÍA
Desarrollado por Neobrand
https://ahgr.es/?p=49691