martes 30 abril
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González V) (23-3-2015)

El ciudadano perruno Igor González (V)

 

Caminaba despacio el ciudadano perruno sin prisa alguna por los campos que rodean a la minúscula localidad en la que habita. Para sus adentros iba renegando del l reloj, esa arma cargada sin futuro porque hace que, antes o después, todos muramos y sin remedio alguno. El ciudadano perruno se había levantado un poco más tarde de lo acostumbrado a diario, y este retraso le cabreaba. Iba andando casi ensimismado, pero atento a todo lo que se podía mover a su alrededor. No tenía interés alguno, aunque no era asustadizo las sorpresas no le apetecía nada en absoluto, que una pequeña sabandija, llámese serpiente rastrera, rata de un endrino pelaje o lagarto de color azulado y verdino, le pudiesen dar un desagradable y pequeño susto al salir el animal de huída con los pasos paseantes del ciudadano perruno Igor González. El sol ya calentaba en su ascenso. Y las montañas se habían iluminado con verdes colores de pinos y acerados grises de dolomías. Aunque en el valle todavía los rayos solares eran tan tenues como los sembrados que emergían en las pequeñas huertas. El frío era inexistente. A las nubes oscuras se le había puesto falta de asistencia en las alturas. No llovía por falta de ellas. Y el cansino viento soplaba sin las estridencias de ser un ciclón desbocado. El ciudadano perruno, paseaba impertérrito por la belleza del valle. Nadie en aquel sábado trabajaba en las huertas. Aunque de las chimeneas esbeltas de algunas edificaciones campesinas, salía ese humo tan espeso y  blanquecino que delataba que dentro de ellas había gentes ya levantadas que faenaban. Ahora ya es primavera, y el perruno ciudadano está de un buen humor que no cánido.

 

El perruno observaba los ínfimos cortijos esparcidos por el valle con la intención de saludar a algunos de sus moradores, pero en un sábado a la salida del sol todavía nadie se asomaba a contemplar como los ralos rayos solares derretían la acuosa escarcha de una noche primaveral que todavía fue fresca porque los cielos habían estado despejados. Los pasos del perruno eran sosegados y sin descanso, pretendía llegar al pantano que se ubicaba al final del valle, y como meta de su mañanero paseo. Llevaba una mochila con agua y algunos alimentos que tomaría después, y cuando viese un paraje que le llamase mucho la atención por su belleza o por el relax que produce la naturaleza apacible con sus verdes y silencios. Allí había paz. También se producía un candido hechizo de bella soledad. Los pájaros volaban o se posaban en las ramas de los árboles dando a conocer sus variados trinos. Olía la hierba a naturaleza inmaculada, esa de los primeros días del planeta, y los animalillos minúsculos, los insectos de todos los colores, sobrevolaban los arbustos como helicópteros a los que le zumbaban sus motores. Todo era tan apacible y sincero como un edén cierto que está a medio camino entre el sueño y la cierta realidad.

 

-Quizá esto sea lo más parecido a lo bellamente bucólico que relaja como un masaje de una solicita japonesa de expertas manos o como el amor infinito que te da una joven y bella mujer que está enardecida porque se ha enamorado de tu cuerpo y de tu mente. Esa joven que en la cama es una fiera salvaje que te devora sin darte la menor oportunidad de escapar a sus encantos, y aunque se produjese la fatalidad de que tú no amases al sexo contrario por castidad o por locura manifiesta- se decía a sí mismo el perruno, y mientras el paisaje lo embriagaba.

 

Y cuando el ciudadano perruno Igor González emprendió el corto viaje de vuelta a sus lares íntimos y propios en la pequeña localidad que habita en el propio valle, ya el sol lucía en lo más alto de un cielo que se desvivía por agradar a todos los caminantes y a todos aquellos que cocinaban en las explanadas arboladas de las afueras de los cortijos. El perruno ahora caminaba raudo y veloz por las sendas repletas de una floresta con sus encendidas flores abiertas. También escuchaba los cantos de las aves que buscaban a sus compañeras para aparearse. Al sonido del viento cantarino. A los gritos de los niños que jugaban sin descanso. Y a las nítidas altas voces paternales de sus progenitores que los requerían para el festín arrocero que habían cocinado a base de fuego lento de almendro.

El perruno ahora caminando rememora con cariño y nostalgia, mientras está de vuelta a su hogar con la prisa de los hambrientos, a su padre y a su madre. A su madre como otra flor delicada, casi de porcelana china, que jamás fue capaz de valerse por sí misma. Y a su padre que fue un militar que ganó una guerra civil y fue miembro funcionario de un  régimen autoritario sustentado por una dictadura feroz y asesina. Ya el perruno divisa a su pequeño pueblo enquistado en un paraje que posee por el sur una montaña encantada y por el norte la hendidura horadada por un río pequeño que la ha excavado a base de discurrir un agua cristalina, producto del deshielo de unas montañas superiores que son reserva de nieves cuasi perpetuas y que son también sostén de los riegos de las huertas feraces del valle. El ciudadano perruno Igor González, a paso marcial sin ser militar, ya  lleva un tiempo avistando la pequeña población casi deshabitada por este sábado que es día de reflexión electoral, y que en todo el domingo de mañana será urnas para votar el futuro gobierno autonómico. El perruno caminante todavía no tiene seguro su voto. Ni tampoco si irá a votar. Existe un desencanto en el ciudadano perruno que lo hace dudar. La corrupción política y empresarial, la pérdida de libertades, los recortes en el Estado del Bienestar y el desempleo existente son los culpables de los desencantos del perruno. Aunque el perruno ciudadano Igor González, continúa luchando. Lucha denodadamente desde su trabajo periodístico y de escritor, aunque en su país, España, a los luchadores  por todas las libertades democráticas y por la honestidad política los llaman envidiosos, desnortados, resentidos, peligrosos, reconcomidos, celosos y políticamente incorrectos. Al perruno todos estos epítetos se le dan igual, y porque seguirá luchando con denuedo.

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