domingo 28 abril
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Relatos cortos sin recortar (Recuerdos solitarios) (21-7-2014)

Recuerdos solitarios

Alargó su mano y cogió en portarretratos que estaba en su mesilla de noche. Sus padres estaban con él en la fotografía. Su madre con su carita de dama antigua que nunca había roto un plato. Su padre con su espléndida altura y su gorra inglesa de cuadros. Y él con una barba franciscana pelirroja y una camisa de color amarillo intenso de manga corta. La fotografía la había sacado su ahora ex mujer, y los había inmortalizado a los tres en una mañana del verano de 1981. En aquellos tiempos todavía todos ellos se querían y se soportaban, algo que cambió poco después cuando él y ella se divorciaron porque no eran capaces de soportarse el uno al otro. Y además, porque ella se enamoró de otro que sabía mentir muy bien. Él volvió a dejar el portarretratos en el mismo lugar de la mesilla de noche, y se acostó con la sabiduría del que vive solitario. Las nostalgias no existen.

Sentado en su sillón preferido y escuchando solitario a Mozart, un recuerdo pertinaz le llegó con forma de agradable rememoración. Ella tenía puesto su bikini blanco. Y sus glúteos esplendorosos le salían como dos pétalos sonrosados que ya estaban tostados por el sol mediterráneo. Él la abrazó por detrás. Y al tiempo que ponía sus dos manos en aquellos glúteos altivos. Ella volvió la cabeza y él aprovechó para besarla intensamente en sus labios gordezuelos pintados de rojo carmín. Ella se volvió totalmente y él se pegó a ella como una lapa marina se pega a una roca. Él le bajó la parte baja del bikini y sus dos manos comenzaron a hurgar en su sexo ya mojado. Seguían besándose. Aunque él le propuso ir inmediatamente al dormitorio. Sudaban. Sentado en su sillón preferido y sin escuchar a Mozart, él espera alejar sus recuerdos. Ella es posible que todavía lo ame.

Su hijo mayor sonríe tímidamente en la fotografía. Su hija que le sigue, tiene la sonrisa ausente. Y su hija menor, su rostro está fotografiado con muestras inequívocas de que ella esta enfadada en esos mismos instantes. Él siente una pasión infinita por sus hijos. Y cree, moriría por ello, que sus hijos también lo adoran. Un matrimonio divorciado es un recuerdo que achicharra como la lava de un volcán que arrasa todo lo que encuentra a su paso. Él ahora vive feliz con su trabajo y con sus hijos de fin de semana. Nunca va a buscar a ninguna otra mujer, aunque las observa y las cataloga como hembras alfa que eligen a los machos omega que son completamente imbéciles, pero con sus finanzas tan saneadas como un banco suizo. Él está observando la fotografía de sus hijos con la sonrisa de un padre bebé que es completamente feliz con la visión de tres de sus vástagos.

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