lunes 29 abril
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Relatos cortos sin recortar (Un ser invisible) (7-7-2014)

Un ser invisible

Se había convertido en un hombre invisible. Nadie lo veía. Si no hablaba o hacía ruido, no podía ser detectada su presencia por ninguna persona humana. Aunque los animales sí lo detectaban. Y él no acertaba, por más vueltas que le daba al asunto, como se había producido este hecho tan inaudito, raro y espectacular. Se acostó por la noche persona tangible, y se despertó por la mañana como un ser totalmente invisible para los demás. El ciudadano Carmelo López, de la noche a la mañana, era un ser oculto que no podía ser palpado porque nadie lo veía. Era una persona impalpable. Era un ser para todos misterioso e incorpóreo. Imperceptible. Oculto. Un ser monstruoso opaco e invisible. Un ser que todo lo observaba sin ser observado. Una criatura del silencio y de la más relajante realidad invisible que conoce, sin que los demás lo conozcan, lo que piensan de él. No era la cosa tan negativa. Había situaciones mucho peores que ésta tan singular.

En su casa toda su familia lo lloraba al no encontrarlo por ningún lugar. Y ya habían denunciado, su desaparición, a la Policía. Carmelo López, se esforzaba para no hablar y tener que dar a conocer que se había convertido en un hombre invisible, y ya que sopesó que será interesante saber las reacciones y la opinión sobre él de su esposa, hijos, amigos y compañeros de trabajo. Él sabía que era una crueldad no dar a conocer que era invisible, pero el supino morbo por adivinar que opinaban de él todos los demás, era el motivo real y morboso por el que no abría la boca para explicarle a los suyos, a sus amigos y a sus compañeros de trabajo, que se había acostado tangible y se había levantado como una persona incorpórea. Ser la oscuridad personal le atraía muchísimo. Y conocer sin caretas ni engaños lo que los demás opinaban de él, aún le atraía mucho más. Lo peor era, desde luego, ser tan silencioso como un muerto que vive sin hablar.

Carmelo López, en el mismo día de su desaparición y denuncia de su familia ante la Policía del hecho, conoció que su mujer, la santa esposa y madre abnegada de sus dos hijos, lo engañaba con su mejor amigo. Y que ambos eran amantes desde hacía más de diez años. Pensó en asesinarla, pero no lo hizo porque no era un asesino invisible ni un sicario que por despecho asesina. Y pesó para sus adentros, que le dieran por el mismo culo a su mujer y a su mejor amigo. También conoció la tristeza de sus dos hijos por su desaparición, y que ambos lo amaban con locura. Y con respecto a sus amigos y compañeros de trabajo, la vida invisible le dio a conocer que no tenía ni un solo amigo ni un solo compañero de trabajo, y porque los que decían que eran sus amigos y sus compañeros de trabajo solo lo aguantaban porque él era generoso, ético, comprensible y solidario con todos ellos. No lloró. No le remordió la conciencia. Solo se asombró.

Y al segundo día de su invisibilidad. Carmelo López, sopesó en suicidarse. Se ató una cuerda al cuello, que a su vez estaba atada a una gran piedra, y pensó arrojarse al fondo oscuro del más allá de las olas que se divisaban desde la terraza de su casa tan azules pálido como las lágrimas que lloraba Poseidón cuando Ulises se burló de él en el mar Jónico. Pero no lo hizo. Se dijo a sí mismo: “A mis enemigos los voy a putear cosa fina y delicada. A mis hijos los voy a amar hasta la muerte. Y a mi ex mujer y a su amante, mi ex mejor amigo, les voy a hacer la vida imposible con travesuras variadas sin que lleguen al delito. Ser invisible es una virtud que raras veces da Zeus desde el Olimpo a los mortales. Y la da solo a los que son limpios de corazón y mente. Con la invisibilidad se alcanza la auténtica felicidad, y también se descubre que la mayoría de las personas son negativas como un larguísimo y sufrido cólico nefrítico”.

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