La noche en la que no debió haber fútbol en Los Cármenes
La afición del Granada CF demostró la entereza que faltó a alguien para aplazar el partido a una fecha más oportuna
La Avenida del Pintor Manuel Maldonado suele ser el sitio de los grandes recibimientos del Granada CF en los días de partido. La calle se ha llegado a quedar literalmente pequeña en numerosas ocasiones para que los jugadores sientan el aliento de la afición una hora y pico antes de comenzar cada partido.
Sin embargo, solo unos pocos, apenas una veintena de seguidores, esperaban la llegada del autocar rojo del Granada CF poco después de las 19.00 horas este lunes, el día en el que el silencio fue atronador dentro y fuera del campo antes de la reanudación del partido ante el Athletic Club que nunca debió jugarse, al menos no apenas 24 horas después del cruel desenlace de la vida de Antonio Trujillo.
La falta de empatía reina en el fútbol. Desde hace tiempo prima la pasta, el dinero que todo lo mueve y decide. Desde los horarios inexplicables a retomar un partido solo un día después de que un aficionado haya muerto de un infarto en la grada como si nada hubiera pasado. No hay miramiento para el que paga ni para que se supone está montado este deporte. Hace tiempo que al aficionado se le aprieta hasta la saciedad en el bolsillo y en las cesiones. Y de esos son culpables la Federación, la Liga y, por supuesto, los clubes, empezando por el propio Granada CF, que forma parte de una patronal insolidaria y con una frialdad que echa para atrás. Porque no, este lunes no debió haber partido en Los Cármenes.
Y no se trata de apuntar a hipotéticos intereses deportivos beneficiosos para el equipo local, tampoco de intentar sacar rédito de una situación dramática. Simplemente era una cuestión de humanidad. Quienes vivieron en la grada vivieron hasta el pitido inicial con el corazón en un puño, porque superar solo un día después lo ocurrido no está al alcance de cualquiera y, lo que quizás pueda ser más triste de todo, es que de haber pasado en cualquiera de los campos con más renombre y entidad de este país lo más probable es que no se hubiera jugado.
Pero la Liga y la Federación, tan enemigas para algunas cuestiones pero tan de la mano para otras incomprensibles, auspiciadas también por la petición del Athletic Club; no quisieron entender de barcos ni de luto y obligaron a 22 jugadores a volver a vestirse de corto y, lo que quizás sea más penoso, a más de 12.000 seguidores a revivir lo sucedido en el mismo escenario.
Entereza del granadinismo
La afición del Granada CF demostró la entereza que faltó a alguien para aplazar el partido a una fecha más oportuna, lo hizo con un silencio atronador que se escuchó hasta en Bilbao. En un ambiente propio de la pandemia más que de un partido de Liga regular, ya en los aledaños las caras de los seguidores corroboraban que no era un día como para estar pensando en el fútbol.
El silencio del aficionado fue también secundado por el Granada CF, que sin música en el calentamiento de los equipos ni himno a la salida al campo, propició un ambiente de solemnidad, que solo se rompió con sonoras ovaciones cuando el capitán rojiblanco Víctor Díaz, acompañado de su homólogo en el Athletic Muniain fueron a depositar un ramo de flores en el asiento donde Antonio Trujillo perdió la vida viendo a su equipo.
Después llegó otro momento emotivo, el minuto de silencio con los dos equipos saltando al terreno de juego y la camiseta en la que se deseaba el descanso en paz del abonado 892 del club granadino. 16 años entregado en cuerpo, alma y hasta la propia vida a la entidad con la que ha vivido varios ascensos a Primera, también un par de descensos e incluso soñó en una noche de Copa del Rey, también ante el Athletic, con verlo jugar la final.
Si la muerte de un aficionado durante un encuentro no es suficiente para que la empatía gane la batalla a la avaricia es que el fútbol hace tiempo perdió este partido, y lo hizo por goleada, sin opción ni si quiera a empatar.
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