sábado 27 abril
UN AÑO DE CORONAVIRUS  |   | Luis F. Ruiz - Noelia S. Lorca | Fotos: Álex Cámara

"La soledad de los pacientes ha sido más dura que el propio coronavirus"

Natalia Rodríguez era enfermera en quirófanos de ginecología al estallar la pandemia, hasta que fue reubicada en una planta Covid para luchar contra el virus

Natalia Rodríguez, en el Hospital Clínico San Cecilio de Granada. Foto: Álex Cámara

Los profesionales sanitarios de Granada pasaron casi de un día para otro, sin esperarlo, a estar ocupándose de una rutina habitual a dedicarse en cuerpo y alma a luchar contra el coronavirus. Es lo que le sucedió a Natalia Rodríguez, enfermera en el Hospital Clínico San Cecilio de Granada y que fue destinada desde quirófano de ginecología a la planta Covid. Admite lo duro que ha sido luchar contra el virus, pero que lo ha sido mucho más las secuelas que ha podido dejar en los profesionales sanitarios y los pacientes.

Pregunta.- Mientras desarrollaba su actividad de forma normal en el quirófano de ginecología, ¿veían venir lo que estaba a punto de ocurrir?

Respuesta.- Teníamos información respecto a compañeros y amigos enfermeros de otros países de la que se estaba empezando a formar, pero no sabíamos que iba a ser de manera tan fuerte, rápida y virulenta. Fue algo que nadie podía esperar. Yo formé parte del primer personal que estuvo en las plantas Covid. Fue todo en cuestión de días de una planta estar vacía a estar todo completo, no dábamos abasto. Ya no es solo la organización y gestión, era una sobrecarga laboral que no nos podíamos ni imaginar.

P.- En ese caso se mezclaba la profesionalidad con la persona y el miedo a resultar contagiado, ¿qué es lo que tiraba más de usted mentalmente?

R.- Después de comentarlo con otros compañeros fue todo a la vez. Fue miedo de tener que analizar cada paso que se daba, el hecho de preocuparte por coger un bolígrafo a un compañero. Entrar en una habitación con un EPI puesto y pensar si lo estás haciendo todo profesionalmente. Una gran carga psicológica al ejercer tu trabajo con personas mucho más asustadas que tú. Es una carga que no estábamos preparados ninguno, de una manera tan rápida y tan fuerte. Tenías que dar el 200% de todo, no valía el miedo, había que superarlo.

P.- ¿Qué imágenes se le van a quedar grabadas de por vida?

R.- Muchísimas. De la primera ola por ejemplo un padre de la edad de mi padre, nada más ingresar en planta, se encontraba mejor que otros; empezar a llorar con ansiedad, desesperación de pensar si se lo había pegado a alguien o a algún familiar o algo. Y en esas, ¿qué le dices? Solo puedes sentarte a su lado y apoyarle.

O por ejemplo una señora de unos 70 años que estaba en planta, llevaba un tiempo, no paraba de llorar todos los días. Se había contagiado a la vez que su hijo, que estaba intubado en una UCI. Son cosas que no se sabe cómo apoyarlas porque no se han vivido. Soy una persona joven y que me falta experiencia, pero era muy difícil y duro darles apoyo a esta gente. Y muchos más casos de personas conocidas, se hacía todo muy duro.

P.- ¿Cómo es la ‘soledad’ de un paciente a la que obliga la pandemia en una planta Covid?

R.- Creo que es peor que el virus. Lo peor ha sido eso. Nosotros teníamos que tener un trabajo muy organizado, muy de horarios, de entrar a tal hora. Todo estaba muy con horarios, con pautas estrictas y no podías estar toda la mañana en la habitación porque se encontraba mal. No se podía porque había que seguir un protocolo. Eso hacía que te sintieras fatal como personal sanitario, porque sabes que esa persona necesitaba tu apoyo. Y encima no podían venir ni familiares ni amigos. Ha sido muy duro.

Natalia Rodríguez confía en la ciencia y en las vacunas para salir de esta.

P.- ¿Se han extralimitado sus funciones de enfermeros para ser personas?

R.- Totalmente. Acabábamos nuestro turno y no se acababa. Nos íbamos con el trabajo a casa. Al menos yo pensaba en esas personas, en cómo lo había hecho con ellos. Eso suele pasar.

P.- ¿Le ha tocado lidiar con la muerte de pacientes?

R.- Sí, bastantes. En la segunda ola me reubicaron en una UCI que se creó secundaria y allí nadie está preparado para aguantar o asumir tantos fallecimientos repentinos. Es muy duro. Gente que quizás que iba avanzando y progresando, con la que creas un vínculo, y al día siguiente fallecido habiéndolo intentado todo. Fue muy duro. No era un paciente, eran muchas personas. El personal sanitario dimos mucho de nosotros. Es frustrante ver que a pesar de tantos esfuerzos esa gente no haya salido adelante. No se puede comparar con nada.

P.- Aunque no se ve y no es palpable, ¿se percibe el virus en un hospital?

R.- Muchísimo. Por ejemplo, el simple hecho de coger un ascensor, aunque haya carteles de lo que se puede hacer y lo que no. Ya si hay dos personas te preocupas. Con qué pulsas. La relación entre compañeros, cuando hacemos algún parón para descansar o tomar algo, ya no puedes compartir momentos con ellos. Todo lo haces más rápido posible y te vas e intentas estar sola en esa sala. Ha cambiado mucho en todo.

P.- ¿Ha resultado contagiada por coronavirus?

R.- Sí, tres días antes de que me vacunasen, pero bien, he generado mis anticuerpos y todo bien.

P.- Es curioso que el contagio se haya dado ahora cuando usted ha estado ‘cara a cara’ con el virus en peor situación.

R.- Sí lo es, esto doy fe de que no sabes en qué momento lo puedes coger, no te puedes relajar en ningún momento. No porque estemos en una ola te vas a contagiar sí o sí y cuando pase no. Hay que estar en alerta todo el rato.

P.- ¿Sabe cómo se contagió?

R.- No, no sé si fue en el ámbito laboral, personal, no tengo ni idea. De mi entorno nadie resultó contagiado, ni sé quién me pudo contagiar. Mejor así.

P.- ¿Le ha dado muchas vueltas a la cabeza no saber cuándo fue?

R.- Por supuesto. Yo me puse mal en cuestión de horas, de encontrarme de repente mal, cuando me dicen la PCR lo primero que hice fue llorar de la impotencia, pues no sabía a quién se lo había podido pegar ni nada. Ese miedo de poder contagiar a tus padres, porque eran fechas navideñas y tomé medidas, pero nunca se sabe. Fue una preocupación no solo por mí, sino por la gente de mi alrededor.

P.- ¿Cómo de tocado queda un profesional sanitario después de lo vivido?

R.- Al menos yo, en las tres olas que hemos vivido, me he tenido que aislar de mi vida personal, porque vas a trabajar, das mucho de ti, lo intentas a nivel personal y profesional, de apoyo a tus compañeros. Llegas a casa derrotada. Analizándolo todo. Se te pasan cosas por la cabeza, con gente que ha fallecido y que no te lo puedes quitar. Esto hace que en tu vida personal se cree una soledad. Es la palabra que puede definir mi vida en estas tres olas, la soledad. Tienes a familia, amigos o gente que se preocupa por ti, pero los pensamientos que tienes en la cabeza son muy duros y no puedes desconectar, es lo que me ha pasado a mí y a muchos compañeros míos.

Esta enfermera cree que los profesionales sanitarios han dado el 200% para luchar contra el virus.

P.- ¿Cuál diría que ha sido la peor ola de las tres?

R.- Para mí creo que la segunda, en cuanto a que hubo muchos fallecidos, eso era incontrolable. Intentábamos hacer todo lo que estábamos en nuestras manos, fue demasiado frustrante y la tercera habíamos pasado por dos olas y se notaba que nos estábamos acostumbrando, por desgracia, a este trabajo. No nos ha pillado tan por sorpresa. Ha sido muy dura y virulenta igualmente, pero se ha abordado de otra manera.

P.- ¿Qué cree que deben hacer las autoridades para frenar una posible cuarta ola, por ejemplo, en Semana Santa?

R.- Es una opinión muy personal, cada uno tiene la suya. Las medidas son imprescindibles, debe haber restricciones de movilidad y de horarios, pero teniendo en cuenta que la gente y las familias necesitan vivir y la economía ha de seguir en movimiento. Habrá muchas muertes, pero también puede haber muchas familias sin poder dar de comer a sus hijos. Hay que pensar también en eso.

Pero por muchas medidas que haya es el ser humano el que debe saber cómo actuar. Ves a la gente en Granada por ejemplo que no sigue ninguna pauta, quizás porque no han tenido casos cercanos, pero mucha gente hace su vida como antes de la Covid. Por muchas medidas que haya, si la persona no se las toma como debe habrá quien haga lo que quiera.

P.- ¿Se han olvidado ya los aplausos recibidos a los sanitarios al inicio de la pandemia para lo visto con posterioridad por la ciudadanía?

R.- Yo agradezco enormemente el apoyo de la sociedad cuando nos daban esos aplausos, que a mí al menos me emocionaban, pero también me hacían pensar en la responsabilidad que tenía y tener que darlo todo. Qué sucede, que en la primera ola estábamos todos confinados, ahora la gente hace lo que quiere, sale y entra. Ese tema se ha olvidado un poco, sin generalizar, porque tengo a conocidos y a gente que se interesa. Pero la mayoría de la ciudadanía tiene otras prioridades.

P.- ¿Qué esperanzas tiene de cara a un futuro con la vacuna?

R.- Esta es una pregunta también muy personal, no todo el mundo piensa lo mismo incluso entre los profesionales. Desde el mío creo firmemente en la ciencia, creo que se ha demostrado que cuando hay recursos, sobre todo económicos, para apostar por la investigación tenemos respuestas siguiendo todos los protocolos y metodología adecuada. Es un claro ejemplo que debemos apostar por ella. Creo en la vacuna y que nos va a inmunizar y es la solución de la pandemia.

P.- ¿Existe el día en su cabeza en que el coronavirus desaparece?

R.- Creo que no va a desaparecer completamente, sabremos cómo sacarlo, pero creo que no se va a ir desgraciadamente. Habrá cepas, mutaciones en diferentes países. Pero considero que teniendo vacunas e invirtiendo en ella lo sabremos controlar perfectamente, ojalá llegue un día que se pueda decir que se ha erradicado y ha acabado la pesadilla.

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Comentarios (1)

  1. Carmen Martinez Guirado dice:

    Enhorabuena por la entrevista y mi más sincero agradecimiento a Natalia y todos los profesionales,lo único que falta es que la sociedad cumplamos las normas,que algunos no se enteran todavia

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