sábado 27 abril
Opinión  |   |

Cuestión de (malos) referentes

Seguro que recuerdas cómo tu madre, con un estupendo ojo clínico que en aquel momento te parecía una locura, pero que aprendes a valorar cuanto más mayores te haces, te decía de pequeño al salir a la calle: “Con ese grupito de gente no te juntes, que no son buenos para ti”. En aquel momento, ella podía ver cómo hay personas que nos hacen bien y otras que pueden hacer que nos perdamos. ¿Aprobaría ella, entonces, a los referentes a los que sigues y haces caso actualmente?

Hablar de personas referentes para el gran público en 2024 se convierte en un complejo caos, que mezcla personalidades históricas con nuevos conceptos de famosos e influencers. En este enorme concepto lo mismo encontramos una escritora británica de la época georgiana o una tik toker alicantina que ha sido pillada fumando en un bar. Un programador de Illinois que ha generado una inteligencia artificial revolucionaria o un falso empresario de Tres Cantos lleno de anabolizantes que te dice que levantarte a las 5 de la mañana te hará millonario.

Las ideas y propuestas de estos cuatro ejemplos, y el de miles de millones de personas más, campan a sus anchas a lo largo y ancho de las redes sociales. No seré yo el que juzgue qué o quién debe inspirarnos en cada caso, pero está claro que habría que poner en barbecho la influencia de ciertos referentes. Sobre todo cuando vemos cómo nos pueden llevar por un camino peligroso.

Hace años comencé a pensar que nos sorprendemos mucho cuando leemos sobre sectas, las más locas de los años 70, que proponían cosas excéntricas y cuyos adeptos aceptaban sin rechistar. Pensamos que cómo esa gente pudo caer en esos camelos y no se daban cuenta de que se estaban aprovechándose de ellos. Probablemente lo pensamos mientras comemos la “comida real” que un carismático líder nos ha recomendado, llevamos la chaqueta que una marca ha promocionado en el canal de una experta en trapos o vemos la serie “imprescindible para molar” que un twittero ha elegido para llamar la atención.

Estos ejemplos pueden parecer actos nimios, y por supuesto lo son, pero, ¿qué ocurre cuando las recomendaciones de estos influencers van un paso más allá? ¿Qué pasa cuando intentan hacerte creer que haciendo sacrificios morales, económicos, temporales, o incluso físicos, tu vida va a ser más interesante y mejor?

Ha habido mil columnas y artículos de opinión hablando sobre, quizá, el caso más flagrante de esta propuesta, de cómo Lladós consigue hacer creer a una gran parte de su público, mayormente hombres frustrados con su vida, que siguiendo sus consejos imposibles y falsos - porque no olvidemos que el dinero del influencers proviene de su familia y no de su esfuerzo - se ponen al límite, mental y económicamente, para intentar emularlo. ¿Existirá en él una responsabilidad como la que podríamos achacar al líder de una secta? ¿o solo nos estamos enfrentando a un mindundi con ínfulas que genera casito porque los usuarios están ávidos de seguir a frikis.

Jim Jones, el líder de la secta el Templo del Pueblo, consiguió que 900 de sus súbditos se suicidaran el 18 de noviembre de 1978. Por ahora, Llados sólo ha conseguido que los suyos se levanten a las 5 de la mañana. Está claro que el musculoso influencer no quiere matar a sus seguidores más intensos, porque entonces se le acabaría el cuento y sus fuentes de ingresos, pero sí que está destrozando un poco sus vidas vendiendo cuentos irreales.

Creo que una sociedad madura se basa en la capacidad de sus miembros de comprender y procesar la información que los rodea, para, conociéndola, configurar sus valores y su forma de actuar. Encontramos mucha gente que decide prescindir de esta madurez y volver a ser un niño, que, desoyendo a su madre, se engancha a referentes que, prometiendo lo mejor de forma fácil, lo pueden llevar hasta lo peor de sí mismo. Está claro que ha habido “tontos” toda la historia de la humanidad, pero actualmente vivimos en un momento en el que los “listos” tienen muchísimas más herramientas para influir en los demás, y lo hacen sin escrúpulos. Seamos avispados, o enseñemos a quien podamos a serlo, para que no se aprovechen de nosotros.

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Columnista
Gafas Amarillas

Periodista y Creador de Contenido

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