martes 19 marzo
Opinión  |   |

¿Es el enemigo?

El gran humorista Gila dejó para la historia un monólogo al teléfono que viene bien al caso para afrontar con buen humor la crisis sanitaria provocada por la pandemia que conocemos como el “corona virus”. Me he permitido la licencia de hacer unas adaptaciones. Venía a ser algo así: ¿Es el enemigo, pueden parar la guerra?, bueno, quería preguntar una cosa, ¿el coronavirus va a avanzar?, ¡ah!, que va a avanzar mañana, pero ¿a qué hora? A las 6 de la mañana, a esa hora estamos todos acostados, ¿no podría ser por la tarde?, después del futbol. No. ¿Van a venir muchos? ¿Hala que bestias!, pues yo no se si habrá mascarillas para tantos, es que ayer estuvo aquí el espía de ustedes y se llevó el mapa del polvorín donde guardamos las mascarillas y los guantes. Bueno, que haga una fotocopia, es que no encontramos el polvorín. Bueno, hasta el domingo que viene y que usted lo mate bien, al virus, porque mientras nos descuidamos y todo, nos ha embreao.

Así es, no podemos ir a una guerra si no tenemos las herramientas mínimas para combatir la raíz de la infección vírica y ese utillaje no es otra cosa que una sanidad publica universal, solo así se puede articular, primero, la mejor defensa y después, el mejor ataque para ganar la guerra y matar al coronavirus. Allí donde se ha debilitado la sanidad pública, privatizando y/o externalizando servicios la situación va a ser peor. Señalan los sindicatos, que no es de recibo que se acuda a hoteles medicalizados para atender a personas contaminadas en vez de recurrir a la sanidad privada de Madrid, si es que así lo requiere la situación, por tanto, la medida del Gobierno de poner a la orden al sector privado sanitario podrá paliar, en buena medida, el ataque vírico.

Por otro lado, las consecuencias de la pandemia de coronavirus no alcanzarán, con suerte, la dimensión en vidas humanas que ocasionaron otras pandemias como la “gripe española”. Otra cosa será la crisis económica que se derive como consecuencia de la crisis sanitaria, que apunta a ser la gota que precipita la tormenta que ya venía, sobre todo, porque el mercado neoliberal no a va a salir al rescate, más bien todo lo contrario, pues los cleptócratas que gobiernan países principales tienen como principal finalidad aprovechar las crisis para hacer negocio (la doctrina del shock), que tiene su yacimiento en la debilidad de las economías nacionales, que están tomadas por el endeudamiento privado. Para muestra un botón, la prima de riesgo de España se disparó hace unos días.

El capitalismo de hoy es rentista, cuyos dividendos llegan solo a las grandes corporaciones financieras especulativas, mientras que la inmensa mayoría de las personas permanecen en una inseguridad económica estructural. Por eso, la experiencia que obtuvimos por la crisis de la especulación financiera y bancaria de 2008, nos debe servir de ejercicio para no cometer los mismos errores y la primera enseñanza es que debemos hacer caso omiso a los vaivenes de la bolsa y como apunta, Guy Standing, asegurar a las personas la seguridad de un sistema de renta básica cuya financiación podría ir asociada a una serie de nuevos impuestos ecológicos, empezando por el carbono, lo que ayudaría a luchar contra la crisis médica pues permitiría no acudir al trabajo mientras subsista el riesgo vírico, pero también serviría para rebajar sustancialmente el calentamiento global, por tanto, no es tiempo de austeridad, sino de políticas progresistas que beneficien a la ciudadanía y no a los mercados. Es el momento de poner en marcha políticas sociales con base en un nuevo modelo económico que invierta, no solo, en la transición energética, también en la industrial y en la agricultura. Esta vez, el Gobierno debe ponerse del lado de las personas y confío en que así sea.

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Columnista
Salvador Soler

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