Luna creciente (20 de Marzo de 2014)
Cuando se llega a la localidad granadina de Padul, cabecera del Valle de Lecrín con unas fantásticas lagunas y los fósiles de un mamut, se notan al instante tres cosas: que posee guapas mujeres de porte notabilísimo (uno); que es un municipio inquieto en lo empresarial (2); y que allí existe un halo misterioso de lo que debe de ser inteligencia natural (3). Y no posee muchas más cosas esta localidad que rivaliza con el pueblo de Dúrcal por ser la capital de este Valle de la Alegría. Bastante iniciativa empresarial, hay que reconocer que sí existe por allí. ¡Albricias y pan de Madagascar! Eso. Y ya que resulta, ¡por Zeus!, que en la localidad de Padul, no er Paul como dicen por esos lares los paduleños, ellas y ellos, han patentado un producto, inventado allí, que es capaz de regenerar el “careto” duro de piedra de los políticos. ¡Oh! Y se les regenera el careto de piedra dura a los políticos de forma natural. O sea: que tenemos para rato caretos duros de los políticos como las mismas piedras, y de forma indefinida y perenne. Mal es este invento, ¡el demonio las descarga, y porque a los jueces y a los fiscales no le va a dar tiempo material de poner en su sitio a tanto político con el careto duro de piedra y las manos largas, con muchos más dedos de los convenientes, que meten en los cajones del pan público. Esto va a ser también un gran descubrimiento, un hallazgo científico muy eficiente, para todos los edificios monumentales y las catedrales góticas y románicas. Y también para los tirachinas, las orillas de los mares y océanos, el empedrado granadino, las montañas del Himalaya, la Capilla Real de Granada y el careto de un tipo que se pirra por ser político y tener la cara tan dura como las mismas piedras de Sierra Elvira.
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