Luna creciente (25 de Abril de 2014)
El Dalai Lama, un hombre singularmente sabio sin duda alguna y justo consigo mismo y con los demás, argumenta juicioso que como el ayer ya es pasado y el mañana aún no ha llegado: hay que amar y vivir. Hermosas palabras. Aunque en lo de amar siempre se está sujeto a equivocación y en lo de vivir también se está tremendamente sujeto a que te dejen hacerlo los que mandan, los mandamás. Vivir es tan complicado que asusta. Y asusta porque el egoísmo de los hombres y lo malsanos que son, es algo tan fiero que todos los días se cobran muchas víctimas entre sus semejantes. El hombre somete a otros hombres a calamidades terribles, a explotaciones de increíbles calibres y a exclusiones vejatorias por razones de etnia, cultura, religión, sexo, sexualidad, raza, educación, forma de vida social, economía, y otras muchas razones que son necesarias todas ellas de erradicar para poder vivir todos los hombres juntos y libres. ¿Quiénes son los que no tienen un vecino de arriba que piensa que debajo de él no vive nadie, y aunque vivamos en la vivienda de abajo? ¿Quiénes son los que no soportan a sus vecinos voceando en las calles a horas en las que el silencio es obligado? ¿Quiénes son los que no aguantan a diario los escapes libres de las motocicletas de descerebrados motoristas? ¿Quiénes son los que no han visitado el amable desempleo alguna vez? ¿Quiénes son los que no han sido agraviados por la poca igualdad de la Justicia? ¿Quiénes no son víctimas de las desigualdades de gobiernos democráticos y partidos políticos tan democráticos que sus hombres públicos no tienen más remedio que ser corruptos? ¿Y por qué los hombres no usan sentido común, don que parece ser solo privilegio de un partido político español y conservador, al votar, trabajar, adquirir cultura, vivir, ser éticos y muchas más cosas?
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