Luna creciente (Botellódromo) (7-10-2015)
Botellódromo
Palabreja gilipollezca. De nuevo cuño. Y que se aplica para definir un recinto acotado en el que la cultura, el diálogo y las ganas sanas de divertirse, incluso lo de ligar para copular, brillan por su ausencia. Y porque el alcohol les nubla la razón a todos los que están en su interior. Todos aquellos que cultivan vientos, desde luego, después cosechan huracanes. Y estos mismos cuando fabrican polvos, luego éstos se convierten en fango por la acción de la pertinaz lluvia. Si se hubiese sopesado con seseras aptas de neuronas políticas que poseen sentido común, esto del sentido común lo dice unas diez mil veces al día el presidente del Gobierno actual, quizá ahora no se tendría que multar a los jóvenes a los que se les niegan otras alternativas culturales para no tener que beber alcohol en un receptáculo vallado en el que las ideas están ausentes. Esto es un ejemplo, lo del botellódromo de Granada, de realizar las “cosas” para la ciudadanía cogidas con alfileres por parte de las administraciones públicas, en este caso local. Y no indagar en profundidad los pro y contra que en un futuro se pueden producir. El alcohol es una de las drogas más duras que existen. Pero a la misma vez, es un negocio que mueve miles de millones de euros en todo el mundanal ruido beodo que está bien visto en nuestras sociedades tan caducas. Esas que hay que modificar para no fenecer en la ignorancia.
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