sábado 27 abril
Opinión  |   |

Régimen vs democracia

La dictadura franquista utilizaba el término “Régimen” (con mayúscula) para autodenominarse. Otorgaba a esa palabra un carácter definitorio. En base a este concepto se discriminaba entre los adeptos y los desafectos a la dictadura. Era habitual e incluso imprescindible contar con informes o certificados de adhesión al Régimen para por ejemplo poder acceder a determinados trabajos.

Quizás por este motivo la palabra régimen se ha utilizado después envuelto de una carga negativa que para nada está en su definición en el diccionario, completamente neutral en sus distintas acepciones: “sistema político por el que se rige una nación”, “conjunto de normas por las que se rige una institución, una entidad o una actividad”…
Tras el 15M se utilizaba la expresión “régimen del 78” para referirse críticamente a los defectos y limitaciones que, a juicio de quienes utilizan esta expresión, arrastra el actual sistema democrático.

Paradójicamente la Constitución del 78 se ha convertido en el elemento clave para quienes pretenden una regresión democrática (Vox incluido) como para quienes reclaman más y mejor democracia. PP y Ciudadanos se reivindican “constitucionalistas” para defender más mano dura, recentralización de competencias e interpretación más restrictiva de los derechos y libertades. Al mismo tiempo desde Podemos a la vez que se reclama la reforma de la Constitución se reivindican sus artículos más progresistas y sociales, tal y como en su tiempo hizo el propio Anguita.

No tengo duda de que en estos momentos la interpretación que de la Constitución hacen tanto el Tribunal Constitucional como el Supremo es bastante más conservadora y restrictiva que la que se hacía por parte de estos tribunales en los años 80 o 90. Pero este es otro tema, que daría para varios artículos.

Volviendo al hilo argumental. Recuerdo que ya por los años 90 empezábamos a utilizar el término “régimen” para referirnos críticamente a las prácticas políticas que el PSOE implantaba a lo largo y ancho de Andalucía. No sólo en el gobierno de la Junta sino también en los Ayuntamientos. Ante ello no era extraño que muchos cargos públicos se mostraran ofendidos y reivindicaran que estábamos en una democracia.

Desgraciadamente lo que apenas se vislumbraba entonces se ha confirmado plenamente después. Y no sólo en Andalucía, también en otras Comunidades Autónomas como Madrid, Valencia…, muchos ayuntamientos e incluso en la administración central. De aquellos polvos estos lodos. La reciente sentencia de los ERE’s así como las anteriores de la Gürtel y todos los casos de corrupción resueltos o por resolver no son más que la punta del iceberg, lo que llega a los tribunales, de una realidad que sospechamos mucho más amplia.

Cuando de forma intuitiva denominábamos como un “régimen” a aquellas formas de estar en las instituciones y gobernar lo hacíamos porque percibíamos a nuestro alrededor toda una serie de síntomas y prácticas más que dudosas, no siempre declaradamente ilegales penal o administrativamente porque casi siempre contaban con la bendición o el silencio de quienes tenían que velar por el control de la legalidad, tanto en la propia administración como en los tribunales. El enchufismo, el clientelismo, las interpretaciones interesadas de las normas… fueron tejiendo toda una red de intereses y prácticas que poco a poco y con la confianza que da la continuada impunidad fueron derivando en corrupción pura y dura, con los resultados conocidos.

Al utilizar la palabra “régimen” de forma intuitiva se estaba señalando lo que ahora ya es una evidencia, la confusión entre instituciones políticas y partido de turno. Recientemente Pablo Iglesias ha publicado en un twit que “el bipartidismo trajo corrupción y arrogancia. Llegarán más sentencias como esta que retratan una época. España ha cambiado y no volverá a tolerar la corrupción. Ahora se abre la oportunidad de defender la justicia social y garantizar la limpieza de las instituciones”.

El turnismo y reparto de poder entre dos únicos partidos que han ocupado el poder durante muchos años continuados ha sido el principal caldo de cultivo de esta situación, de este “régimen”. Los relevos entre ellos nunca han servido para levantar alfombras sino únicamente para cambiar a quienes pisaban las moquetas.

Una democracia no consiste únicamente en la sucesión de elecciones sino también en la existencia de controles y equilibrios (“Cheeks and Balances” que dicen los norteamericanos) en el funcionamiento tanto de las instituciones como de los partidos. Una auténtica separación de poderes, formalmente reconocida en nuestra Constitución pero tan limitada en la realidad. Sólo así se garantiza una democracia de calidad.

Por eso debemos aprender de los errores y corregir de inmediato todo lo que ya conocemos que no funciona. Es tiempo de mirar hacia adelante no de retroceder. Porque no cualquier tiempo pasado fue mejor. Ni por supuesto cualquier régimen.

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

Portavoz de Podemos Granada

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