sábado 18 mayo
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Relatos cortos sin recortar (25 de Abril de 2014)

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Nada era previsible. Aquel individuo era impredecible en sus reacciones personales. No actuaba bajo ninguna pauta o patrón de conducta predeterminado. Unas veces eran sus relaciones con los demás normales y otras eran totalmente anormales. Se hacía llamar bajo el apelativo de “Vengador”. “Vengador” a secas. No “El Vengador”. Y otras veces, cambiaba de nombre y aducía que él era el elegido. El elegido no se sabía para qué ni por quién. El “Elegido” también a secas. Otras veces, las menos, se daba a conocer como un superhéroe cinematográfico. Estaba tan loco, tan ido u orate, que cuando el psiquiatra lo trató, solo pudo determinar y diagnosticar que su locura era irreversible. Y que era irrecuperable para una vida normal. El tipo saltó de un tejado a otro porque decía a voces que volaba como un superhéroe. Su cuerpo quedó espachurrado sobre el duro asfalto oscuro de una calle estrecha de su modesta ciudad. Tenía menos de sesenta años y se dedicaba a regentar un quiosco de prensa. Nunca tuvo relaciones con mujeres. Su mayor satisfacción personal era coleccionar mentiras y calumnias inexistentes sobre su triste vida. Él siempre se sentía perseguido. Se creía acorralado. Sopesaba que él era una víctima de la sociedad. Poseía un disfraz de superhéroe a su medida en el armario.

 

La dama tierna y desprendida, nació en lo que las gentes dicen buena cuna, siempre fue una ramera generosa que alternaba su matrimonio de alta alcurnia, durante el día, con su profesión de puta barata durante la noche. Y su marido, el excelentísimo señor marqués de la Casa de Floridolivo del Secano, en la más tremenda de las Batuecas y sin enterarse ni coscarse de ello. El marqués de Floridolivo del Secano, con sus cuernos puestos y sin tener la más mínima sospecha de las andanzas putescas de su señora marquesa consorte. Y hasta que un día reconoció a su señora de su matrimonio, con una minifalda bastante corta y llamativa de color indecible, casi indecente, en una esquina oscura de una calle muy sucia y lerda del extrarradio de la ciudad, y cuando el señor marqués de Floridolivo del Secano se fue de picos pardos porque se había emborrachado. Al señor marqués de Floridolivo del Secano, cuando se emborrachaba, le salía su terrible vena canalla y su apasionada afición por conquistar señoritas putas para copular con ellas por el rostro y no por el precio convenido. No gustaba el señor marqués lo de acoquinar como todo mortal por los servicios de las profesionales del amor.

¿Qué haces aquí con esa pinta de puta barata, María de la Soledad con Clavos de la Cruz?, le preguntó el marqués a su señora. Hago lo que tú, putear, le contestó ella con un mohín bello, distinguido y delicioso.

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