martes 7 mayo
Opinión  |   |

Relatos cortos sin recortar (Viena) (12-12-2014)

Viena

 

La ciudad de Viena, capital de Austria, es una urbe imperial de unos dos millones y medio de habitantes. Es una ciudad con miles de edificios modernistas en sus calles y avenidas. Y con unos parques urbanos con bosques que arropan a todos los palacios imperiales, a todos los edificios públicos monumentales y a todas las viviendas privadas. Una ciudad para allí vivir y morir. Y en la que Franz Hajak, ciudadano español de Granada, se acordó de la polémica que se ocasionó en su ciudad natal cuando se instaló una estatua ecuestre en el frontis del ayuntamiento granadino, y ya que los “catetos” granatensis hartos de migas y pringada de cerdo, aducían que cómo un caballo en el tejado del municipio de la Plaza del Carmen. Saltabalates indocumentados que no han viajado a Viena, y ya que allí casi todos los edificios poseen estatuas variadas maravillosas en sus frontis y en sus tejados. Viena no es solo un vals. Ni solamente el Danubio. Ni un palacio imperial. Es una ciudad viva de una belleza urbanística extrema y en la que lo modernista e imperial suenan a un vals urbanístico que se mete por los ojos con la belleza de lo que es simplemente inigualable. Absorto la ha contemplado Franz Hayak.

 

Viena es una ciudad,  a pesar del frío intenso, para pasear por su centro. Y también por sus avenidas y plazas. Ahora en Navidad con los “mercadillos navideños”, Viena parece esa postal que se envía a los amigos para felicitarlos o simplemente para recordarles que en unos días escasos se vuelve de un viaje que merece tanto la pena, sin parangón y sin dudas algunas, porque esta ciudad fantástica es simplemente única. Sus palacios son majestuosos e imperiales. Sus edificios públicos inigualables. Sus casas modernistas. Y sus bosques, muy bien cuidados, adentro de la urbe abrazan amorosos a los palacios, las viviendas privadas y los edificios públicos. Franz Hajak, allí ha sido feliz. Y a pesar del intenso frío que existe en una Viena que es especial y que demuestra que una vez fue la capital de Imperio Austrohúngaro.  Ir de visita a Viena, asombrado por tanta belleza, es como verse inmerso en el gran fausto que representó un imperio que en su tiempo fue el centro del mundo civilizado europeo. Y en el que Strauss, te puede deleitar con esos violines que son simplemente imperiales y vieneses.  Franz Hajak, volverá a Viena en algún día insospechado. Y una parte de sus cenizas corporales allí serán esparcidas en un bosque repleto de ardillas en sus casi infinitos árboles que siempre dejan ver los bosques.

 

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