jueves 2 mayo
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Relatos cortos sin recortar (Asesinar a sangre caliente) (28-7-2014)

Asesinar a sangre caliente

A veces, bastantes veces al año, doce veces, siento la necesidad de asesinar. Soy un hijo de mamá débil de entrepierna al que su desequilibrio paranoico lo lleva a tener que asesinar para poder seguir viviendo con cierta satisfacción y normalidad social. Ahora en estos días veraniegos estoy preparando el asesinato masivo de los estorninos que invaden el tejado de mi casa de madera que construí cerca del riachuelo que se estanca en pequeñas charcas que son en donde beben los estorninos. Yo vivo separado del mundo porque está caótico, descerebrado y decadente. A mi vida escasa por corta y humana, no la amargan los políticos. Tampoco algunos animales ricos de cocinar. Ni los idiotas que vociferan. Ni otros que son como cromañones agrupados en enormes piaras.
En el mes de enero siempre asesino un pavo enorme que crío durante todo el año a base de habas secas y cereales. Normalmente es un pavo navideño al que le corto el cuello con un cuchillo especial que afilo con esmero oriental. Y luego lo cocino con salsa de almendras, pasas, piñones y nueces. Lo cocino a fuego lento durante varias horas, y una vez en su punto lo sirvo con una guarnición de patatas cocidas, pasta italiana o coles de Bruselas. Este pavo navideño hay que acompañarlo con un buen vino tinto de la Ribera del Duero. Pero en el caso de no tener este caldo, se acompaña también con un tinto de Rioja.
En el mes de Febrero siempre asesino a un cerdito pequeño que nunca tenga más de trece kilogramos de peso. Una vez asesinado, lo baño con agua muy caliente para poder afeitarle todas sus cerdas y dejarlo exquisitamente pelado como el culo de una muñeca. Asarlo al horno, es el destino anual de este cerdito rasurado y abierto en canal sin sus entrañas ni su sangre. Dorado a fuerza de calor, el cerdito va tomando una textura de carne blanda que posteriormente sirvo con una crema de champiñones y otras setas de exquisito sabor y con unos pocos toques de trufa negra. Un vino mosto del terreno, lo puede acompañar.
En Marzo, mes de frío y tímidos rayos de sol, asesino a una gallina vieja para hacer el caldo trabado de una gran sopa de puerros, ajos, perejil, tomate, pimiento, aceite de oliva virgen, sal y pequeños troces de jamón serrano. El resto del asesinato de la gallina vieja, voy y lo aderezo en pepitoria con pimentón dulce y picante, vino tinto, azafrán y unos toques exquisitos de hierbabuena. La gallina vieja hay que tenerla en la marmita de barro durante buenas horas, y ya que está más dura su carne que la pata de mi vecino Perico, que es de palo porque perdió la suya original en un desgraciado y estúpido accidente de motocicleta.
Y en el mes de Abril, suelo asesinar a un conejo para hacer con él ese arroz caldoso que me enseño mi abuela. Yo no me dedico a la gastronomía, pero no me disgusta cocinar. Un sencillo sofrito de tomate, pimiento, ajo y perejil es el ingrediente principal. Y un poco de carne de cerdo tampoco le viene mal. Así como pimentón, pimiento seco, algo de pimienta, alcachofas y unas briznas cortas de tomillo. Agua, sal y aceite virgen de oliva, son tan esenciales que sin estos ingredientes el arroz caldoso no sería posible. Y hablando de arroz, que sea de Calasparra (Murcia), y porque es el mejor de este buen país arrocero. (Continuará)

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