viernes 17 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XLVIII) (18-9-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XLVIII)

 

Ya bien se ha aposentado el ciudadano perruno Igor González en su sillón favorito en la mansión de su señor padre. Ya tiene una copa de buen vino tinto de la Ribera del Duero junto a él. Ya el plato de jamón y queso está al alcance de sus dos manos. Buen jamón el de la Alpujarra granadina. Y ya tiene a su padre enfrente con la lengua tan suelta como una ametralladora que dispara palabras a mil por hora. Llueve. Es un día gris. Los cristales del salón están empañados y gruesas gotas de agua discurren por el cristal para abajo. Y porque siempre llueve de arriba para abajo. Llover para abajo no es un capricho de la Madre Naturaleza, es el efecto natural de la gravedad terrestre. El ciudadano perruno nunca ha visto llover hacia arriba. Y su padre tampoco lo ha visto. Quizá algún día no muy lejano, por el efecto pernicioso del hombre, llueva para arriba.

 

-El vino está más que genial. Y el jamón alpujarreño y el queso manchego, lo mismo. No te privas nunca de tus caprichos. Haces bien, querido padre. ¿Y qué te parece que España se llame Cataluña y que Cataluña responda por España? Así, de esta manera, quizá los nacionalistas catalanes se calmen y la perola no se les encamine más hacia la órbita lunar. ¿Me llenas el vaso con más vinazo exquisito?- le dice el ciudadano perruno a su padre.

 

-Por supuesto que te lleno el vaso de vino, querido hijo. Tengo más botellas. Nos podemos beber otra si te apetece. Y más queso y jamón. No hay problema. Para tres días que me quedan en este convento… Me cago dentro. Lo decía tu abuelo. Y lo de Cataluña, es una payasada del nacionalismo trasnochado y obsoleto. Aunque tú dirás que con una República Federal, se podía haber arreglado el tema hace ya muchos años. Y para que nada nos amargue la existencia, te voy a relatar uno de esos relatos que sé que te gustan, de esos cuentos que te fascinan porque son de andar por casa y no tener que partirse las neuronas pensando- le contesta al perruno su padre, y con ese atusarse los bigotes de conejo viejo que es sabio por anciano.

 

“José Pérez, alias Zapatones y Manuel López, alias Manazas, nacieron el mismo día. Y la chabola de cada uno de ellos, donde vivían con sus padres y hermanos, sólo distaba unos pocos metros la una de la otra. Zapatones y Manazas, siempre han sido amigos desde la infancia, algo común porque nacieron casi juntos en la misma jornada, aunque de madres distintas. Apedrearon gatos juntos. Y dejaron de asistir al mismo colegio, también juntos. Sus primeras fechorías las cometieron juntos: pequeños hurtos y coacciones a otros niños y hasta que llegaron a cometer timos de menor cuantía con gran alcance imaginativo, lo que constituyó unos hitos directos para convertirse, a muy temprana edad, en dos magníficos y eficientes delincuentes comunes.

 

En esta sociedad de doble moral, donde solo los delincuentes de poca monta van al talego rápidamente, Zapatones y Manazas eran un compendio de sabiduría delictiva, pero de esos malos a los que jamás les salen las cosas malhechoras bien, y menos aún sus golpes. O sea: que siempre caían en manos de la policía.

 

-Escucha, aquí no se está tan mal. La putada con mayúsculas es que cuando lleguen a soltarnos de la trena por esta última trastada delictiva contra la sociedad, otra vez tendremos que seguir afanando para poder sobrevivir. Y porque no sabemos hacer otra cosa. Aquí en el talego se está bien. Y el personal es de los nuestros, no es como el de esos canallas banqueros, políticos y terratenientes que por mucho que sisen a lo grande nunca van a un lugar tan saludable como es la cárcel- dijo Manazas a Zapatones, su compañero de celda.

 

-¡Quiá, andoba! Eres la releche. ¿Aquí se está bien? Podíamos estar como dos ministros con cartera, si la cabeza la tuvieras en su sitio. ¿A quién se le ocurre tirar de la puerta blindada de la caja de seguridad del banco que estábamos robando, y con nosotros dentro de ella? ¡Robábamos todos los millones de la caja, que eran muchísimos, y vas y cierras la puerta y dejas la llave puesta por fuera! ¡Gilipollas! ¡Mira que nos costó encontrarla, después de hacer un butrón tan enorme en la oficina! ¡Es de risa lo confiados que son en los bancos, mira que dejar la llave de la caja fuerte en el cajón del cajero, y éste sin echar la llave! ¡Son como tú, imbécil! Como creían que nadie les iba a robar. ¡Idiotas!- le contestó Zapatones a Manazas.

-¡Leche! Cerré la puerta de la caja fuerte porque eres un friolero de marca mundial. Siempre te quejas del frío. Y además, los ladrones nunca robamos con la llave. Lo hacemos reventando un muro, las puertas y después la caja fuerte. ¡Coño!- cortó la conversación Manazas.

 

Aquella mañana gélida, pero soleada, Zapatones y Manazas paseaban juntos, como todos los días que no llovía, por el patio de la cárcel sin mezclarse con los demás reclusos. Y porque ellos eran unos internos sabios e ilustrados, aunque con muy poca suerte dentro del gran mundo del hampa. Y las clases sociales son elitistas hasta dentro de la marginalidad de un penal. Unos tíos listos como Manazas y Zapatones, no podían estar mezclados en el patio de recreo de la prisión con las malas bestias de otros reclusos con delitos de sangre o de asuntos gravísimos contra la Ley.

 

Los internos 1.180 y 1.181, Manuel López y José Pérez, preséntense en la puerta de acceso a las galerías. Allí les espera con urgencia el funcionario Pereda, el cual les llevará al despacho del director de este Centro Penitenciario, sonaron los altavoces del patio.

 

-Adiós. ¿Y qué habremos hecho ahora? ¡Eh, Manazas! Seguro que ya la has cagado de nuevo con una de las tuyas, esas que pagamos los dos- tronó Zapatones.

 

-¡Joder! Que no he hecho nada. ¡Te lo juro por la gloria de mi santa madre. Y que estará en el cielo… Por lo menos!- contestó Manazas.

 

-¡Como hayas metido la pata hasta el corvejón, te voy a dar una sopanda de palos que te voy a dejar más liso que los pelos del director, que parecen varillas de cohetes! ¿Es que nunca vas a escarmentar y nunca vas a dejar de hacer fechorías? ¿Te da igual que estemos toda la vida en el talego? Yy porque tú siempre serás lo mismo de manazas y de torpe?- bufó a gritos Zapatones.

 

-Buenos días. ¿Cómo están mis internos predilectos? Bien, supongo. Y ya que bichos malos nunca mueren. Ni pasan calamidades. Bueno, bueno… Hoy es vuestro día de suerte, y espero que lo aprovechéis. El Gobierno, para amnistiar a pájaros de cuentas de gran calibre, no vosotros que sois pajarillos, ha establecido un enorme indulto colectivo, y vosotros pajarillos, no sé el por qué, estáis en la lista de los indultados. Pronto volveréis por aquí, eso lo sé porque sois carne de cañón. Aunque desde mañana estaréis de nuevo en la calle, así que a vuestra celda y hasta pronto- dijo con voz de súper funcionario, el director de la Prisión.

 

-José Pérez y Manuel López, se os entregan las ropas con las que llegasteis, el dinero legal que poseíais, los relojes y las llaves, supongo del cubil en que vivíais. También se os entregan todos los documentos y el papel de ingreso en un banco, a vuestro nombre, del premio que os correspondió en la Lotería Primitiva, y cuyo resguardo cayó al suelo del bolsillo del pantalón cuando llegasteis y fuisteis recibidos en esta institución. Por cierto, el premio ingresado a vuestros nombres asciende a más 93 millones de euros por el bote acumulado- le dijo a los indultados, Zapatones y Manazas, otro funcionario con voz de funcionario de rango intermedio.

 

Un gran despacho perfectamente amueblado, que se comunicaba con otro de las mismas características, acogían a Zapatones y Manazas, directores generales, al alimón, de la Agencia Inmobiliaria Zapama S. L. Y que está ubicada en el centro comercial más céntrico de la ciudad. A Zapatones y Manazas, todo les iba a pedir de boca.

 

-Querido socio, te veo cabizbajo y meditabundo. ¿Es que no eres feliz, ahora que la vida te sonríe con dinero y con todo lo que se compra con el dinero?- le preguntó Zapatones a Manazas con la voz de un agresivo ejecutivo.

 

-Es cierto, no soy feliz con tanta pasta gansa. No soy feliz ni estoy realizado con todo lo que representa el poder del dinero. Es más, no voy a aceptar el puesto de salida en la lista municipal, esa que me llevaría a ser teniente de alcalde. ¡Y porque nuestro partido va a ganar las próximas elecciones municipales! ¡Viva el PH!, el Partido de los Honrados- contestó Manazas.

 

-Bueno, bueno… ¿No eres feliz de millonario y político resultón? Eso ya lo he arreglado yo, tu socio y amigo de toda la vida. He dispuesto que toda nuestra fortuna pase a manos de una organización que lucha por la conservación medioambiental. Somos otra vez más pobres que las ratas, sí firmas estos papeles, no tendremos ni una liendre, ni un pavo de esos nuevos de lo europeo y volveremos desde mañana a despabilar y a robar de nuevo. Y porque no se vive del aire. ¡Aunque al loro, primo, sé de un banco en el que el cajero se ha hecho amiguete y sé dónde guarda la llave de la caja fuerte!- dijo Zapatones a Manazas.

 

-¡Que Dios te lo pague! ¡Bendito seas, marqués! ¿Dónde hay que firmar? ¡Esto es ser un tío legal con dos pelotas, con dos cojones! No hay nada como volver a la trena, después de que nos coja la bofia por birlar. ¡No somos perfectos! Allí se está bien. Y también se está muy bien afanando, robando, lo que no es de uno. ¡No mola nada de nada nadar en la abundancia del parné y con tanto rumbo! Es de pasmaos, primo, poder comprar todo con billetes honrados! ¡Primo, estoy emocionado!- se abrazó Manazas a Zapatones con lágrimas en los ojos”.

 

Hay en los relatos del padre del ciudadano perruno Igor González, una cierta crítica a las sociedades de doble moral que imperan en todo este mundo tan redondo como una pera terráquea. El padre del perruno es ácido con los hombres de estas sociedades en la más terrible de las decadencias. Y es mordiente, acerbo y acre con ellos porque muy bien conoce que la historia de la humanidad está repleta de un egoísmo que hace que los hombres se maten entre sí. Y por esto gusta de inventarse relatos en los que desnuda a los hombres para que éstos sirvan de ejemplo nítido para intentar enderezar el rumbo de las relaciones humanas. El ciudadano perruno está sentado cómodamente en el salón de su apartamento de alquiler. Cavila si cenar una ensalada ligera o despachar un plato de exquisita sopa de pollo con fideos finos. No está seguro todavía de su elección, aunque se va a decantar por la sopa. La sopa es excelente cuando se han tomado varios vasos de buen vino tinto y se han acompañado con jamón y queso. Y después de este aperitivo, el padre del perruno le sirvió una pierna de cordero, una para cada uno, asada a las brasas cansinas de una parrilla con fuego lento de leña antigua de encina.

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