lunes 6 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XXI) (22-5-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XXI)

 

El ciudadano perruno Igor González, cabreado y malhumorado como un tifón tropical, el día ha sido bastante cansino e inhóspito porque la campaña lectoral es tan pesada como llevar una montaña penibética encima de los hombros, los políticos son unos lerdos robot que peroran incansables y prometen lo que después no cumplen, camina sin rumbo fijo por las calles desmadejadas, aunque llenas de gentes autóctonas y viajeros turistas, de una Granada que siempre es bella y monumental. Se desplaza el perruno sin prisas por calles y plazas llenas de piedras históricas. Va caminando como un chamán africano que busca hierbas medicinales en la sabana para hacer pócimas, esos caldos que quitan todos los males, incluidos los de amores fallidos. Ha quedado con su padre cuando el sol no pique la piel como un alacrán amarillo que tiene un veneno fuerte, pero no mortal. El calor de Granada no es pegajoso. Es tórrido. Y porque la humedad es casi inexistente. El calor de secano, el de la ciudad granadina, es tan duro como el de piedras encendidas por calientes fuegos lentos. Es un calor de infiernillo, pero sin ser de horno atizado por diablos cojuelos. El calor pone al perruno ciudadano contra las cuerdas, a él le gusta mucho más el frío. Con lo gélido solo es cuestión de abrigarse lo mejor que se puede. Y con el bochorno y el sofoco de la canícula, las gentes no pueden ir sin ropajes y en un despelote total. El ciudadano perruno Igor González sigue caminando cabreado y malhumorado, los políticos lo ponen en estado de alerta. Tiene pocos amigos que son políticos, aunque los que posee son personas dignas, cultas, trabajadoras y honradas. En España, un país europeo que se parece mucho más a uno africano, existen demasiados políticos que son corruptos. Y el desencanto aflora en la ciudadanía como un pozo que derrama el caudal de su agua de forma baldía. Es inaguantable la depravación política que existe en España. Es insoportable el desenfreno político que milita en los partidos políticos. Es perversión política lo que pulula en España. Y sin visos de que todo esto pueda ser erradicado. No existe en España la independencia de los tres poderes. El Ejecutivo se ha adueñado del Poder Legislativo y del Poder Judicial. Va de culo España.

Ya ha llegado el ciudadano perruno a la casa de su padre, a éste lo observa también muy cabreado y molesto por el caminar político español. Aunque su padre, después de un buen rato en el que da sus recetas para sanar los males políticos españoles, comienza a relatarle otro nuevo capítulo de esas memorias suyas que son tan genuinas y vivientes…

 

“Los rayos postreros del sol, ya en el atardecer dorado, iluminan el campanario mudéjar de la Iglesia Parroquial. Las campanas tañen con sonidos de bronce verdoso que llama a los fieles para que acudan prestos a la misa de ocho de la tarde. Son repiques sin alegría, casi solemnes, lentos, que todos los días repiten el mensaje de que el oficio religioso va a comenzar inmediatamente. Las palomas posadas en los tejados del templo han alzado el vuelo. Y revolotean por encima de la plaza que está repleta y poblada de gentes. Todos los bancos de piedra están ocupados. Los hombres hablan de las cosas de los hombres de todos los días. Conversaciones pausadas. Y otras acaloradas. Y las mujeres atraviesan la plaza de puntillas, etéreas y revoloteando, y para acudir a la homilía de las siete de la tarde en la iglesia parroquial. Unos gorriones se bañan desnudos en la fuente de la plaza. Los niños juegan a ser niños con las ilusiones intactas. Y un viejo bosteza.

 

Todavía el verano aprieta con calores amarillentos de más de 30º grados a la sombra. El viento racheado escasea para mitigar la canícula, y la fuente de la plaza es el abrevadero de la sed que aprisiona a todos los que están sedientos cuando pasan por ella o a los que están sentados en los bancos de piedra. La tarde avanza. Y los días ya encogen como presintiendo al otoño que va a llegar con las primeras lluvias copiosas y con algo de frío necesario. También se huele al sabor de la cena, ese olor está en las bocas de las gentes. Y se nota que estas personas empiezan a retirarse. Ya hace hambre nocturna. El día no ha dado para más. Ha sido otro día. Un día cansino. Una jornada sin historia, pero con una intrahistoria maravillosa. La intrahistoria de las gentes, es esa historia pequeña que solo les interesa a los interesados. Y los borrachos de siempre, ya están tan beodos como cubas. Las borracheras en el pueblo, algunas son ruidosas. Y otras oscuras como los gatos pardos. Hay borrachos que parecen sombras andantes de botellas de alcohol.

 

Comenzó la mañana como el porvenir cierto de todas las jornadas del fin de semana. Bajé a la librería para comprar los periódicos y tomar café en la cafetería muy céntrica. Leí lo de siempre. Y también los artículos de opinión. Opinan como esas olas pausadas del Mediterráneo. Como la espuma blanca del rompeolas cuando lo soleado es un leve poema de los hombres que conocer el olor del mar. Y el de la tierra de mar adentro que tiene sabor a la escritura que enseña que hay que poner la vida al servicio de las causas justas y nobles. Y que hay que vivir con la dignidad de los seres humanos que se mueven impolutos entre lo intangible de una bóveda celeste infinita y una tierra con límites absolutamente definidos.

 

Después pasé casi todo el día entre mis propias letras diarias, las que intentan informar y también opinar. Tomé otro café por la tarde, fue cuando observé los rayos del sol en el campanario mudéjar, y conocí que mi pequeño pueblo adoptivo es lo que cabe entre mis manos. Aunque para los demás, sea el pueblo otras cosas distintas. Y por la noche, con una oscuridad de estrellas visibles de un color blanco alejado y cósmico, tintineando, le sonreí tímido y modoso a la montaña que está encima de mi casa. La luna menguante todavía la iluminaba. Y sus dolomías ahora parecían de plata. El silencio de las noches en el valle, ahora en verano es de grillos. Aunque cuando llegué de nuevo el frío, lo será de escarcha y simple soledad”.

 

Vuelve el perruno sobre los pasos que antes dio, camina de vuelta a su apartamento de alquiler. El perruno no tiene ninguna propiedad inmobiliaria en la que vivir. Las dos viviendas que adquirió, con la inestimable ayuda de sus dos santas ex esposas, ahora están ocupadas por sus dos ex esposas llenas de gracia y virtud. Aunque el perruno es marxista. Y cree que la propiedad privada es signo del egoísmo humano que crea más clases sociales de las debidas. Y ya que los ricos son pocos y con mucha malaleche y los pobres son miles de millones de gentes humilladas por el cabrón capital que hace esclavos. El perruno va como el perro del hortelano, ese que solo come cuando todo el mundo tiene hambre y que no se alimenta cuando las gentes están ahítas y colmadas de pitanzas exquisitas. El perruno va a contracorriente. Discurre como un río extraño que no desemboca en el mar. Es como ese río que regresa a la montaña en la que nació. Es un tipo singular el perruno. Es un somormujo que se ilumina como un faro marino que emite luz con forma de letras y frases, esos grafismos que conforman poemas, relatos y novelas. El perruno es torpe en su deambular por las aceras de las calles granadinas, y solo repara en las gentes cuando observa de cerca una mujer que es redondeada en sus formas humanas. Una mujer tan atractiva que es capaz de hacer que el perruno se pare, en mitad de la acera, para verla pasar en su auténtica plenitud oceánica de hembra que es tan estilizada como la sombra de la belleza supina, esa que conforma unas formas exquisitas de mujer demasiado hermosa. Una mujer de largas piernas. Culo cartaginés. Pechos romanos. Cabellos pelirrojos austriacos. Ojos azules bávaros. Y labios de una diosa de ébano. El perruno ciudadano Igor González, siempre ha sido respetuoso con las mujeres. Aunque a veces, más de lo prudencial, no se ha respetado a sí mismo. Y esto le ha ocasionado variadas y molestas situaciones personales. Y como es muy poco egoísta, al ciudadano perruno siempre le salen gruesas pulgas como si él fuese un perro bastante flaco. Existen demasiadas envidias en la profesión del perruno. El periodismo ya se está muriendo, no de aburrimiento, en su país. El periodismo está absolutamente a merced del capital que tanto tiene que esconder. No existe en España el periodismo que es de una independencia manifiesta. El periodismo ya es gregario .Y se alimenta de las sobras que le lanza el capital a su artesa. A su lustroso pesebre. Existen los intocables políticos y económicos. Pululan los periodistas oportunistas y rácanos que se venden por un plato de escuetas lentejas. Y si eres un periodista díscolo que solo pretende ejercer su trabajo, escribiendo la verdad con honestidad y deontología, el capital le hace un hermoso cerco económico y lo destruye inmediatamente. El perruno conoce de esas historias macabras.

 

Al abrir la puerta del apartamento exiguo, aunque confortable y céntrico, en el que vive el ciudadano perruno Igor González, un tufillo apetitoso a guiso de ternera con verduras se apodera de las pituitarias del perruno ciudadano. Igor González lo cocinó con mucho amor culinario en la tarde noche del día anterior, pero el aroma sigue casi intacto a pesar de la campana extractora de humos. El perruno dejó la cacerola repleta en el frigorífico para que el calor reinante o lo fuese a estropear. Y ahora, con los efluvios a caldereta de carne de ternera con verduras variadas, se le ha abierto un apetito caníbal. Ya no piensa el perruno en el inmenso cabreo con los políticos de quita y pon, y ya que su hambre es semejante a la de un lobo, un lobo malo y peludo, que necesita devorar un cordero, un buen cordero, en un santiamén. El apartamento del perruno ciudadano, tan recoleto, es un santuario de silencio, y que solo se ve alterado por las sinfonías de Mozart y por las “Cuatro estaciones” de Vivaldi. Aunque nunca con unos decibelios tan altos que puedan ser molestos para el resto de la vecindad. El perruno está bastante civilizado y educado. Sus padres fueron los culpables principales de ello. Y luego están los castigos físicos y de otros tipos que le infligieron, de malas maneras, los educantes religiosos del perruno, esos a los que ahora él no quiere ni recordar. Pero que fueron los que iniciaron el buen proceso de ateismo que ahora detenta el perruno ciudadano, y él que acrecentó con la lectura de las artes y las ciencias. El perruno se alimenta con exquisitez, elegancia y con el protocolo debido. No devora el guiso de ternera con verduras como un depredador de viandas cocinadas con los condimentos exactos y necesarios para un sabor sublime. Es un esteta culinario, el perruno. Y también es la cuchara que disfruta alimentándose con platos sencillos y caseros. Esos platos increíbles de las abuelas, y que ahora están en el más absoluto desuso entre las gentes jóvenes. Y porque los jóvenes los han sustituido por las comidas basura. Descansa el perruno ya en su solitario tálamo, y sopesa que el día de mañana será aún más movido periodísticamente. Las elecciones asoman la pata por debajo del as puertas de unos votantes españoles que son analfabetos políticamente.

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