domingo 19 mayo
Opinión  |   |

Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XXIV) (1-6-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XXIV)

 

El ciudadano perruno Igor González se está partiendo las ternillas de la risa que le ha dado cuando se ha enterado del empate técnico que se ha producido con las votaciones municipales en la pequeña localidad del Valle de Lecrín en la que mora. El perruno está llorando de risa. Se le caen lagrimones como membrillos. Le duele el estómago de tanto reír. Está hipando como un camello mongol. Se le atragantan las lágrimas que se tiene que tragar por la nariz. Han empatado los conservadores y los socialdemócratas. Y el partido del regionalismo andaluz es el árbitro con sus tres concejales. Los conservadores y los socialdemócratas han sacado, cada uno bipartidistas, cuatro concejales. Y para que gobiernen y administren el pueblo recoleto en el que vive en ciudadano perruno, los dos necesitan a los tres ediles de los regionalistas andaluces. En el anterior mandato, en los ayuntamientos no se llaman legislaturas, gobernaron los conservadores apoyados por los regionalistas andaluces. Pero ahora no se ponen de acuerdo, y porque argumentan que el anterior alcalde fue un chulo macarra que trataba a los regionalistas andaluces con la punta del pie. Y ahora los regionalistas andaluces claman vendetta o venganza servida en el plato frío de los exquisitos ajustes de cuentas políticos.

 

El perruno a dejado de reír, y ya que teme que le vaya a dar un “yuyu” con sus risas esplendorosas. No se puede ser un chulo ni cuando se es el hombre más rico e inteligente de la galaxia. La modestia es una virtud humana que nunca es atacada por la venganza. La mesura es otra virtud de los humanos que tampoco es nunca ajusticiada por los ajustes de cuentas. El perruno ciudadano, todavía con algunas lágrimas en sus ojos de perro de aguas, conoce que los chulos son criaturas o individuos de corto recorrido vivencial. Y ya no se ríe el perruno. No gusta reírse del dolor ajeno. Y además, ahora sopesa el asunto con seriedad, estima que llegan tiempos en los que los partidos políticos tendrán que pactar para gobernar y administrar en las instituciones del Estado, y ya que las mayorías aplastantes salidas de las llamadas a las urnas, parecen que han pasado a una mejor vida. Pactar políticamente es un ejercicio de humildad, esa función que los chulos políticos deberán de aprender a marchas forzadas. La vida de un chulo va a quedar en solo algo que ladra y no muerde.

 

Y después de esta reflexión que se va haciendo de forma mental para sí mismo y de las lágrimas por la risa, el perruno ahora viaja en el autobús de línea camino de la ciudad de Granada. Y para visitar a su padre en su casa y recibir de él el capítulo diario de sus memorias. Hoy el perruno sopesa que su progenitor le va a seguir contando hazañas d tipos singulares. Y no se equivoca. Su padre comienza su relato de esta manera…    

 

“Manco Tijeras nació con los dos brazos incólumes. Perdió en brazo izquierdo a los dieciocho años. Y cuando tuvo un terrible accidente motociclista. Se estrelló contra un poste de la luz en una jodida carretera muy estrecha de esas que unen a dos localidades que están cercanas. No fue mala suerte. Fue producto de la borrachera terrorífica que llevaba puesta y encima desde por la mañana temprano, y que lo inhabilitaba para conducir incluso a un automóvil tan dócil como un perro de aguas. Manco Tijeras, borracho desde la tierna infancia y drogata desde la pubertad, era un desastre integral que no llegó a terminar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Una mala bestia con unas ideas retorcidas, y que lo hacían un individuo malencarado y maledicente que miraba al resto de la sociedad como si ésta tuviera la culpa total de sus desventuras. Desde luego, una parte importante de su pésimo deambular por este mundo, sí hay que achacarla a esta sociedad injusta que crea malas bestias como Manco Tijeras, y con sus tretas, injusticias y desigualdades sociales. Manco Tijeras, desde luego, también puso él de su parte lo suficiente como para vivir con una amargura terrorífica. Y no obstante, se casó con una buena mujer, y a que siempre tuvo amargada y prisionera de su carácter bestial. Y a sus tres hijos, dos niños legañosos y descalzos, y también a su hija, una niña preciosa con la misma cara de amargura que su madre. A Manco Tijeras, además del vino, también le gustaba la caza. Y por esto se compró dos escopetas de cartuchos del doce, y a la de cañones planos la recortó. Un peligro que no pasaba desapercibido en el pueblo, y ya que todos temían que Manco Tijeras, algún día, con las escopetas pudiera cometer una barbaridad irreparable.

 

Siempre estaba Manco Tijeras bebiendo en la puerta de su casa, y como para que todo el pueblo lo supiese. Sus borracheras eran sonadas, y por lo impredecible de las acciones que Manco Tijeras fuese a cometer. Un día, borracho como una cuba de lagar, se lió a tiros con los gatos negros de la vecindad, aduciendo ante la guardia civil, que los gatos negros traen mala suerte, y que él estaba hasta los cojones de su mala suerte. -Los gatos negros son mi ruina, y voy a acabar con todos ellos a tiros- dicen que dijo apestando a anchoas y a vinazo. Fue en una mañana de aquel verano que resultó tan tormentoso. Todos los días, se producían unas tormentas secas en las que caían rayos a doquier. Una de las chispas eléctricas partió un olivo cerca de la casa de Manco Tijeras, y ese fue el motivo de que éste se liara a cartuchazos con los gatos negros, sobre todo con el de su vecino. Un anciano que tenía al gato negro mejor cuidado de todo el pueblo, y que lo lloró muerto con gran desconsuelo y pena. Él fue el que llamó a la guardia civil. Y que cuando ésta llegó al lugar, se llevó a Manco Tijeras para que declarara en el atestado que se le abrió. En las dependencias de la guardia civil, Manco Tijeras, aseguró que a los perros negros también se los iba a cargar, y aunque éstos trajeran menos mala suerte que los gatos. -También son negros, los muy hijos de puta- dijo.

 

Manco Tijeras conoció a Cojo Dios y a Joroba Perro, cuando los tres iban al colegio público del pueblo, y en donde se hicieron famosos por sus desmanes con el resto de los alumnos y con los maestros de Educación Primaria, unos abnegados profesores que trataban de enseñarles algo útil para el futuro. Los docentes, no lo consiguieron. Los tres desalmados alumnos, no pusieron nada de su parte por aprender, y los educadores desistieron desesperados por no poder enseñarles ni para el presente ni para el futuro. Cuando dejaron el colegio, el alivio fue general. Ya descaradamente, los tres amigos se dedicaron a vaguear, apalear niños y a realizar pequeños hurtos. Y comenzaron a beber, algo que jamás han abandonado. Y a sopesar que el éxito podía llegarles con dinero fácil, y a través de su banda mafiosa de delincuentes que se hacen a sí mismo justicia delinquiendo contra el maravilloso silencio.

 

A Manco Tijeras, el canallesco borracho que asegura que le gustaría vivir en un tonel, de vino se entiende, le han diagnosticado una cirrosis hepática de cojón de caballo percherón, y que lo va a llevar a la tumba sin duda. Al enterarse de su enfermedad mortal, riendo le ha dicho a sus amigos y compinches, Cojo Dios y Joroba Perro, que el vino no acaba con él, y que eso de la cirrosis, o como pollas se llame, es el miedo que te metan los doctores para que dejes de beber... -Vamos a dar un buen golpe contra el silencio, y porque le vamos a cortarle la lengua- les aseguró a sus mafiosos amigos. -Sí, eso está bien pensado. Al silencio hay que darle un escarmiento de cojones... Yo tengo una “chotera” que corta como una cuchilla de afeitar- dijo Cojo Dios. -Sois la hostia de listos, y así nos va de bien... Vamos a ganar pasta gansa por un tubo- también aseguró Joroba Perro.

 

Margarita, la mujer de Manco Tijeras, hoy ha estado en el cementerio para llevarle agua a las flores que el otro día le puso en un jarrón al nicho de Manco Tijeras. Le llevó unos crisantemos amarillos. Y allí en el silencio, se acordó de lo bestia que era su marido. -Si le hubiera hecho caso al médico, quizá todavía me estaría amargándome la vida- pensó”.

 

El ciudadano perruno Igor González y su padre ahora están escanciando, echándose al coleto con regusto universal, una copa de brandy. El café ya se lo han bebido. Aunque el padre del perruno es capaz de tomarse varios cafés después de haber despachado unas chuletas de cordero lechal a la brasa y unos chorizos al infierno en el hogar de la misma chimenea. El padre del ciudadano perruno, a pesar de que ya es primavera, todos los días enciende el fogón. Y le está explicando al perruno que España está sumida en la más esplendorosa de las decadencias políticas. Y que mucho tendrán que cambiar las formaciones políticas, sobre todo las del bipartidismo conservador y socialdemócrata, para que la abstención política no llegue a cotas inusitadas. Los votantes están hasta más arriba de sus pelambreras con la corrupción política y empresarial en España. Y ya que cada día es muy raro que no se produzca una nueva escandalera. Los políticos españoles son tan comprables, que parecen sacados de un mercadillo dominguero. Es una terrible vergüenza objetiva, y porque ninguna formación política española se salva de no poseer hombres y mujeres corruptas. Es un espectáculo totalmente espantoso y dantesco, lo de la corrupción política y empresarial. Y que puede explotar socialmente. Aunque esto a los políticos, sobre todo a los del bipartidismo, se la trae al pairo. Ellos va a lo suyo. A lo de afanar cuanto más mejor de los dineros públicos y privados de los que les hacen favores inconfesables. El perruno ciudadano Igor González, ahíto de brandy, abraza a su padre y se despide de él hasta la siguiente jornada. Y le informa que va a estar unos días sin venir a verlo, y ya que se va a ir unos días a Austria para estar con su hija Luna. Su hija Luna, tan amada por el perruno ciudadano, está estudiando con una beca Erasmus en la Universidad de Graz. Aunque le advierte que en unos quince días volverá para continuar con sus encuentros y con los relatos. El perruno ciudadano, un marxista que no se cambia de chaqueta política, ama su padre con veneración y respeto. Y aunque su padre fue un mando del Ejército de Tierra que ganó otrora la guerra civil española.

 

 

 

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