domingo 19 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XXVIII) (19-6-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XXVIII)

 

El padre del ciudadano perruno Igor González, sonriente como un caníbal que se va a merendar a una víctima muy apetitosa para él porque está oronda, le comenta al perruno ciudadano que tiene un amigo norteamericano que ahora vive jubilado cerca de donde él mora. En un carmen que ha adquirido muy cerca del recinto de la Alhambra. A este tipo millonario, le tocó la lotería en Estados Unidos, otros dicen que era un policía corrupto, le gusta la ciudad de Granada. Y me cuenta, de vez en cuando y con demasiado vino tinto y tapas de por medio, algunos relatos salvajes de los Estados Unidos de América del Norte. Este tipo fue ayudante o sheriffl de un Condado norteamericano. Y conoció muchos casos increíbles. Trabajó durante muchos años de ayudante o de sheriff de uno de ellos. El padre del perruno le dice, con una sonrisa lobuna, que hoy le va a relatar uno de esos relatos, quizá otros días le cuente otros casos, pero que se va a quedar con la boca abierta de par en par como los polluelos de los gorriones cuando conozca la trama que hoy le va a narrar. El padre del perruno ciudadano, le comenta a su hijo, el perruno ciudadano con los oídos listos y abiertos, que el relato de esta jornada es bestial. Y que se lo tome con las debidas cautelas. Los yanquis son tan salvajes como los animales salvajes, así que no te vayas a escandalizar. Son bestiales los yanquis y sus relatos. Y las cosas que hacen son propias de gentes incultas y sanguinarias. Parece mentira que los norteamericanos sean tan puritanos. Son como lobos asesinos. Son como bestias que beben la sangre de sus víctimas. Parece que disfrutan matando a sus semejantes. Se les va la cabeza y la emprenden a tiros que ocasionan una matanza. Menos mal, que no todos son iguales y hay gentes normales. Y el padre del perruno, le dice que el relato empieza así…

 

“Lindsay Logan de nuevo se ha enamorado. Aunque sigue bebiendo tequila con cerveza. Lindsay Logan continúa emborrachándose con tequila barata, mezclándola con cerveza irlandesa. Lindsay Logan, además de tener el corazón débil, posee un gusto por el alcohol que es también ligero como su entrepierna. Lindsay Logan se engancha con el primero que llega. Ella, entre risas, argumenta que el tequila con cerveza fría irlandesa y los hombres son su perdición.

 

Las lenguas murmuradoras en el pueblo, esas temibles, cuchichean que también copula con su perro pastor alsalciano. El animal, desde luego, es enorme y está muy encariñado con ella. Lindsay Logan lo mima en exceso. Y la vieja señora Liz Jones, asegura a sus amigas que un día, a través de la ventana de su casa que está colindante a la de Lindsay Logan, la observó en el jardín a cuatro patas y el perro por detrás arreándole. La vieja señora Liz Jones también asegura, que Lindsay Logan tenía la falda subida, las bragas gachas y estaba en pompa con cara de estar en el séptimo cielo. Y que el perro pastor alsalciano no ladraba, sino que jadeaba al ritmo que movía sus cuartos traseros. Una viciosa zoofila, eso es lo que es Lindsay Logan, y según la vieja señora Liz Jones. Menos mal que su madre, a la que mató a disgustos, ya no se puede enterar de las andanzas de su Lindsay Logan, sentencia la vieja señora Liz Jones.

 

Lowter Ross es el nuevo amor de Lindsay Logan. Y comentan en el pueblo que es de New York. Un tonto de la Gran Manzana que ha llegado al pueblo para impartir clases en la escuela pública, y que no sabe ni se entera de nada sobre la personalidad linfomana de Lindsay Logan. Un papanatas doctorado en Harvard, y al que Lindsay Logan ha atrapado con su linfomanía. Verdaderamente, Lowter Ross parece idiota con su ridícula chaqueta a cuadros marrones de lana escocesa, su pajarita verde y las gafas de concha de carey sobre su nariz anglosajona. Y con su pequeña tartamudez. Los niños y las niñas se ríen de él en la escuela pública del pueblo. Enseña Lengua y Literatura Inglesa, una paradoja con esa tartamudez, y que se acentúa cuando está con Lindsay Logan. También dicen en el pueblo, que Lowter Ross es impotente, y de ahí lo del perro pastor alsalciano. Pero no debe de ser verdad, porque el perro pastor alsalciano ya andaba muy encariñado con Lindsay Logan, y antes de que llegara Lowter Ross a la vida amorosa de Lindsay Logan.

 

Cuando But McIntire, el Sheriff del Condado, detuvo a Lindsay Logan, las gentes del pueblo se quedaron con la boca abierta, boquiabiertos, y ya que Lowter Ross con su cara de idiota, su tartamudez, su chaqueta de lana escocesa de horribles de cuadros marrones, su pajarita verdosa anticuada y las gafas de concha de carey sobre su nariz anglosajona, era un agente especial del FBI. Y que estaba investigando y descubrió, e hizo confesar a Lindsay Loan, que ella era la autora de la muerte por asesinato de su madre. Lindsay Logan confesó que asesinó a su madre, empujándola por las escaleras de su casa. No fue un accidente, y como ella misma explicó al sheriff But McIntire hacía ya más de un año. Fue un asesinato en un arrebato de furor, y cuando a Lindsay Logan su madre le reprochaba su disipada y crapulosa vida con los hombres y el alcohol, y su zoofilia con el perro pastor alsalciano.

 

La han condenado a cadena perpetua. Lindsay Logan ha reconocido que a su padre también lo asesinó. Le pegaba a su madre cuando se emborrachaba unas palizas de muerte, y también azotaba al perro pastor alsalciano porque una vez sorprendió a Lindsay Logan copulando con él.

 

-Puta cochina que folla con perros a cuatro patas y cuando los perros se ponen a dos patas. Eres una jodida condenada del Diablo- le dijo Lindsay Logan al sheriff But McIntire que le había espetado de forma bestial su padre.

 

No fue un accidente de caza. Lindsay Logan, le descerrajó un tiro fatal en la cabeza a su padre con el rifle de cazar alces salvajes en la pradera.

 

Ahora, las gentes del pueblo ven a Lowter Ross con otros ojos. Lowter Ross lleva pantalones vaqueros y una cazadora de cuero negro. No tartamudea. No es miope. Y la camarera del motel del pueblo, asegura que no es impotente nada de nada. Que posee una herramienta tan dura como una barra de hierro, y que el implemento masculino funciona eréctil como un reloj sin horas a finalizar de esos que portan en sus muñecas los marines del ejército USA.

 

Todo esto me lo contó el mismo Lowter Ross, a su vuelta a New York. Yo conozco a Lowter Ross desde los tiempos de la universidad. Tomamos unas copas en “Juniper's”, y él se sinceró conmigo. Yo estaba sentado con Lowter Ross en una mesa del fondo de “Juniper's”. Encima de mí había un cuadro con la figura de Jules Clown Magic, un payaso que sostenía a un conejo con su mano derecha, y que con la mano izquierda manejaba una varita mágica. Jules Clown Magic, el payaso, en ese cuadro estaba maravilloso con su chaqueta de payaso, su roja nariz, su pantalón a grandes cuadros y sus enormes zapatones. Al otro lado de “Juniper's”, en otra mesa del otro fondo, conversaban unas chicas y unos chicos con cara de idiotas absolutos, y se supone que de sus estúpidas cosas. Esa era la clientela, en esos momentos, de “Juniper's”. No había nadie más, y si exceptuamos a una camarera y a Matthew Jack, el dueño de “Juniper's”. En la calle, a esas horas indeseables y desheredadas de una tarde muy fría, llovía intensamente”.

 

El ciudadano perruno Igor González, desde luego, se ha quedado con la boca abierta de par en par con el relato de su padre. Es bueno para una película norteamericana de esos tipos chiflados, en este caso una tipa chiflada, que asesinan a sus padres o a sus vecinos por pequeñas cosas corrientes de la vida que parece que es simple y sencilla. Aunque en este caso la tipa chiflada, da la impresión negativa de que tenía suficientes motivos para asesinar a sus progenitores cuando se tiene la mente enferma. El ciudadano perruno se ha parado en una cafetería del centro de Granada para tomarse un café. Es esa hora en la que las luces son cómplices de un atardecer esplendoroso. La luz de Granada es un bello compendio de sombras claras y luces oscuras que realzan el bellísimo colorido de sus movimientos arquitectónicos, plazas, calles, árboles y zonas ajardinadas. Y la terraza de la cafetería en la que el ciudadano perruno degusta su café, está repleta de gentes que han salido de sus casas para ver a otras gentes. Y también a que las otras gentes las vean a ellas. Es el verse y que te vean. Es mirarse y que te miren. Aunque lo de hablar entre ellos, eso es bastante más complicado. Las gentes de Granada no son amigas de entablar amistades con otras gentes. Existe un protocolo especial. No es de gentes con clase eso de entablar rápidamente amistades con desconocidos. Es la pijotez estúpida de los pijos granadinos. Ese falso señorío que ya ni se lleva porque el falso señorío, o el señorío en todas sus extensiones, es una gilipollez a extinguir por ñoña y desfasada.

 

El perruno ciudadano Igor González, con su café tan rico en la mano y sorbiéndolo con pequeños sorbos, observa con ojos de tigre predador a unas chicas muy jóvenes con esas minifaldas de la primavera. Y que en una de ellas enseña sus interioridades porque no lleva ropa interior. El perruno no distingue su sexo porque en la interioridad de la chica todo es oscuro y rizado. Aunque los labios del sexo de la chica, fijándose en extremo, se pueden observar bellísimos y en flor. La chica sabe que está enseñando su sexo, pero no hace nada por esconderlo. Parece que disfruta bastante con que se lo miren. Y se hace la distraída. Ella está como si estuviese por encima de las miradas, incluso de las miradas femeninas, del ciudadano perruno y de los demás varones que se han dado cuenta de que no lleva bragas. Tiene los muslos redondeados como columnas de mármol tostado. Y su vello púbico es negro como ala de cuervo, aunque el perruno cree que será tan suave como la seda negra china. La chica mira al perruno quitándose las gafas de sol y mirándolo con ojos insinuantes.

 

-Ha sido maravilloso- le dice al ciudadano perruno la chica que iba sin bragas, y que ahora tiene sus ojos cargados de placer.

 

-Ha sido espectacularmente maravilloso- le contesta el ciudadano perruno a la chica de la minifalda que no llevaba ropa interior, y que verdaderamente posee un vello púbíco que es tan sedoso como la seda negra china.

 

 

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