sábado 18 mayo
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Relatos cortos sin recortar (Una mano que busca a otra mano) (15-9-2014)

Una mano que busca a otra mano

El hombre de cabellos albos en las sienes, ya camino de cumplir demasiados años, ha encontrado el amor. Se ha enamorado de una mujer joven. Y la mujer joven se ha enamorado de él. Y son felices. Aunque no se plantean el día de mañana. Y porque viven al día que da paso a otro día posterior. Él es un escritor que siempre escribe la verdad de lo que piensa y razona, aunque no escribe sobre aquellas cosas que a él le puedan interesar para que su carrera navegue viento en popa y publicando obras que son arteras y sesgadas por un egoísmo económico fantástico y mercader. El hombre sincero de los cabellos albos en las sienes y la mujer joven, viven una verdadera historia de amor que se basa en nunca mentirse y en siempre respetarse. El tiempo no importa. Y la diferencia de edad hace que su amor sea cada vez más sincero. Él aporta serenidad y experiencia. Ella arrima frescura y futuro. Y sus días trascurren por las sendas secretas de un amor inmaculado que solo ellos saben encontrarlas. Y en las noches, con la luna y las estrellas o con la bella oscuridad como amigas, su amor irradia invencibles colores.

Y cuando a ella le detectaron la enfermedad, el cáncer galopante, él nunca se separó de todo lo que a ella le hacia ser feliz y resignada. Las mañanas eran para pasear por los espacios infinitos del amor que no necesita sexualidad. Las tardes pasaban con bellas lecturas amorosas que él leía para ella. Y en las noches, ambos se abrazaban y se decían las cosas más bonitas que se pueden decir una mujer y un hombre. Y cuando las horas de la enfermedad se hicieron una condena y una agonía terrible, él cogió su mano y no la soltó hasta que ella exhaló su último aliento. Ahora el hombre escribe sobre aquella mujer joven que tanto amó. Y la retrata en sus escritos con sus cabellos rojizos largos y rizados volando porque el aire los quería elevar por encima de la belleza. Él relata la boca dulce y sonora de ella, y también cómo su lengua tenía el sabor del agua que nace de los manantiales ignotos. Y como todo su cuerpo era una selva salvaje tan bella como aquel amor que surgió de una mirada de él y otra de ella. Él todavía busca la mano de ella a diario. Y seguramente, sí, la seguirá buscando hasta que llegue su propia muerte.

Existen hombres, algunos seres humanos, que solo se enamoran una vez en su vida de una mujer. Él se enamoró de ella en el primer día que la conoció. En la primera mirada que posó en su cuerpo y en su cara. Él supo que era ella, y sin que ella todavía hubiese hablado con él ni todavía supiese que a ella le había ocurrido lo mismo. Él siempre la extrañará, la echará de menos, y su ausencia irremediable será un castigo más de los que ya lleva padecidos en su vida de solitario escritor que narra lo que le acontece y que a ella jamás la olvidará. Él vuelve a vivir con la inercia del día a día vivencial y solitario.

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