martes 30 abril
Opinión  |   |

En el auto de papá nos vamos a despertar

¿Sabéis esa frase viral tan repetida que dice; “Hoy es un día estupendo, seguro que viene alguien y lo j*** ”? Pues es lo que pienso casi cada mañana, cuando suena el despertador y me levanto con ilusión por afrontar un nuevo día. Y conozco, perfectamente y casi con total seguridad, a ese “alguien” que va a desesperarme. Va en coche. Y lleva a los niños al colegio.

Ya lo decía la canción “El viajar es un placer, que no suele suceder”. Y menos aún si son las 8 de la mañana y vives, o tienes que pasar, cerca de un colegio o instituto.

La hora de entrada y salida de los colegios se convierte en un tapón de tráfico en todos sus accesos y calles aledañas. Un colapso no sólo permitido, sino incluso justificado. Una hermandad secreta entre los progenitores de todo el mundo que ha conseguido que la sociedad mire hacia otro lado. Y que encima, cuando alguien osa decir que estos atranques les parecen molestos, se le mire con desprecio, como si fuera una persona inhumana, y no sólamente alguien desesperado por llegar al trabajo sin sobresaltos.

Supongo que es un acuerdo interplanetario y consensuado socialmente que me he perdido por no tener aún descendencia. No sabía que cuando te dan “el carnet de padres”, flexibilizan el carnet de conducir. Te asignan una bula que te exime de cumplir los requisitos de la DGT.

Y es que en el auto de papá (o en el de mamá, por supuesto, que en esta columna también queremos instaurar un régimen del terror feminista como en la redacción de El País) los intermitentes son anecdóticos, meramente decorativos, casi como las luces del árbol de Navidad.

En el auto de papá la atención a la conducción se resiente cada vez que se está más pendiente de los niños que de los otros coches que circulan por la carretera, y que deben extremar las precauciones por volantazos, frenazos o más incidentes acabados en azo.

En el auto de papá podemos parar donde queramos un rato, da igual si cerramos el paso de una calle, interrumpimos una rotonda o estorbamos a los viandantes. Y en el auto del resto de papás del cole también, así que dad por perdida la calle entera.

En el auto de papá se puede quedar la puerta abierta mientras nos acompañan hasta la mismísima puerta del centro, da igual si, además de ocupar lo del propio coche, también ocupamos medio carril más con la puerta abierta.

Es una molestia global, que afecta también a los mismos padres que ponen en riesgo a sus peques y a sus coches, pero de la que nadie parece preocuparse o buscar remedio.

Cuando se habla de movilidad sostenible, de adaptación del transporte a las necesidades de la ciudad, de la mejora de la accesibilidad y del desarrollo de nuevas vías, calles o trazados urbanos, parece que se pasa una tupido velo sobre este problema que colapsa, todos los días, muchas zonas de la ciudad de Granada y de su área metropolitana.

Pero mientras llegan las formas de mejorar estos momentos de colapso, intentaremos ser comprensivos con esos padres y madres, que bastante habrán tenido que organizar para llegar hasta la puerta del cole. Pero por favor me gustaría pedir que ellos también lo sean con el resto de humanos que también necesitamos transitar por la carretera a la misma hora.

De lo de los ciclistas que salen a pasear, despacito, a las 8 de la mañana de un martes cualquiera, por las vías y rotondas principales y más colapsadas de acceso a la autovía ya hablaré otro día. Y os aseguro que no seré tan amable.

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Columnista
Gafas Amarillas

Periodista y Creador de Contenido

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