viernes 17 mayo
Opinión  |   |

Granada clara, como el agua

Artículo Ana Terrón

Aquel que deja ver con nitidez a través de él, algo claro, evidente, que se deja comprender con nitidez. Esta es, según la Real Academia de la lengua, la definición de un cuerpo transparente, y partiendo de dicha acepción, hago una pregunta: ¿Reconoce usted al Ayuntamiento de Granada en este significado? ¿Verdad que no? Ni ustedes, ni la ONG Transparencia Internacional. En 2008 mientras la media española en transparencia estaba en 52 puntos sobre una escala de 100, la granadina alcanzaba unos 55, pero a partir de 2014, año en que la transparencia media del conjunto de España roza 85 puntos, la granadina desciende a 28,8, la más baja del país y con chirriante diferencia.

Entre los indicadores que se valoran, después de más de una semana de la detención del alcalde José Torres Hurtado y la concejala de Urbanismo imputados por siete delitos asociados a la corrupción urbanística, hay uno que toma especial relevancia. Se trata del indicador que muestra la facilidad en el acceso a los planes de ordenación urbana y convenios urbanísticos así como el anuncio de licitaciones de obras públicas. La transparencia de nuestro Ayuntamiento en esta materia, según Transparencia Internacional, era de 33,3 frente a 85,8 de la media española, por lo que le corresponde el puesto 107 en el ránking nacional. Es un buen marco para entender la realidad contemporánea.

Incluso creyendo el tan repetido argumento por parte de los partidos tradicionales acerca de lo imposible de controlar a todos los miembros de una organización, es evidente que existen caldos de cultivo perfectos para facilitar los desvíos. Uno de ellos es la falta de transparencia. El control del dinero y el patrimonio público es derecho y deber de la ciudadanía, derecho, porque debemos saber cuánto y en qué se gasta nuestro dinero, y deber, porque como ciudadanía hemos de controlar y cuidar los bienes que compartimos en beneficio del bien común. Sin embargo, el Ayuntamiento de Granada, institución que debe estar al servicio de la gente de esta ciudad, niega las dos: el derecho a la información y el deber de ejercerla.

Las enfermedades están en el aire, y la mejor manera de no contraerlas es vacunarse, tomar vitaminas y una buena alimentación. La dieta es sencilla: transparencia, paredes de cristal en las instituciones y empresas municipales, que la ciudadanía pueda fiscalizar cada céntimo del que es su dinero, el dinero público. La receta es una ordenanza de cuentas claras y abiertas que permita ver de manera nítida, clara, como el agua, los movimientos de la administración pública y paralela. Hablamos de hacer visible la información económica, presupuestaria y estadística, en un medio fácil, accesible y comprensible. Los convenios no pueden escapar al ojo de la ciudadanía, deben publicarse los textos íntegros y sus liquidaciones, al igual que las subvenciones y ayudas públicas. El patrimonio público debe ser custodiado a través de paredes de cristalinas que aseguren unas instituciones alejadas de esa “tentación incontrolable” que tanto se ve en algunos partidos.

Es cuestión de voluntad política, de prioridades. Unas instituciones transparentes, al servicio de la gente son la mejor base para ofrecer el abanico de posibilidades que los principios del bienestar social ofrecen a una ciudad, a una provincia. Ahora tenemos una oportunidad para cimentar esta estructura transparente que deje pasar la luz, que priorice los intereses de la ciudadanía. Hoy en Granada se abre una temporada de aguas claras. Genil y Darro se abren paso por la Plaza del Carmen y será posible, por fin, una Granada transparente, viva.

Ana Terrón
Diputada en el Congreso por Podemos Granada

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