martes 19 marzo
Opinión  |   |

Los franquitos

El resultado electoral ha puesto a todos en su sitio, con la novedad anunciada de la irrupción del partido de los franquitos, que se presentan como la gran esperanza de cambio, defensores de las personas humildes a las que azuza con el fantasma de la inmigración porque les roban el trabajo y el pan. Además, afirman que son los baluartes de la España nacional unida, por eso hay que ilegalizar a los partidos nacionalistas como garantía de paz y concordia nacional a cuya razón, según se argumenta, es imprescindible encarcelar a sus dirigentes. En este sentido, el parlamento de Madrid aprueba una moción presentada por los franquitos y con el apoyo expreso del Partido Popular y Ciudadanos, y se quedan tan panchos. Seguidamente, los franquitos, niegan la existencia de la violencia de género, piden la derogación de la ley de la memoria histórica y la derogación del derecho a decidir de las mujeres sobre el embarazo no deseado, lo que califica de abortorio, todo ello envuelto, así mismo, en un discurso con base en la identidad nacional. A todo ello se apunta el Partido Popular en su desesperación de que los franquitos, antes en su seno, le sigan comiendo el terreno.

En su euforia identitaria nacional, los franquitos afirman que el acuerdo de gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos es un “nuevo Frente Popular que se abraza al comunismo bolivariano, a los aliados de un golpe de Estado, en mitad de un golpe de Estado”, alimentando la confrontación, sin que ninguno de los socios políticos de los franquitos diga esta boca es mía, lo que se justifica por la supuesta estabilidad de los gobiernos de las llamadas tres derechas, rechazando cualquier posibilidad de solución política a la situación que se vive en Catalunya en perfecta retroalimentación entre los extremos del tablero político, cuando lo que se debería promover es el encuentro de buena fe entre todos los actores implicados en el conflicto, de un lado y del otro, detener cuanto antes la espiral de violencia que se vive en esa nacionalidad histórica del Estado Español, con abandono expreso de la estrategia de judicializar un conflicto que tiene clara naturaleza política y con la finalidad de buscar una solución razonable y constitucional que pueda satisfacer mínimamente los intereses de cada una de las partes.

Los franquitos, además, son unos indocumentados y lo vimos en el debate electoral, dijeron que desmontarían el Estado de las Autonomías dado su coste (mas identidad nacional), cuando está demostrado que los sistemas federales son económicamente más eficientes que los centralistas. Con el Estado autonómico, a pesar de la última crisis económica, España ha alcanzado su mayor grado de desarrollo económico y social. Dicen, que el sistema público de pensiones es un lastre y que hay que terminar con la sanidad universal para los inmigrantes, cuando gracias a las aportaciones de estos se contribuye sensiblemente al sostén de ambos servicios públicos. Viene al caso recordar que Rajoy recortó la sanidad universal, lo hizo con el argumento del ahorro pero que nunca demostró y pronto tuvo que recuperar la universalidad del sistema, incluyendo a las personas inmigrantes. Confunden la naturaleza de impuestos como el de sociedades y su aplicación según el tipo de empresa y ya lo bordan con la tarifa plana del 22% a los trabajadores y máximo del 30% para las rentas altas, lo que supone de entrada un regalo fiscal millonario para los más ricos, que verían así rebajado a la mitad los impuestos que ahora pagan.

Fomentan los franquitos el machismo, el racismo y la homofobia, el odio a las personas diferentes, solo hay que ver sus tuits para comprobar tan ilícita conducta y, además, practican el veto a determinados medios de comunicación que no les bailan la salsa, limitando así el derecho fundamental a la información de la ciudadanía.

Pues bien, no hay que amilanarse, hay que responder a esos bramidos que viven de atizar el odio y el conflicto perdiendo el temor a ofrecer una forma democrática de vivir la identidad nacional, invitando a la ciudadanía a apreciar una identidad española alternativa a la del nacionalismo excluyente y xenófobo que practican los franquitos, ese espacio no se les puede ceder. Es un error creer que ese discurso no es propio de la izquierda, ésta debe perder ese complejo y plantear la cuestión nacional en términos de democracia, derechos, libertad y solidaridad, solo así la política española democrática frenará al nacionalismo reaccionario de los franquitos.

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Columnista
Salvador Soler

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