Luna creciente (La Tierra) (23-4-2015)
La Tierra
De pequeño me dijeron que el planeta Tierra era redondo como una naranja, aunque un poco achatado por los polos. Me dijeron muchas más cosas, pero yo no le hice ningún caso a estas circunstancias y las tengo casi olvidadas en el fondo del cajón de mi propia y particular memoria. Aunque ahora me dicen de nuevo que el planeta Tierra es mucho más parecido a una pera del peral que a una naranja del naranjo, y por la rotación del astro planetario sobre su eje. Me da igual, lo prometo, que se parezca a una pera o a una naranja. Incluso me da lo mismo que se parezca a un melón. Pero lo que no me da igual, no, es que llevemos cargándonos al planeta Tierra, casi todos los hombres y que salga el que pueda, desde que nos bajamos del árbol y nos erguimos como primates caminantes y luego más tarde comenzamos a andar dispersos como seres humanos inteligentes que inventaban y fabricaban cosas, utensilios y máquinas. Llo de inteligentes, habría que hablar de ello con bastante cautela y con largas conversaciones. Quizá habría que hablar de los hombres como verdaderos “devastadores”, ”miserables”, “egoístas”, “insensatos”, “caníbales”, “criminales “, “destructores”, “inhumanos”, “desidiosos” y “depredadores”. Y todo ello, claro como un amanecer radiante o el ocaso anaranjado de nuestro astro sol, porque al planeta Tierra, más antes que después, lo hacemos tan plano como una losa de hormigón, tan poco habitable como un vertedero y tan desértico como el también planeta Marte. Cuando las flores sean de piedra; cuando los pájaros sean de cartón; cuando los animales salvajes estén todos disecados; y cuando el aire no sea nada respirable: siempre les quedará a los desatinados humanos orarle a los dioses de polvo.
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