miércoles 1 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XIV) (27-4-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XIV)

 

Igor González, el ciudadano perruno, camina con sus pensamientos hacía la casa de su padre. Va a recoger en su grabadora otra entrega de las memorias que su progenitor le va contando. A veces suelta varias carcajadas por las calles inverosímiles granadinas. Y las gentes que también caminan a su lado, se extrañan con las risas tan elocuentes del perruno. Seguro que piensan que es un orate más. Aunque Igor González ni se entera, su despiste es supino y colosal, de que las gentes lo miren como si fuese un enajenado que van caminando como un loco de atar. El perruno está a punto de pisar, aplastar sería la palabra exacta, a un pequeño perrito al que su dueña, una dama ya entrada en años, lo lleva con una de esas correas que sueltan cuerda como las cañas de pescar. Pero en el último instante, el perruno rectifica su marcha ante los gritos desvalidos de la dueña de la mascota ínfima. El perrito se ha salvado por esta vez. Y por los pelos. El despiste del perruno es, sencillamente, descomunal y mayestático. Aunque le pide disculpas, el buen perruno es hombre educado y civilizado, a la dama. Y ésta las acepta, aunque con cara de pocos amigos. Ahora en España están muy de moda las mascotas de todas las razas perrunas. Un hombre o una mujer: un perro con su cadena al que pasean con amor de humano feliz que ha puesto un can o chucho en su vida. Los perros son adorables, y como asegura un científico norteamericano, se perecen a sus dueños. Un tipo con mucha malaleche, tiene un perro con malaleche que muerde y no ladra. Otro tipo con la bondad de un santo, posee un perro bondadoso que ladra bajito sin molestar, que jamás muerde a nadie y que mueve el rabo santamente como un verdadero mártir entronizado en una iglesia parroquial. El perruno tuvo un perro al que amó. Simba se llamaba. Y que murió de viejo con trece años. Igor González, prometió no volver a tener ninguno. Y porque se sufre cuando las mascotas mueren. Simba, era mucho más listo que muchos humanos. A la llegada del ciudadano perruno a la casa de su padre, éste lo recibe con un café en la mano derecha y con una copa de brandy en la izquierda. Y comienza su relato de ese día…

 

“Mi padre nació en el pueblo fronterizo de Fuenterrabía (San Sebastián). Y nació allí porque mi abuelo militar estaba destinado en la Compañía de Infantería que guardaba la frontera de España con Francia. Había terminado ya hacía algunos años la Primera Guerra Mundial, y España en esos momentos no tenía grandes intenciones de relacionarse con el mundo exterior que la avecinaba por el norte. Mi padre nació segundo de los tres hijos que tuvieron mis abuelos, mi tío Antonio el mayor. Y mi tío Juan, el menor. Mi tío Juan murió con pocos años de una bronquitis aguda, estaba en el colegio de los Padres Escolapios. Y mi tío Antonio lo hizo algunos años después de terminar sus estudios de Magisterio, y cuando ya estaba trabajando de maestro en una de las escuelas de la provincia de Granada. A mi tío Juan, vestido de marinero sin gorro, lo conocí por la fotografía en blanco y negro con marco de su Primera Comunión. Y a mi tío Antonio, también lo conocí por varias fotografías, también en blanco y negro, ya muy sobadas. Era muy alto y rubio mi tío Antonio, y tenía los ojos tan azules como los que se distinguen y se ven en los cielos andaluces. Era guapo y fuerte, y una novia lo lloró hasta la extenuación femenina. Y mi tío Juan, también tenía los ojos muy claros.

 

Mi padre era el hijo de la mitad, el segundo, ya lo he relatado, y también era muy alto. Aunque no tan era rubio. Tenía un buen cuerpo atlético, y jugaba al fútbol. Mi padre empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Granada, pero la Guerra Civil lo hizo un militar como mi abuelo. Lo hirieron cuatro veces, una muy grave. Y en el hospital militar conoció a mi madre. Al principio se cartearon como madrina de guerra, y a los años de terminar esta guerra fratricida se casaron. Mi padre siempre fue un hombre sencillo, y los perifollos de la sociedad granadina se la traían al pairo. Sin embargo mi madre, creía que había nacido de debajo de la blanca ala derecha del Arcángel San Gabriel, y no del vientre de mi abuela Rosario. Cuando yo tenía casi dieciocho años, mi padre me tiró una hostia por llegar a la mañana del día siguiente, y que sí me da de lleno me hubiera roto parte de mi rostro. Como no me dio porque me agaché, rompió su reloj contra la pared. Ahora, añoro mucho a mi padre. Yo soy ya padre, y los padres nos entendemos mejor cuando somos padres. Mi padre fue un gran idealista. Siempre creyó que el idealismo era, entre otras muchas cosas como el inconformismo o la esperanza, ser honrado hasta las últimas consecuencias de la honradez. Nunca he escuchado a nadie murmurar que mi padre robó. Aunque he comprobado, que los padres de otros sí robaron en una España tan fascista como su régimen dictatorial de tantos años con más sombras que luces. Mi padre, también fue un fascista. La Guerra Civil lo estigmatizó. Un niño que tocaba el violín cuando tenía doce años de edad. Y un adulto con dieciocho años que poseía la graduación de teniente del Arma de Infantería. A mi padre le gustaba pintar, y un papel y unas acuarelas le bastaban para crear una bella estampa de los rincones de Granada.

 

Mi padre murió relativamente joven, a los setenta y tres años se alejó de este mundo por una enorme parada cardíorespiratoria. Se fumaba tres ó cuatro paquetes de cigarrillos al día. Paquetes de Celtas sin boquilla. Ahora mismo, a mí me gustaría jugar al julepe con él. Y hacer excursiones a pie de varios días por Sierra Nevada. Cocinaba muy bien, y los boquerones en vinagre era una de sus buenas especialidades culinarias. Me acuerdo, que mi padre tenía mucho sentido del humor. Él conocía muchos chistes del dictador Franco, y los contaba muerto de risa. Me decía mi padre muy serio, que los partidos políticos democráticos eran como conventos recoletos de franciscanos que sólo rezaban para conseguir el bien terrenal de ellos mismos. Y también me decía, que los curas predicando eran tan mentirosos como los que mandaban en los partidos políticos.

 

Y se murió mi padre en un domingo invernal, y algunos de los que mandan en el partido político de la derecha de siempre en Granada fueron a su entierro. A mí me dieron la mano y el pésame por él. Fue en un día muy grisáceo, y en el que llovían pequeñas gotas intermitentes. El oscuro cementerio estaba como deshabitado y mustio, y mi padre se quedó allí para siempre sin rechistar nada en absoluto. Yo me alejé del cementerio como alelado, y paseé por entre los olivos orondos que allí están plantados como unos muertos erguidos. Todos hablaban de lo bueno, valiente y caballeroso que había sido mi padre en su vida. Y yo sopesaba, que debe de ser muy divertido, una vez muerto, oír estos comentarios sobre ti tan halagadores. Y me emborraché con bastantes vasos de buen vino tinto de la Ribera del Duero. Decepción. Y mis amigos Ernesto y Manolo, me acompañaron en lo del vino. Ernesto, que era inteligente, murió de un infarto tres meses después. Fue en una tarde radiante del mes de Abril, y yo me enteré de ello al llegar del trabajo por la noche. Una nota en el pomo de la puerta de entrada a la casa, me lo decía”.

 

El ciudadano perruno Igor González, ya camina de vuelta. Está haciendo el recorrido a la inversa. Se relame con los relatos de su padre. Va camino de su apartamento con el regusto de haber escuchado el relato de su padre. Piensa el perruno, que su progenitor es un personaje de esos que ya no existen en estos tiempos desflorados. Y porque ahora en la actualidad, las circunstancias mandan una barbaridad, y solo se llevan los tipos que son mediocres a secas; los idiotas de baba caída que se creen que son la misma hostia; los listillos políticos y empresariales que afanan todo lo que pueden y mucho más; y los que son personas verdaderamente inteligentes que están apartados del mundanal actual, ese que simplemente está caduco y decadente. El dinero y el poder son los dos dioses que ahora mandan en las vidas de los mortales. Las ideas están de vacaciones. Y nada es más respetado que ser un animal de bellota que sale elegido en las diferentes lecciones que se celebran para entronizar a corruptos políticos y a los sectarismos de los partidos políticos. Y ya que las ideologías parece que han muerto como niños que jugaban con granadas de mano, y que les han explotado matándolos al instante. El perruno camina ahora con más atención. Aunque solo se retuerce para mirar de reojo a alguna mujer de esas que merecen la pena torcer los ojos para admirarlas. El ciudadano Igor González, perruno es un chucho humano al que le gustan las damas con cara de desangeladas y de poseer una vida sin pocos tormentos que las atormenten. Esas damas tristes que miran lánguidas y sin aparente interés, pero que están buscándole los tres pies a los gatos para iniciar una aventura amorosas de esas que jamás se olvidan. El amor es como un florero que siempre necesita flores nuevas, y ya que las que se van poniendo adentro de él, se van marchitando con el tiempo. Una cosa es el amor, y otra bastante distinta es amar.

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