sábado 18 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno IGor González XLI) (24-8-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XLI)

 

El ciudadano perruno Igor González está un poco desolado y cabizbajo. Ha leído en la prensa escrita y ha oído en los informativos televisivos, que el ministro de Economía de España, un señor muy conservador que trabajó para el principal banco norteamericano que presuntamente fue uno de los culpables de la putesca crisis económica que todavía no ha conseguido erradicar totalmente el capitalismo y su brazo armado el sistema de libre comercio, que los cantos de sirena del comunismo crean frustraciones en las sociedades que los escuchan. El ciudadano perruno se pregunta a sí mismo: ¿si los cantos explotadores del capitalismo crean desempleo y corrupciones políticas y empresariales? Anda en estos días caniculares, el calor aprieta veraniego como si ya estuviese aquí, en este mundo, ese cambio climático del que hablan los visionarios que no les importa un pimiento la contaminación, los vertidos y la irresponsabilidad de no tener demasiados controles para no degradar mucho más al planeta Tierra. Los gobiernos capitalistas que con sus cantos de sirena no crean frustración, también el de China, por ejemplo, no les importa nada en absoluto contaminar. Y esto lo debería de conocer el ministro de Economía de España, y para cuando hable de cantos de sirena. El ciudadano perruno, como todos los días o casi todos, se dirige a la casa de su señor padre, y por el que siente adoración aunque a veces es muy crítico con él. Va a recibir la ración diaria de una nueva narración de su progenitor. Y va con la ilusión intacta de todas las jornadas. Su padre lo recibirá con vino, queso y jamón. Y también con sus comentarios contra el sistema democrático, y ya que el padre del ciudadano perruno Igor González no comulga nada con la democracia, esa a la que acusa de ser un nido de corruptelas políticas y empresariales. El padre del perruno, obvio es, milita en lo que no se lleva en estos estadios temporales: el fascismo del régimen franquista ya enterrado y con sus huesos tan blanqueados como algo que jamás volverá a existir en España, y aunque todavía queden algunos nostálgicos ancianos y algunos jóvenes que no van por la senda de los tiempos actuales que mancan los relojes de la posmodernidad social y política. Son tiempos de repartir y no excluir. Son tiempos de aunar criterios políticos, sociales, económicos y culturales que hacen que todos los españoles seamos iguales. Aunque los ricos siempre serán ricos y los pobres siempre serán pobres, que esto lo tenga en cuenta el ministro de Economía de esta España actual que es tan conservadora.

El padre del perruno ciudadano, le dice a su vástago, caro hijo, descarriado tú con tus políticas rojas de un marxismo equivocado, rapaz que desoyes consejos y advertencias de tu padre, hoy te voy a relatar uno de esos relatos con los que tú disfrutas de lo lindo. Y que comienza así…

“Luis descorrió la cortina de su dormitorio sin prisa alguna había amanecido un día lluvioso. La lluvia caía sin cesar y se presumía una jornada colapsada por el terrible tráfico que siempre hacía estremecer a los automovilistas que viajaban hacia sus trabajos y ocupaciones, en París.

¡Qué putada de día! - pensó Luis cuando ya se había vestido y desayunaba una frugal taza de café y estaba dispuesto para coger su viejo BMW en el garaje del sótano de la vivienda de su apartamento nada céntrico. Es el día perfecto para que todas las cosas salgan al revés y sólo podamos cubrir un par de noticias, las más destacadas y relevantes; finalmente, discurrió Luis sin emitir una sola palabra, y al tiempo que se ponía la gabardina y cerraba la puerta de entrada al apartamento parisino en el que vivía.

Verdaderamente llovía con fuerza y la circulación era un absoluto caos. Así que se armó de paciencia celestial y encendió la radio del coche. El tráfico ardía de intensidad y la lluvia caía con una gran monotonía. No hay escapatoria, hoy será un día de perros  volvió Luis a pensar.

-Luis, han llamado de Madrid. Quieren que nos ocupemos de la exposición de Picasso, en el Centro Pompidou de aquí en París. Piden un buen trabajo, no unas colas para meterlas de relleno en el telediario de las tres. Desean un minireportaje de tres ó cuatro minutos de duración, y como cierre de las noticias de las tres en Madrid- le dijo Carlos, jefe de la Unidad Informativa de TVE en París a Luis.

 

-Después de todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, estoy por mandar a la mierda a Madrid. Con este día de agua infernal no estoy para bromas ni para prisas. Menudo atasco hay formado en esas calles de los cojones. Hoy es el día ideal para hartarse de Burdeos con tacos de jamón, en el bar que has descubierto y que regenta el tío ese de Sevilla- le contesto Luis a Carlos.

 

-Mira Luis, vete con Miguel y su cámara y que José Antonio os lleve en la furgoneta. Que os den mucho por el culo, y buen reportaje sobre don Pablo Picasso. Me han dicho que la exposición es una pasada y con la remodelación del Pompidou los lienzos parecen etéreos… De puta madre para arriba. Y no tardéis que en Madrid a las doce empiezan a ponerse nerviosos y a llamar para saber si ya tenemos la noticia montada con sus cortes de voz en off- le bramó Carlos a Luis.

 

-Oye Luis. Oye. Te ha llamado Françoise, que hoy no viene porque descansa, pero me ha dicho que la llames a su casa. Te llamó poco antes de que llegaras- terminó Carlos.

Un periodista es -según mi primer Redactor Jefe- un individuo joven, soltero y totalmente loco. Yo no estoy absolutamente de acuerdo con esa definición porque sí estoy loco -eso creo-. Soy soltero, quiero decir padre soltero con una hija que vive con su madre en Madrid. Y no soy todo lo joven que a mí me gustaría ser, tengo treinta y siete años bien duros y conservados por el buen vino y por el mejor whisky de malta. Y me considero un periodista, a pesar de no estar encuadrado bien en todos los apartados de mi primer Redactor Jefe.

Había conocido a Françoise, nada más llegar a la delegación de TVE en París. Hacía un año que me había divorciado, y todo mi mundo se reducía a salir de Madrid e irse lo más lejos de todos los recuerdos que lo anclaban a España.

Françoise Canals también es periodista y nieta de republicanos refugiados en Francia, al término de la irreal guerra civil española tan cainita. Trabajaba para TVE como periodista y traductora, y aunque todos nosotros hablábamos francés, ella nos sacaba de múltiples apuros porque uno no habla ninguna lengua y porque definitivamente no somos de ningún sitio. Sólo somos del terreno final en el que morimos y en el que nos entierran, y es entonces cuando hablamos el idioma común de todos los individuos de este mundo y con el que nos entendemos con todos los seres: el silencio.

Verdaderamente espléndida la exposición. Picasso fue un genio cojonudo y su pintura, aún con el paso del tiempo, es más avanzada que todas las tendencias pictóricas actuales. ¡Cómo relaja observar a Picasso! ¡Sus obras dejan huellas de sus ojos, de sus formas y sus colores en los ojos del espectador! ¡Una delicia para la sensibilidad de los sentidos!

-Oye Carlos. La hemos pasado canutas, pero ya tienen montado el jodido reportaje. Así que llama a Madrid y diles que se lo mandamos. Son la una y media, y que no jodan porque tienen hora y media para incluirlo en su telediario. Y si hay bullas será porque ETA ha dado otro mazazo sangriento. Diles a los de Madrid que un Estado Federal presidido por un rey es más moderno que todo USA y que el Barça- comenté yo.

 

-¡Oye Luis. Óyeme cojones! Que llames a Françoise porque te ha vuelto llamar. Y deja de hacer política barata. ¿Quieres que te manden de corresponsal a Malabo? Allí te puedes aburrir como una jirafa en un partido de pádel. Vamos a mandar el reportaje de Picasso, y tú llamas a Françoise, que te va capar cuando te coja a solas- vociferó Carlos.

Françoise es una delicia de mujer. De estatura normal tirando a alta y con un cuerpo de veintiocho años que tira para atrás de gusto, y con culo cartaginés respingón. Tiene la melena de pelo pelirrojo cortado bastante corto y unas tetas recias que, como decía Hemingway, se puede duchar y no mojarse los pies. Aunque lo mejor que tiene Françoise es el fantástico amueblamiento de su cabeza. Una sesera llena de capacidades y con una inteligencia de raciocinio muy claro y lúcido.

 

-Carlos, escúchame. ¡Es la rehostia! Ha habido un atentado hace unos minutos en el metro, en la estación del Bulevar de Montparnasse, y con varios muertos por la explosión de una bomba. Lo ha reivindicado El Movimiento Independentista Corso. Lo he cogido con nuestro escáner de la radio interior de la policía. Ha sido una masacre, hablan de por lo menos siete muertos, entre ellos dos niños pequeños. ¿Salimos cagando leches para allá?- pregunté yo.

 

-Rápido tío, que no llegamos al telediario de las tres, y aunque hagamos un directo desde la estación- explotó Carlos, con la prisa que tienen todos los redactores jefes, cuando se van a cobrar una buena pieza informativa.-

 

Esto del terrorismo es una lotería de muerte. No entiendo al nacionalismo, aunque todos seamos nacionalistas. Ahora son tiempos universales que no deben de estar exentos del particularismo regional y de la idiosincrasia de toda tierra de garbanzo, pero de ahí a masacrar inocentes. ¡Qué jodido mundo, nunca llueve a gusto de todos!

 

-Vamos como un elefante en unos grandes almacenes -les dije a los compañeros- Hay que llegar por huevos a tiempo con la Unidad Móvil. No veáis la que cae, parece como si nunca hubiera llovido. ¡Me apuesto un bocata, un baguette con jamón cocido, a que la poli no nos deja pasar el cordón de seguridad y la cagamos Richard Widmard!. Dije yo.

 

Realmente fue un día de perros, aquel 14 de Abril; por cierto, otro aniversario de la II República Española ya olvidada, pero que algunos sin conocerla por no estar vivos en aquellas fechas, la llevamos muy viva en el recuerdo. Ya eran las cuatro de la tarde, y por fin habíamos acabado la tarea con un buen éxito, tanto por la exposición de Picasso como por la masacre canalla del terrorismo corso. Así que me despedí de Carlos, y éste me volvió a referir que llamase a Françoise.

 

-Luis, lo tuyo me tiene mártir. Françoise te ha vuelto a llamar. ¡Hostias! ¡Llámala, que la vas a matar a berrinches!- aulló.

 

Después de tanto trabajo, cerca ya de las seis de la tarde y cuando había tomado un buen café relajante, París ya era toda luz. Empezaba a caer la noche y olía a agua de lluvia por toda la ciudad; y yo, por fin, estaba llegando a mi casa.

 

-¡Hola! ¿Cómo te ha ido hoy, con todo lo que ha pasado? Te he llamado tantas veces, que he perdido la cuenta. Sólo te llamaba para decirte que te quiero- me dijo Françoise, por teléfono.

 

-Ha sido un día como todos los días del año, con sus miserias y sus bondades informativas. Tenía razón Unamuno cuando se refería a que la intrahistoria es quién da forma a la historia del hombre. Françoise, yo también te quiero- le contesté”.

 

Ciertamente que al ciudadano perruno Igor González le ha gustado el relato de su padre, aunque se maravilla de que su progenitor tenga tanta imaginación. Su padre todavía está anclado a los tiempos en los que el terrorismo vasco y corso, hacían cosas que ahora ya no realizan. Y para bien de España y de Francia. Y el perruno ciudadano, ya caminando por las calles de su ciudad, marcha a coger su autobús público, ese que lo remitirá a la pequeña localidad en la que mora como un ermitaño desordenado que no reza ni hace la meditación necesaria a diario. El perruno allí solo vive alejado del mundanal ruido y labora para poder comer un poco casi todos los días. Escribir es un acto de humildad sensata. Es ese acto que eleva el espíritu del autor por encima del posible desdén de los que son lectores circunstanciales. Los lectores asiduos, suelen entender que la jodida creatividad es tan dura como el sobrevivir de los autores que solo desayunan a diario. Y porque el dinero no les alcanza para nada más. La gloria literaria es una ruina, y ya que si la alcanzas cuando has muerto, nunca te pueden preguntar por todos los apuros que se pasan cuando se está vivo y coleando. Aunque vivir, sí, es absolutamente maravilloso e irrepetible. Debería ser cierto, sí, lo de la reencarnación que busca el Karma individual.

 

 

 

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