martes 30 abril
Opinión  |   |

Turismo electoral

Marifrán ha llegado a Granada con la ilusión del turista, sorprendida por su belleza y descubriendo rincones que tenía olvidados. Es lo normal para alguien que ha pasado los últimos 12 años en Sevilla, lejos de Granada en lo físico y en lo emocional.

Como buena visitante, pasea, se hace selfies, visita a los amigos y se deja llevar por una ciudad que desconoce aunque pretenda gobernarla. Posa donde le dicen, saluda a quien le presentan y reparte los folletos que le ponen en la mano. Habla poco de una ciudad que todavía no conoce bien y se limita a sonreír con la admiración que Granada provoca a cualquier recién llegado.

Los electores no podemos hacer turismo electoral y recorrer el país votando a los alcaldes y alcaldesas de nuestras ciudades favoritas, pero sí podemos presentarnos como candidatos en cualquier sitio. Es una divertida forma de conocer nuevos lugares. Puedes nacer en Valladolid, vivir en Sevilla y ser candidata en Granada. Si ganas, ya tendrás tiempo de ir conociendo la ciudad; si no, habrán sido unas vacaciones electorales inolvidables.

Con su ‘Granada Card’ en el bolsillo, por un módico precio, tiene acceso a los principales monumentos granadinos y servicios de transporte público. Ideal para una visita corta, unas cañas, unas elecciones y de vuelta a casa.

Granada ya no tiene aquel aire espeso que recordaba, el de los años de caspa y corrupción que dejó el gobierno de Torres Hurtado del que ella fue concejala. Después de tantos juicios y escándalos televisivos, la ciudad ha recuperado el pulso y vuelve a estar apetecible. Es el momento de probar suerte y sacar tajada.

Están siendo unos días preciosos en Granada. No solo puede disfrutar de la primavera sino olvidar a ratos el feo asunto de los presuntos contratos irregulares que la obligaron a dejar el gobierno andaluz. Con un poco de distancia, no suena tan mal arreglar carreteras usando normas Covid y adjudicarlas a dedo a dos empresas sin experiencia previa ni trabajadores, propiedad de un padre y una hija. Ya sabemos que para el PP la corrupción no existe, es solo una forma de rencor alimentado por el odio de la izquierda.

Ajena a tanto ruido, ella disfruta de la ciudad y cumple con el encargo de Moreno Bonilla. Hace tiempo que el PP no sabe qué hacer con Granada, por eso siempre propone que el alcalde sea un turista. Primero trajo a aquel señor de Píñar que era el delegado del gobierno de Aznar en Andalucía y ahora colocan a la consejera sobrante. A falta de talento local, el PP de Granada ficha donde puede; por eso a Marifrán le sobran jefes y le falta autonomía.

Es posible que tenga opiniones propias sobre los asuntos clave de la ciudad, pero ha decido no atosigarnos con tanta palabrería. Las personas prudentes no hablan de lo que no saben ni se inmiscuyen en los asuntos ajenos. No convine juzgar cuando una solo está de paso.

Marifrán es una turista electoral, estará en Granada lo justo para presentarse a la alcaldía y terminar en las listas que la llevarán a Madrid antes de que acabe el año. Allí habrá nuevos selfies y nuevos amigos, pero nunca olvidará estos días conociendo gente, besando niños y recibiendo aplausos. El conocimiento y la experiencia son aburridos, nada como la emoción de la turista que quiso ser alcaldesa.

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Columnista
Pablo Hervás

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