Luna creciente (Malandrines y bellacos) (9-2-2015)
Malandrines y bellacos
Aquí en este pastizal, en esta corrala de animales indomesticados, en este lodazal social, político, económico y cultural, los malandrines y los bellacos campan por sus respetos como peces en el agua, como águilas en las alturas o como topos excavando galerías en la tierra. No existe el honor ni la honestidad en las criaturas de aquí. Y todo quisque va a ver como mete la “gamba” para su beneficio propio. Un duque plebeyo, marido de una infanta de España, no tiene el mayor inconveniente en mancharse las manos, el honor y la honestidad, todo en clave de presunción de inocencia, para llevarse a su buchaca todos los euros que se puedan afanar. Aunque el tipo siniestro, va por la vida sin arrepentimiento y con el orgullo en alto porque fue ídolo deportivo con anterioridad. Un político de talla nacional y mandamás del Fondo Monetario Internacional (FMI), que fue otrora, con el honor y la honestidad ahora acurrucados en una sabandija tarjeta de crédito tipo B cajista, es capaz y capataz, siempre presuntamente, de irse de alterne con ella y de adquirir lo que le vino en gana, y aunque luego esa Caja de Ahorros tuvo que se rescatada y pagado su rescate por el pueblo soberano. Aunque el político en cuestión, aconsejado por sus íntimos, ahora recibe dos o tres charlas para ser un pío servidor de los desheredados en un comedor de unas piadosas monjitas. Y un político de nuevo cuño, de esos que van a liquidar al bipartidismo, cosa que aplaudimos a rabiar, paga una declaración adicional porque lo ha trincado Hacienda. Y ya que si no lo hubiese detectado el Erario Público, el político en cuestión hubiese defraudado de forma igual a como lo hace la “casta”. Debe de ser bastante difícil aquí, no ser “casta” ni casto. Eso.
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