viernes 17 mayo
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Relatos cortos sin recortar (21 de Abril de 2014)

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La sonrisa de un desierto árido como las tenebrosas fauces de un poderoso animal carnívoro que devora seres humanos, quizá la boca monstruosa de un ser apocalíptico que va acompañada de dientes y muelas infernales que trituran cernes y huesos, era en esos momentos tan hermosa que el nacionalista, alzado y airado contra el imperialismo centralista, se metió en estas fauces sin percatarse ingenuo de que iba a ser devorado inmediatamente. El incauto nacionalista murió al instante. Y entre horribles y temidas mutilaciones producidas por los caninos, colmillos y muelas de las fauces gigantes de aquel ser imperial importante que tenía, desde largo tiempo ya, sometido al territorio y al pueblo del que era oriundo el nacionalista bobo y estúpido que se metió en la boca del animal centralista sin darse cuenta de que los seres de esta especie comen carne para alimentarse. Los nacionalismos son comida fácil para los animales míticos que sonríen sin enseñar sus fauces repletas de dientes carnívoros. Y son nacionalistas todos los que son egoístas en extremo supino. Aunque los centralismos, también son férreas cadenas avispadas que colonizan todo aquello que a ellos les interesa para su beneficio propio. La virtud imparcial de los hombres políticos que aman a sus semejantes, nunca ha existido ni se ha mostrado con equidad. El hombre es las fauces de los desiertos áridos.

 

Aquel gusano que reptaba tan confiado y feliz por el tallo de una hoja, su pretensión era llegar a la hoja para comérsela, que no vio a tiempo que un pájaro azul y rojo lo estaba esperando un poco más arriba de la hoja, y en una rama superior. El gusano confiado y feliz, no fue capaz de conocer lo que le había acontecido. Y porque cuando reaccionó ya circulaba por la garganta abajo, camino del enorme buche, del pájaro azul y rojo que se alimentaba de gusanos idiotizados y tan confiados que eran felices cuando reptaban por los tallos de las hojas para alimentarse. Pero el pájaro azul y rojo, tampoco fue superior en prudencia y astucia vivencial de animal avispado, y porque una estilizada serpiente de color verdoso amarillento lo iba a atrapar y engullir con su boca poblada de pequeños dientes, y mientras la digestión del pájaro de vistosos colores empezaba a producirse con el gusano atrapado. Comer y no ser comido, es la lección importante que todos los seres que viven en una selva deben de tener siempre presente y aprendida. La fatal y lela  ingenuidad es un vicio de todos aquellos seres que confían en que la naturaleza no tiene evolución diaria. Una cadena trófica perfecta es aquella en la que sus seres comen y son comidos. Y una imperfecta es la que solo come sin hartura y sin la visión de un  futuro cierto que evite la desaparición de las especies. Vivir y morir para que otros sobrevivan.

 

Mateo Sinfónico, un pastor de cabras que recibió una condena ciertamente injusta de la Ley por coger un ramillete escaso de flores de los montes para hacerle una bella corona floral a su cabra hembra preferida, aquella con la que yacía sexual entre rudas peñas y la floresta verdina tierna porque en la primavera y en el verano la sangre se altera, ingresó íntegro y veraz en prisión. Y fue víctima allí dentro de la violación ininterrumpida de los quince formidables reclusos más sedientos de amor carnal, esos que hicieron que su ano virgen fuese desvirgado como lo fue el sexo florido de su prima Eusebia Sinfónico, doncella que estuvo copulando con un hombre durante tres meses, y sin que mediase ninguna interrupción ni descanso. Mateo Sinfónico, una vez desvirgado más de diez mil veces como reo pastor, fue indultado por el Gobierno, ese que era magnánimo incluso con los políticos más corruptos. Mateo Sinfónico, una vez libre y llegado de nuevo a los montes, ahora con la lección sabida, solo desea copular con apuestos machos cabríos a los que no hay que regalarles bellísimas tiaras florales hechas con flores silvestres. La vida sexual en el pastoreo, a veces, se cobra víctimas porque en su pasión hacen coronas de flores bucólicas llenas de belleza campestre que la Ley ampara para regocijo de los ojos de algunos jueces que aman a las flores salvajes y a las dulces cabras montaraces.

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