sábado 18 mayo
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Relatos cortos sin recortar (7 de Abril de 2014)

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Venecia abrió su boca de gruesos y carnosos labios exuberantes, y casi se tragó el pene del señor que vive en el tercero B, la vivienda que está en la misma planta del edificio en el que ella vive con sus padres ancianos. Venecia es una aplicada estudiante de cuarto año de la Licenciatura de Derecho. Y el señor que vive en el tercero B, ese piso que está junto al A en donde vive Venecia, es un médico de 54 años que está en plena forma física y mental. A Venecia se le ha ido totalmente la cabeza porque se ha enamorado del galeno cincuentón. Ama igualmente los atributos sexuales del facultativo. Y a éste se le van casi todos los días varios coitos con Venecia, y hasta que queda extenuado, sudoroso y casi deshidratado. Los padres ancianos de Venecia, ella es hija única, ni se enteran ni conocen la existencia de este singular romance sexual que mantiene su hija con el especialista en cirugía vascular, y que es el vecino de al lado. El señor tan amable del tercero B. Ese al que siempre lo saludan los padres de Venecia con las mejores de sus sonrisas. Venecia hace unas felaciones de corte faraónico que vuelven del revés al cirujano.

 

Manolo “el Leña”, tan fuerte y robusto como un algarrobo de cien años, juega al fútbol desde su más tierna infancia. Desde que los padres Escolapios, en Parvulario, decidieron que Manolo “el Leña” sólo servía para jugar muy bien al fútbol, y no al balonmano o al baloncesto. El padre Ramón, un sacerdote nacido en San Sebastián cuando el dictador no dejaba poner nombres vascos a los nacidos y a las calles y plazas del País Vaco, fue el que decidió que Manolo “el Leña” sería un fantástico defensa central o lateral en La Real Sociedad de la Primera División del fútbol de España. Manolo “el Leña”, desde  su infancia, daba patadas que abrían en canal a los delanteros que pisaban su área pequeña. O sencillamente partía piernas como el que iba de excursión con los Padres Escolapios a los bosques cercanos al colegio católico, y para observar de cerca nidos de pájaros en los verdes árboles con bajo tronco y baja alzada de ramas.

 

Aquel político homosexual, bujarrón, pisaverde o invertido, aunque casado felizmente con una dama española y padre amante de una numerosa familia aristocrática y católica, no tenía valor u overa para salir del armario y dar a conocer, en rueda de prensa o mediante una carta a los medios de comunicación, que a él lo que le gustan son los nenes en vez de las nenas, y desde su más tierna infancia de colegio de pago con uniforme, misa diaria, rezo del santo Rosario, curas docentes y conductor que lo llevaba y recogía con el potente y señorial automóvil de su señor padre. Ramón, el político aristocrático con más apellidos ilustres que una duquesa Grande de España, católico y de izquierdas como a él le gusta proclamar a los cinco vientos, está enamorado, ha estado enamorado de muchos hombres, de un joven periodista que cubre las noticias que se producen en el Congreso de los Diputados. Ramón ha perdido la sesera por el joven redactor. Y le escribe unas misivas de amor que dejan en ridículo a los escritores románticos del siglo XIX. Ramón es masoquista en sus relaciones sexuales. Y pierde el aceite desde que un jardinero de la mansión de sus padres lo desvirgó debajo de un pino piñonero. Algo que a Ramón le gustó tanto, que marcó su vida hasta ahora mismo.

 

 

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