lunes 20 mayo
Opinión  |   |

Papá Bonilla

Ha tardado pero, al final, el sr. Bonilla nos ha contado lo que todas y todos los andaluces ya sabíamos desde que, en plena campaña electoral castellano y leonesa el sr. Bonilla, llevado por ese gracejo que lo caracteriza, soltara al sr. Mañueco aquello de “Compañero, saca un buen resultado que luego voy yo”. Una bromita que Bonilla parece haber querido borrar poniendo cara de estar reflexionando sobre lo que más conviene a Andalucía. Y como el que descubre la pólvora, por fin, el sr. Bonilla ha solemnizado lo obvio, disolviendo el Parlamento y poniendo fecha a las elecciones andaluzas.

Al parecer, alguien ha dado las instrucciones oportunas para que Andalucía sea la próxima parada y fonda en el periplo electoral que el PP iniciara con gran alharaca en Madrid, siguiera a trompicones en Castilla y León y tras pasar el trámite andaluz deje al sr. Feijoo a un tiro de piedra de la Moncloa.

Eso sí, para llegar al Decreto de Disolución del Parlamento, el sr. Bonilla nos ha estado toreando estos meses, amagando con elecciones en octubre, aparentando dudar sobre la posibilidad de agotar la legislatura, soltando la posibilidad de unas elecciones en cualquier día de la semana, ... Muchas dudas para una decisión que ya estaba tomada, salvo que se quiera dar la impresión de que tienes algo que decir en lo que ya te ha sido impuesto.
Para ser justos, es posible que al sr. Bonilla le haya quedado la decisión final sobre el día de junio en que las elecciones habrán de celebrarse. Y en este punto, al líder popular andaluz le ha salido un punto fiestero. Los andaluces y andaluzas hemos sido convocados el 19 de junio, así que la campaña electoral comenzará con el Rocío y finalizará con las festividades del Corpus Cristi. Decisión que, sin duda, hubiera merecido superar la rigidez de la terminología jurídica y haber incorporado en el Decreto de Disolución del Parlamento, tras la rúbrica presidencial un “Ole, ole y ole.”

También es responsabilidad del sr. Bonilla explicar esta disolución anticipada del Parlamento y, seguramente, no habrá encontrado adecuado confesar que “ahora le tocaba a él”. Por lo que, se nos dice que es lo mejor para Andalucía. Y es que el sr. Bonilla es como un padre para los andaluces, hasta si por él fuera hubiera convocado las elecciones en octubre, pero por el bien de los andaluces y andaluzas las ha convocado el 19 de junio.... Ole, ole, ole.

Y es que el sr. Bonilla, bondad infinita, quiere que tengamos un gobierno estable a finales de agosto y un presupuesto como Dios manda para el próximo año, como si su gobierno no fuera lo suficientemente estable o como si se hubiera olvidado de que ya tenemos un presupuesto prorrogado desde el año pasado. Recurriendo a esta argumentación, no exenta de un paternalismo ya revelador, el sr. Bonilla ha conseguido explicitar unas razones para el adelanto electoral que resultan más inconfesables, si cabe, que las reales.

En los sistemas parlamentarios la disolución anticipada de las asambleas legislativas es una potestad reconocida a los presidentes del Ejecutivo como un mecanismo de equilibrio en la relación entre ambos poderes. Así, ante situaciones en las que el gobierno no cuente con una mayoría parlamentaria suficiente para desarrollar su programa político, se le reconoce al presidente la capacidad de poner fin anticipado a la legislatura y trasladar al electorado la conformación de una nueva mayoría, tras las correspondientes elecciones.

De esta forma, la disolución anticipada del Parlamento es una forma de poner punto final a una legislatura pero no un mecanismo para facilitar que el presidente que disuelve ejecute su voluntad, básicamente porque entre esa disolución y los deseos del presidente median unas elecciones, en las que serán las andaluzas y andaluces quienes decidirán qué programa político toca desarrollar en una nueva legislatura. Un pequeño detalle que el sr. Bonilla parece tomarse como un mero trámite.

Reconozcamos que el sr. Bonilla puede estar convencido de que en Andalucía ocurrirá como en Madrid o en Castilla y León, pero al explicitar que él quiere su gobierno en agosto y quiere su presupuesto este mismo año, está reconociendo que tras las elecciones cuenta con VOX para formar gobierno y para desarrollar un programa político presupuestariamente cuantificado. Ya sea de forma vergonzante, como en Madrid, ya sea de forma vergonzosa, como en Castilla y León, los planes del sr. Bonilla pasan por VOX.

Extraña forma tiene el sr. Bonilla de entender lo que es mejor para Andalucía, al cifrar sus expectativas electorales en un partido, como VOX, que desprecia la autonomía política de Andalucía; un partido, como VOX, para el que la igualdad es cosa de hombres; un partido, como VOX, que parasita en la fragmentación social y en la exclusión.
Esperemos que, el próximo 19 de junio, la mayoría de las andaluzas y andaluces expresen claramente en las urnas que Andalucía ni es Madrid ni es Castilla y León.

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Columnista
Baldomero Oliver

Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada

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