sábado 18 mayo
Opinión  |   |

Relatos cortos sin recortar (Cuatro relatos eróticos) (6-6-2014)

Cuatro relatos eróticos

 

Yo le regalé un chalé que en realidad era un auténtico manicomio. Lo hice construir exactamente igual que en el psiquiátrico que mi esposa estuvo tratándose, y para que no echara de menos todas las cosas de aquel hospital en el que la trataron. Y allí en el chalé copulábamos, los dos, como auténticos locos. Aunque ella está algo más ida que yo. Flora, mi amada esposa, no tiene nada bien su sesera, pero copulando conmigo es como verdaderamente entiendo su enfermedad mental. Copula como una loca. Y me dice que ella no quiere copular ni mucho ni poco, sino lo que le pertenezca. Y para ella lo que le pertenece, es estar de día y de noche copulando sin parar. Me va a matar. Me asesina sexualmente. Nadie puede estar las 24 horas del día copulando sin el más mínimo descanso. El otro día, para más desmenuzar su locura sexual, me arrancó media oreja de un mordisco, y mientras me decía que su orgasmo era del tipo de las mujeres romanas locas de atar. El mío, cuando tengo orgasmo sin estar asustado, es de tipo del de los esclavos del Imperio Romano.

 

Alfredo Pérez Corpas es un eurodiputado electo de la socialdemocracia española. Y ya ha pedido un préstamo a un banco de Luxemburgo para comprarse un rojo Ferrari del último modelo. Y también ha pedido otro préstamo a un banco español para adquirir un apartamento, y ya que quiere establecerse en Bruselas con su novio. Alfredo es maricón de esos que ahora se llaman gay. Y está en su perfecto derecho de tener la sexualidad y el amor que él estime oportuno. Se van a casar dentro de muy poco. A la vuelta de que Alfredo tome posesión de su cargo como eurodiputado en el Parlamento Europeo. Su chico se llama Manuel López García, pero Alfredo Pérez Corpas, el ídolo homosexual del partido socialdemócrata español, lo llama “Chuchi”. Y porque alega que es como una mascota que tuvo en su juventud. Manuel Pérez Corpas, ya anda por los setenta y un año de edad. Y su chico “Chuchi” ha cumplido recientemente los veintitrés años de un joven tan bello y fuerte como un dios griego de la guerra. Son tan felices como niños.

 

Lolita Mañoño Leal es una joven lesbiana que no les hace ascos a los hombres. Y porque cuando no tiene una chica fija o coyuntural, se lo monta con el primer tío que se pone a su alcance. Es una bella viciosa lesbiana con un apetito sexual sin límites conocidos, y ya que ella misma se califica de ninfómana sin hartura humana sexual. Lolita Mañoño Leal, ha conocido a un tío que le ha entrado bien por sus dos bellos ojos verdes. Y se ha juramentado, ella así misma, que se lo tiene que ligar y hacer diabluras sexuales con él. El tío está enchochado con ella. Y ambos se comen vivos en cualquier lugar. No les importa el sitio. No tienen rubor ni vergüenza en darse públicamente todo tipo de caricias, y ya sean esas caricias que por respecto hay que hacerlas en la intimidad. Ellos pasan de la gente que los mira como si estuviesen en Sodoma. Lolita Mañoño Leal se quita las bragas y le saca el pene al tío para ponerse a copular en un vagón del metro, por ejemplo, y como la pareja enamorada que se dan un leve y tierno beso amoroso. Son energúmenos.

 

Celso Jiménez Payá, cura párroco de una pequeña localidad agraria que está situada en un valle estrecho entre montañas gigantescas, se está beneficiando a varias feligresas y a tres beatas de comunión diaria. La herramienta sexual del párroco don Celso, parece que es como el astil de la azada con la que riega semanal sus campos uno de los maridos de las beneficiadas, y que está en la inopia porque nadie de ellas se va de la lengua. El cura las tiene a todas en la santísima gloria, y, por ello, ninguna se chiva de las orgías que el párroco tiene en la sacristía. Y a las que asiste también el sacristán porque éste posee igualmente una herramienta similar a la de su jefe eclesiástico y parroquial. La sacristía es una bacanal en la que se copula como diablesas y diablos. Y de allí no sale ni una sola palabra. Todo el mundo mutis, y para que no se acabe la fiesta. Pero como no existe la felicidad plena, una beata que se ha sentido despechada porque el párroco le dio sus favores a otra beata antes que a ella, se ha ido de la lengua. Aunque el obispo ha terciado y ha decidido que todo se silencia, pero si él participa en las orgías tres veces a la semana. Al párroco no le ha parecido mal. Aunque al sacristán le ha sentado como un tiro en la cabeza. Y las feligresas y beatas están como si hubieran visto a Dios desnudo.

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