miércoles 15 mayo
Opinión  |   |

Tiempos frenéticos

La historia se acelera. Los últimos diez años han sido vertiginosos. Y no parece que se acerque una época de calma. Cuando en el bachillerato estudiábamos la Historia nos la enseñaban dividida en grandes épocas, con centenares o miles de años de duración. Sin embargo en el último periodo los acontecimientos se suceden de forma acelerada. El mundo cambia de forma veloz y España también. Tanta velocidad nos abruma, genera incertidumbres y temores. Da incluso la sensación de que se ha perdido el control.

Dos años de pandemia han hecho estragos, en vidas, en la economía, en las expectativas. Nos estamos haciendo más pesimistas y por tanto más conservadores. Demasiados acontecimientos, demasiado graves y demasiado rápidos, agolpándose y coincidiendo en un escaso periodo de tiempo.

Los tambores de guerra en Ucrania. A escasas fechas de la rendición en Afganistán. El encarecimiento del gas y del petróleo, con la repercusión inmediata y grave en la economía. Los problemas de abastecimiento de materias primas sobre las que se soporta nuestro estilo de vida...

Se echan de menos liderazgos en los que se pueda confiar. Ante problemas muy serios, de gran calado y largo recorrido, da la impresión de que se sigue actuando con respuestas pequeñas, gestionando intereses a corto plazo y en demasiados casos de forma mezquina.

En España hemos comenzado el año de forma parecida a como acabamos el anterior. Los debates parlamentarios parecen de párvulos, aunque los enfrentamientos son de cuadrilátero. Hasta las votaciones de las normas más importantes acaban como el rosario de la aurora, en puro esperpento. Absoluta vergüenza.

En plena sexta ola de pandemia el PP adelantó las elecciones en Castilla y León en base a cálculos e intereses exclusivamente partidistas. Pablo Casado se creyó que primero los castellano-leoneses y luego los andaluces le llevarían en volandas a la Moncloa. El tiro le ha salido por la culata. Ahora está peor que antes y veremos cómo sale del agujero que él mismo se abrió. Moreno Bonilla ha cerrado la boca. Ya no habla de bloqueo parlamentario ni posible adelanto electoral. Parece que ha puesto sus barbas en remojo.

Los dos partidos de gobierno han obtenido un mal resultado. Ambos pierden votos y representación. Ningún trasvase entre ellos. Algo están haciendo mal cuando en las encuestas la mayoría ciudadana aprueba la dirección de sus políticas pero no acaba de confiar en los gestores. Muy probablemente les perjudica la imagen de permanente discusión y desavenencias, de tiras y aflojas. Un partido queriendo ir más allá y otro pretendiendo quedarse más acá.

En medio saltan los problemas reales de la gente. Territorios extensos despoblándose por abandono, sin servicios adecuados, mientras crecen las grandes ciudades absorbiendo recursos que no se comparten. Con la ciudad-estado de Madrid a la cabeza, beneficiándose del efecto capitalidad y cuyos gestores pretenden presumir de una situación que no han creado, aunque sí aprovechado. Otras capitales hacen lo mismo, aunque lógicamente a menor escala.

Como respuesta han surgido movimientos localistas que reivindican sus vidas y su dignidad. Frente al desprestigio de la política han decidido convertirse en protagonistas de su propia historia. Ante ello surgen discursos afirmando que si esta tendencia sigue proliferando España será ingobernable debido al previsible fraccionamiento parlamentario. Es fácil, resuelvan los problemas de la gente. No los abandonen. Denles esperanzas y dignidad.

Ha llamado mi atención que algunos analistas, añorantes del bipartidismo, se hayan apresurado a anunciar que éste ha vuelto. Los datos dicen lo contrario. En Castilla y León ha obtenido el peor resultado en muchos años.

Sí es cierto que los nuevos sujetos políticos surgidos en los últimos años dan prueba de escasa solidez. UpyD desapareció. Ciudadanos está en ello. Podemos muestra síntomas de desgaste, sin duda provocado por la persistente y orquestada agresión mediática, aunque también por errores propios que debería corregir cuanto antes.

Aún así esta tendencia no fortalece al viejo bipartidismo. Los nacionalismos periféricos tradicionales están electoralmente más fuertes que nunca y en los viejos territorios surgen nuevas y pujantes experiencias localistas. El descontento es grande y se muestra de formas distintas. Pero no se reduce.

Preocupante resulta el auge de VOX. Su discurso es primario y basado en pura demagogia, bulos y mentiras amplificadas por medios de comunicación que los blanquean y redes sociales cada vez más agresivas. España, como Europa y buena parte del mundo occidental, tiene un serio dilema. No se pueden resolver los problemas promoviendo odio y enfrentamientos.

Y por si nos aburríamos, Pablo Casado y el PP se pegan otro tiro en el pie abriendo en carne viva el apenas soterrado enfrentamiento con Ayuso. En Madrid ha estallado la paz. Cuerpo a tierra que vienen los nuestros. Fuego amigo de muchos megatones que viene a mostrar la indecencia de algunos personajes públicos y la turbidez de la corrupción que hace tiempo se apoderó del PP. El espectáculo continúa. Ya han comenzado a aparecer los primeros cadáveres.

Sin duda continúan vigentes las causas de la indignación. Seguimos necesitando una alternativa solvente y decente que se atreva a proponer los cambios necesarios. Sigue siendo el tiempo de la gente.

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

Portavoz de Podemos Granada

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