Un pacto por Granada
Aún podrían resonar en los ecos de la memoria las voces, lejanas ya por fortuna, que como excitadas hordas vociferaban reclamando sillones, pactos con muchos trapos sucios, acuerdos opacos firmados en Madrid, exigencias de bazar donde se vendía a Granada con todo su futuro. Es cierto que nadie podía prever que una pandemia lo pondría todo patas arriba, pero lo que sí era bastante esperable es que la gestión de ese desastre no podía salir bien en aquellas manos.
Y digo que podrían resonar porque afortunadamente, por los pasillos de la política de Granada, las voces que circulan solo hablan de trabajo, de acuerdos transparentes, de sensatez, de proyecto de ciudad.
Solo han sido necesarios 6 meses para borrar de un plumazo los dos años más horribles de la historia democrática de la ciudad. Bueno, por precisar un poco más, han hecho falta 6 meses y un equipo de personas dispuestas a trabajar por la ciudad de Granada ante cualquier otra cosa. Será que ha llegado la hora de Granada, será que al fin todos los actores y actrices que deben protagonizar la historia de la ciudad hablan a través de una sola voz con todas sus voces. Lo único que hacía falta es que, desde la Administración más cercana a la ciudadanía, se armonizase el discurso de todos. En esos 6 meses hemos pasado de un Consistorio con el que nadie quería nada, ni si quiera aquellos que compartían siglas, a un Ayuntamiento que toca y abre puertas. Y eso no es poco. Es lo que podemos definir como la normalización que, desgraciadamente, no es tan normal en la vida política de nuestros tiempos.
Fruto de esa normalización fue el acto del pasado lunes en el Carmen de los Mártires. Allí, los líderes de esta ciudad se sentaron alrededor de una mesa, al fin, para hablar de todo lo que les une y arrinconar lo que pudiera separarles. Y quizás lo más importante no fuera lo que se dijo, sino aquello a lo que se comprometieron. Me explico.
¿Qué se dijo? Que Granada tenía en la Ciencia, la Innovación y el Conocimiento una de sus principales palancas de crecimiento, de empleo, de riqueza, de futuro. Es un reto, sin duda, pero afrontar la transformación del modelo productivo de una ciudad como Granada debe ser apasionante. Ese camino tan necesario para que coexistan unos sectores a los que le debemos todo, con otros a los que debemos encomendarnos para afrontar de manera sólida un futuro tan incierto como el que se nos dibuja entre epidemias, sequías y demás signos apocalípticos
¿A qué se comprometieron? A ser ambiciosos, incluso osados, a no conformarse, a huir del quejido y la banal comparación, a luchar por la configuración de un pacto más importante, un pacto que contemple la radical transformación de una tierra que exige mucho y que necesita voces cualificadas que la defiendan en todos los foros posibles, y que esa defensa no sea ni estridente ni cacofónica, sino que obedezca a la sinfonía afinada de un acuerdo previo que armonice el tono y sitúe las demandas en un espacio donde cada uno diga lo mismo.
No sé a ti, amable lector, lo que te pueda parecer esto, pero uno que ya está a punto de darle la vuelta al jamón, y que lleva mucho tiempo siguiendo la vida política de Granada, se emociona al ver que esto empiece a suceder donde, a pesar de todo ser posible, nada parecía lograrse. Será verdad entonces eso de que ha llegado la hora de Granada, que hay una nueva generación política en Granada tirando del carro, con nuevas formas, con nuevos retos, con una visión diferente. Será que, en cada puesto de responsabilidad de las instituciones locales y provinciales, hay hombres y mujeres que saben que si se trabaja por Granada, nada más importa. Será eso, y será, tal vez que, desde la Plaza del Carmen, entre todas las voces, se oye una quizás de manera más clara, derribando prejuicios y convirtiendo al Ayuntamiento en esa institución que jamás debió perder su esencia de galvanizador de la vida política y social de toda la ciudad. Será eso.
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