miércoles 15 mayo
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Relatos cortos sin recortar (28 de Abril de 2014)

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Aquel hombre, desahuciado en su juventud por su familia y en la actualidad divorciado y pobre porque su santa esposa lo dejó por otro que era inmensamente rico y un hijo de puta de reconocido calibre social y económico, poseía un reloj que se le paró en las dos de la tarde, las catorce horas europeas, a los diecisiete años y todavía está anclado en la misma hora. El hombre todavía lleva en su testa altiva los dos enormes cuernos que le puso su santa esposa, pero ahora se dedica a escribir tiras de cómic con personajes sacados de los escritores clásicos. Dibuja y escribe historietas modernas y actuales de don Quijote de la Mancha, por ejemplo, subido en una motocicleta de potente cilindrada y acompañado por su fiel escudero inmortal Sancho Panza que igualmente va subido en una pequeña motocicleta de baja cilindrada con sidecar, y ambos dos personajes tan maravillosos de la literatura universal deshaciendo no pocos entuertos por su país.  Un país que está repleto de esos malandrines políticos, de esos bellacos empresarios y de esos maleantes banqueros que hacen que el país, tan maravilloso como un territorio de ensueño, sea un auténtico corral de saltimbanquis, pícaros y pollastres que lo tienen arruinado, vilipendiado, esquilmado y desfavorecido. Don Quijote y Sancho actuales en tiras de cómic, son como el hombre que está tirado solitario en un apartamento barato, y porque la sociedad en la que vive apesta a injusticia, corrupción y desigualdad. Una sociedad enferma que se muere por la tanta decadencia que existe. Una sociedad malsana que adora los molinos de viento que generan oro fácil. Una sociedad pueril que ensalza falsos profetas y putas muy risueñas. Don Quijote y Sancho, ahora son como dos jueces estrella que nunca desean estrellarse.

 

En este último día de la Humanidad, el enorme y siniestro asteroide ya se veía desde la tierra como se acercaba con una velocidad endiablada y que en aquella noche acabaría totalmente con toda vida en el planeta, el tipo que escribía y dibujaba tiras de cómic con historietas actuales y modernas de don Quijote de la Mancha y su fiel escudero Sancho Panza, tiras denunciando injusticias y entuertos, estaba emborrachándose con el mejor de los güisqui de malta que había podido encontrar en el último supermercado abierto. Y como no tenía hijos, solo tuvo una esposa que no le dio retoños, le importaba tres leches que el planeta fuese destruido dentro de unas pocas horas. Es más, aquel hombre se reía de la situación extrema, se reía de pena y dolor por la destrucción de un planeta tan bello y también se reía porque su santa esposa, bella como una diosa, no se podría llevar a ningún sitio conocido todas las riquezas casi infinitas que había acumulado con solo abrirse de entrepiernas antes gañanes zurupetos despreciables. Al tipo riendo y desternillándose por la risa, lo miraban las demás personas espantadas como si viesen a un don Quijote de la Mancha que estaba postrado en su lecho de muerte y aún mucho más enloquecido que cuando vagaba y cabalgaba deshaciendo entelequias de princesas desfavorecidas y ayudando en demasía a damas y damiselas en estados de carencias supinas. El hombre de la risa producida por la fatalidad y el fatal asteroide asesino del planeta, también se le veía bastante triste porque su figura era el porte de un borracho enloquecido que no teme a la muerte. Aunque está triste porque ya no podrá escribir ni dibujar más tiras de cómic. Y cuando el hombre despertó de su borrachera, nada había ocurrido. Su pesadilla fue producto de cena amplia y de escanciar mucho más alcohol del necesario. Y entonces fue cuando el hombre lloró desconsoladamente como un estúpido al que le han cercenado todas sus ilusiones de justicia universal y su idealismo.

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