viernes 26 abril
Reportaje AGR  |   | Noelia S. Lorca // Fotos: Álex Cámara

El verano de sus vidas

Más de cien niños procedentes del Sahara pasarán la época estival en Granada • De ellos, 84 está en pueblos del Área Metropolitana

Mariola y Ozman en uno de los rincones de la casa. Foto: Álex Cámara

Mariola y Ozman en uno de los rincones de la casa. Foto: Álex Cámara

Después de un largo y tedioso viaje, llegaba a su destino. Al principio, inseguro, cabizbajo por lo que dejaba atrás, cansado por la interminable jornada y con ese miedo que experimenta una persona a lo desconocido, de su boca no salían palabras y de sus ojos solo se escapaban lágrimas. Recordaba que su madre, convencida, le dijo antes de partir que todo iba a salir bien, que ella iría en pocas semanas a buscarlo, pero que debía ir. “Ir a dónde”, se preguntaba él. La respuesta estaba al otro lado del Mediterráneo, de un continente a otro. De vivir en un campamento en mitad del Sahara a vivir en una casa de Cúllar Vega en Granada. De un verano a más de 50 grados a otro a menos de 40. Con tan solo nueve años, Ozman hizo uno de los viajes más importantes de su corta vida. Y hoy, con diez, vuelve a repetir. En aquel momento lo esperaba Mariola y su familia, ahora, la que se ha convertido también en su “mami”, lo vuelve a recibir con los brazos abiertos.

Como la de Mariola Amaro y Ozman hay en Granada más de 112 historias, todas ellas forjadas en torno a un eje común, ayuda, solidaridad y empatía. Palabras que se transcriben como hechos y que permiten a centenares de niños saharauis disfrutar de unas “vacaciones en paz”. Repartidos por los diferentes pueblos del Área Metropolitana hay 84 niños que, durante dos meses, vivirán y experimentarán intensamente un estío muy diferente al que están acostumbrados. Playa, piscina, excursiones, natación, ciclismo e infinidad de actividades más, desconocidas en la mayoría de los casos, para convivir y aprender unos de otros.

Ozman es un niño observador, despierto, cariñoso y en cuya inocente mirada se refleja esa ternura que encandila. “Él ha sido un soplo de aire fresco, ha traído la alegría a esta casa. Antes, nuestros hijos querían estar independientes y salir con sus amigos, ahora hay que decirles casi que se vayan a hacer algo con los amigos. Nos repartimos las vacaciones para estar con Ozman. Dejamos de hacer camping porque nuestros hijos no se venían con nosotros y con él hemos vuelto a hacerlo. Es un niño muy inteligente y, sobre todo, es lo que siempre entendimos por niñez, la pureza personificada”, cuenta Mariola con la mayor de las admiraciones mientras lo mira sentado a su lado y le acaricia el pelo.

Ozman ha aprendido a nadar en Cúllar Vega con la ayuda de Mariola. Foto: Álex Cámara

Ozman ha aprendido a nadar en Cúllar Vega con la ayuda de Mariola. Foto: Álex Cámara

“Recuerdo su primera noche aquel junio de 2013 como si fuera ayer. Le pusimos su cama en nuestro dormitorio para que no se sintiese desplazado porque si allí duerme con tanta gente y aquí lo pones solo, se iba a sentir excluido. Medio verano durmió conmigo y el otro medio con mi hija. Pero la primera noche, cuando llegamos de comprarle una pelota, flotadores y manguitos, no hablaba, estaba muy serio y cuando se sentó al borde de la cama se echó a llorar. No conocía ni el lugar ni a las personas con las que estaba, a todo eso se le une el estar tan lejos de tu madre. Con el paso de las horas fue tomando confianza. Los primeros días nos reíamos mucho porque yo quería hablar su dialecto y él no se enteraba de lo que decía. Ahora que habla español me dice: “mami, es que yo no sé qué decías”. Se fue adaptando con todos, habla muy bien español y entiende todo”, señala la mujer que no quita ojo al que, desde el día uno, se convirtió en su hijo.

Mariola tiene muy claro que, además de proporcionarles aquello que no tienen, lo que le lleva a acoger a un niño del Sahara es su apoyo a la causa que defienden los saharauis. “Estoy a favor de su lucha, una resistencia política que tiene más de 40 años. Nunca he estado allí, no obstante, mantengo el contacto con ellos a través de Skype y quiero desarrollar un proyecto en el lugar. El año pasado, fue la primera vez que me traje a un menor saharaui y la experiencia es sensacional e irremplazable”, comenta entusiasmada.

Ella que ha repetido asegura que siempre hay que saber que, cuando participas en el programa ‘Vacaciones en paz’, “te traes a un niño”. “Por muy lógico que parezca, no lo es. No es un muñeco, ni es una estatua, es un niño con todo lo que eso implica. Tienes que ser consciente de que ese niño pertenece a otra religión que debes respetar. Por ejemplo, Ozman no reza, yo le digo siempre que rece pero él me dice que lo haga yo –comenta entre risas cómplices con el pequeño-. Traes a un niño muy puro que juega a la calle, es muy abierto, pero que respeta mucho sus tradiciones. Además, debes recordar que tú no eres su madre y no puedes pretender que se quede aquí. Una vez interiorizados estos principios solo hay que darle cariño y tratarlo como a tu hijo, pero saber que hay otra madre que es la de verdad. Una madre que pasa dos horas andando y cargando con su hermana para llegar a un lugar donde hay Skype y poder verlo y hablar con él”, declara al tiempo que recalca la paz y la tranquilidad que a ella le aporta Ozman. “Estos niños te dan más a ti de lo que tú puedas darles a ellos. Unen a la familia y traen la alegría a la casa. No hay que tener dinero para quedarse con un niño saharaui, solo hace falta poner un plato más a la hora del almuerzo y eso no cuesta nada”, añade.

Nunca se baña en la piscina sin que algún miembro de la familia esté presente. Foto: Álex Cámara

Nunca se baña en la piscina sin que algún miembro de la familia esté presente. Foto: Álex Cámara

La responsable de Vacaciones en Paz, Maribel Yáñez, explica que este proyecto tiene como objetivo la mejora de la salud de los menores, pero también "es un medio de informar y concienciar a la gente sobre los padecimientos de estos niños" y sobre la lucha de un pueblo que se ha visto inmerso "en un conflicto que va más allá de una simple disputa territorial". "Traer un menor en verano es un acto de generosidad, también responsabilidad, con el que todos los implicados en el programa salen reforzados. Todos los años vienen a la provincia de Granada entre 120 y 130 niños -entre ocho y doce años-, este año solo lo han 112, dado que la crisis ha aparecido incluso aquí", comenta Maribel.

Esta iniciativa fue promovida por las mujeres saharauis a mediados de los años 80, cuando vieron la posibilidad de que sus hijos tuviesen una dieta equilibrada, pudiesen solucionar problemas de salud, soñarán con nuevos amigos, conocieran otra cultura y, sobre todo, evitaran las altas temperaturas del desierto, al menos durante dos meses.

Tres décadas después de que naciera esta idea, la esencia continúa siendo la misma. Una esencia presente en cada una de las miradas que atraviesan el mar para llegar a la tierra en la que han conseguido poner nombre y significado al verano.

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